En estos días tenemos que pedirle a Dios que nos colme de salud y nos libre de accidentes, porque enfermarse en este país te convierte en trapecista de circo. Tendrás que hacer malabares para conseguir esa cita, con ese especialista, que no te podrá ver hasta dentro de cuatro o tal vez seis meses. Para entonces, seguramente, tu malestar habrá desaparecido o habrá evolucionado convirtiéndose en algo mucho peor.

No es culpa de los médicos, ni de los trabajadores de la salud, pues para ellos las circunstancias son también imposibles. Y como tantos otros profesionales, han visto en el norte una mejor calidad de vida con menos trabajo y mejor paga. Esos son incentivos imposibles de ignorar.

Los trabajadores de la salud, enfermeras y técnicos, han elevado su reclamo por mejores salarios, han contado sus dificultades y han demostrado los sacrificios que tienen que hacer para cumplir con largas horas de trabajo. Todo para recibir un salario que no les da para vivir.

La enfermera Gielliam Elías, que se transporta en bicicleta todos los días, se ha convertido en el rostro de las vicisitudes de miles de trabajadores. Al ver esto, todo el mundo se lleva las manos a la cabeza.

“¡Qué pena!”, dicen. “¡Qué sacrificio!”, “¡Qué riesgo!”. El gobierno se solidariza y dice comprender el malestar, mas no articula la solución.

En el caso de los médicos, estos han repetido hasta el cansancio que las aseguradoras les pagan tarifas irrisorias. Además de que se rehúsan a cubrir los medicamentos que el profesional de la salud, según el criterio clínico y experto, considera apropiado para ese paciente. Y así los enfermos en este país, a la deriva, van a parar a una sala de emergencia cuando ya no pueden más.

No se puede culpar al que sale de la isla procurando una carrera más sosegada y mejor pagada. Para la desdicha de los puertorriqueños, a nuestros médicos, enfermeras y técnicos les llueven las ofertas del exterior. No hay que ser clarividente para saber que primero se van los médicos y después se irán los pacientes... todavía más de los que ya han tenido que abandonar Puerto Rico.

A ese panorama tan preocupante hay que añadir los problemas de infraestructura. El último apagón afectó por casi 24 horas la operación del Hospital Universitario en el Centro Médico. ¿Qué paso con el dinero asignado después de María, y el plan para atender la infraestructura cercana al Centro Médico y los demás hospitales? ¿Qué paso con el proyecto “prioritario” para soterrar las líneas en esa zona para que la tragedia de los hospitales sin energía no se repita? En cada ciclo electoral, las campañas políticas proclaman la salud como una de las más altas prioridades. Pero que cosas, que rapidito se les olvida.

Aunque todo esto es como para llorar, creo que tal vez no todo está perdido, pues en estos días supe de una buenísima experiencia en un hospital que merece ser contada. Una amiga muy cercana, que ha tenido demasiados encuentros con hospitales privados, fue intervenida quirúrgicamente en el Hospital de la Universidad de Puerto Rico en Carolina. Me contó felizmente sorprendida que desde el personal de preadmisión, hasta el de mantenimiento, siempre encontró un trato amable. Un esfuerzo más allá de lo ordinario para que su paso por el hospital fuera una experiencia simple y libre de complicaciones o esperas innecesarias. Mas aún, su parecer fue que el personal allí es eficiente y que trabaja a gusto. Se sintió tranquila y segura porque pudo percibir que estaba en buenas manos. Eso es una bendición cuando tu salud y hasta tu vida están en juego. Así que hoy, en medio y a pesar de la crisis en los sistemas de salud, mi aplauso para el Hospital de la UPR en Carolina.