Por Johanna Rosaly / Actriz

¿Alguna vez se ha quedado a leer los créditos al final de una película?

Seguramente no, porque hay que evitar el tapón a la salida del estacionamiento, la cuidadora de los nenes cobra por hora, o mañana usted tiene trabajo...

Así que apenas lee los créditos de los actores para asegurarse de que el papel tal o cual lo estaba interpretando aquella actriz que usted ha visto en televisión. Y la larga -larguísima- lista de nombres y quehaceres en el proyecto cinematográfico se queda sin ser leída.

¿Quiénes son esas personas en la lista de créditos? Obviamente, están entre ellas el director, los directores asistentes, el productor y sus asistentes, el director de fotografía, su foquista y asistentes en iluminación, los guionistas que redactaron el libreto, la continuista, el director de arte (escenografía y ambientación) y sus asistentes, maquillistas, peluqueros, diseñadora de vestuario y asistentes, costureras y sastres, el tutor de actuación, la coreógrafa y ‘stunt person’ y los muchos más que componen el aspecto creativo de un proyecto de cine.

Pero hay otros; muchos, muchos otros.

Están los choferes de camiones y de transporte de actores, las cocineras, los proveedores de comidas y meriendas, los entrenadores de animales si figuran mascotas, los tutores de niños si figuran escolares, así como el personal de la oficina de producción: secretarios, contables, mensajeras.

Además, indirectamente se involucran bufetes de abogados, oficinas de contabilidad, bancos, hoteles, restaurantes, tiendas de telas, mueblerías, casas de modas y calzado, proveedores de maquillajes y pelucas, supermercados, papelerías y técnicos de reparaciones de las mil y una cosas que se dañan o se rompen en los varios meses que dura el proyecto desde su concepción, desarrollo, preproducción, ejecución, postproducción, promoción y exhibición.

Le invito a que la próxima vez que vaya al cine se quede hasta el final. Hasta el verdadero final. Hasta que figuren todos y cada uno de los vecinos, amigos, parientes, conocidos y desconocidos suyos que trabajaron en la película.

Es gente que se levanta a las tres de la mañana porque el desayuno para el “crew” se sirve a las cinco para comenzar el rodaje a las seis con los primeros rayos del sol. Es gente que llega a su casa luego de doce horas de trabajo -en cine, el día es de 12 horas; solo por encima de eso es “overtime”- a planificar cómo se trabajará al día siguiente. Es gente que se escapa de su día de asueto para ir a cambiar un par de zapatos porque a la actriz le quedaron grandes los que antes consiguió y mañana figuran en el rodaje.

Son puertorriqueños como usted, enamorados de su trabajo, muchos de ellos con títulos universitarios en cine y otros que aprendieron su oficio sobre la marcha.

Es por eso que muchos países, estados y ciudades ofrecen incentivos a la industria del cine, incentivos que -para nuestro mal- frecuentemente son mucho más generosos que los ofrecidos por Puerto Rico.

Porque los verdaderos beneficiarios de los subsidios al cine son esos trabajadores.

Esos, y a la larga, USTED.