Abril, mes de la niñez y la prevención del maltrato infantil, es un buen momento para recordar que la prevención es la receta contra el maltrato infantil que está en lamentable aumento en Puerto Rico.

Desde el 2005, he tenido la oportunidad de involucrarme en proyectos de servicios a niños y niñas sobrevivientes de violencia. Son múltiples las historias desgarradoras de esas experiencias adversas de la infancia que he conocido, ese cúmulo de narrativas que no vemos en ninguna estadística o informe oficial. Lo incuantificable es la cantidad de “nalgadas a tiempo”, empujones, bofetadas, explotación, agresión sexual y muchas otras formas de violencia que mi experiencia y los datos me confirman que la niñez boricua enfrenta desde muy temprana edad.

Las experiencias adversas en la infancia, como la violencia, la pobreza extrema, el uso de drogas en el hogar o la negligencia, no solo afectan la inmediatez de la niñez, sino también el resto de su vida. Si no prevenimos y atendemos esas experiencias traumáticas, al llegar a la adultez podrían presentar conductas de riesgos que reproducen los ciclos de violencia familiar. Un vistazo rápido a los datos de protección y bienestar infantil de Puerto Rico nos siguen colocando panoramas que requieren acción colectiva urgente en temas como la educación, salud y la atención y prevención de la violencia.

En lo que va de 2021 se han registrado cerca de 3,727 denuncias por maltrato infantil, lo que representan un aumento de 21.4%, en comparación con el año anterior. No es que ahora mismo no se haga nada para frenar el maltrato, pero estas dolorosas cifras hacen evidente que la niñez y la juventud exigen y merecen que hagamos más y mejor.

Podemos insistir en la mano dura, pero la violencia seguirá en espiral hasta que no se entienda que dado el alto nivel de factores de riesgo que enfrenta la mayoría de la niñez y juventud, un ecosistema robusto de servicios integrados de prevención y fortalecimiento familiar basado en la comunidad es imperativo para asegurar su bienestar. Ese ecosistema debe construirse desde la corresponsabilidad y considerar inversiones en la niñez desde edad temprana. La inversión en programas dirigidos a la niñez temprana tiene un retorno de inversión significativamente más alto que cuando se invierte más tarde. Por cada dólar invertido en la niñez temprana se recuperan de cuatro a nueve dólares por niño, según los estudios del Premio Nobel de economía, James Heckman. La evidencia demuestra un alto rendimiento de inversión pública en estos programas, pues beneficia no solo a la niñez, sino también al desarrollo económico y la seguridad pública.

Si bien es cierto que existen en el país programas efectivos, la fragmentación y los constantes cambios en lideratos impiden avances sistémicos. La nueva ley federal Family First, que entrará en vigor en octubre, brinda una oportunidad sin precedentes para fortalecer y ampliar ese ecosistema de servicios. Ante este panorama, es fundamental que todos los sectores trabajemos juntos.

Los niños, niñas y jóvenes que hoy en sus hogares sufren en silencio la violencia de quienes se supone les amen y protejan necesitan con urgencia que actuemos para poner un alto a la pandemia del maltrato infantil.