Empleados del Centro de Bellas Artes en Caguas me alertaron de una señora que había entrado con una bolsa llena de mangos a ver la última función de “La casi casi Primera Dama”.

Yo, con los nervios de punta y a sólo minutos de que subiera el telón, les pedí que ayudaran a la señora guardándole la bolsita, o como fuera, para que pudiera disfrutar del show sin problemas.

Terminada la función, que dicho sea de paso fue la número 56 y última, me toca la puerta del camerino uno de mis compañeros para decirme que la señora de la bolsa con mangos estaba backstage para verme, pues las frutas eran un obsequio.

De inmediato, salí del camerino dándome cuenta de que quien cargaba aquella bolsa llena de mangos era doña Crucita, la encantadora madre de mi compañero Herbert Cruz.

Así como lo leen, Herbert tiene madre y es un amor.

¿Y estos mangos, Crucita, de dónde los sacaste?, le pregunté. Me explicó que le pidió permiso al pastor de la Iglesia a la que asiste para cogerlos de un palo que está en el patio.

Quería darme un obsequio y como los mangos tienen fama de que son riquísimos se propuso traerme unos pocos. Se me apretó el corazón con aquel detalle.

Aquella bolsa, además de mangos, estaba llena de amor y ternura. Todos los obsequios se agradecen y valoran, pero hay algunos, como este, que se convierten en algo muy especial.

Crucita tuvo que planificar, pedir ayuda para tumbar los mangos y cargarlos en un bolso durante toda la función. Todo un proyecto con el único propósito de agradarme.

Hay gestos que superan las palabras a la hora de comunicar sentimientos. Ningún gift card puede superar en valor a lo que se obsequia con el corazón.

Ya Crucita está llamando para saber si me gustaron los mangos. ¡Me encantaron! Son los que llamamos mangos cubanos. Ya el pastor está avisado para guardar unos pocos, de la próxima cosecha.

El domingo en la noche fue muy especial, como los mangos de Crucita, también muchas otras muestras de cariño desfilaron por el escenario en Caguas, en mi última función de “La casi casi”.

Aprovecho para agradecer a las más de 70,000 personas que llenaron las principales salas de teatro del País en las 56 funciones. Allí no había colores ni prejuicios, era todo nuestro País en ánimo de compartir y reír que, con su alegría, me llenó de energía en momentos que bien lo necesitaba.

A nombre de toda mi familia, muchas gracias.