Desde temprano en la mañana manejamos por rutas que en ocasiones lucían hostiles y en otras repletas de belleza. Como la vida misma. 

Era el gran momento de encontrarme con mi “unicornio azul” que se me había perdido por tanto tiempo y por mil razones. La travesía fue larga y llegamos de madrugada para lo que sería una gran celebración.

Allí, en el lugar decorado de forma sencilla y hermosa, por fin pude conocer a quien desde hace algunos años se había convertido en parte de la familia. Con solo verlo actuar me di cuenta de que era la pareja perfecta para ella.

Poco después se escucharon las melodías que anunciaba el paso de la novia quien lucía hermosa. Busqué su mirada, pero la suya estaba fija en los ojos del nervioso prometido.

Fue una ceremonia sencilla y breve como ellos habían planificado.

Luego dieron paso a la celebración en un salón que dejaba ver la belleza del alma de la pareja, así como también de dos familias culturalmente diferentes, pero conectadas por la sangre latina.

La fiesta y la alegría dominó el salón. Compartimos hermosos momentos con personas que nos recibieron con amor. Ver a mi hija y su hermano bailar como si hubieran vivido juntos toda la vida fue un momento que tocó mi corazón. Jamás olvidaré el abrazo entre mi esposa y mi hija donde sin decir palabras se dijeron tanto. 

De pronto pensé que la vida no nos quita, sino que nos mueve a lugares donde el espíritu aprende lecciones. Que el amor es y seguirá siendo la fuerza y razón de ser de la existencia, y que el perdón es la razón misma de lo que es el amor.

Querida hija, para ti y tu esposo solo puede haber bendiciones y deseos de vida plena juntos. Sabes que siempre estaremos ahí para ustedes. 

Más allá de columnas de opinión he compartido dos experiencias personales que son la realidad de la vida. 

Tus hijos no son tuyos, sino del mundo; que al llevarlos de la mano debemos prepararnos para que, llegado el momento, soltarlos en vuelo; que debemos aprender que un día el nido estará vacío y retomaremos lo que fue el principio de pareja; que habrá silencio, mucho silencio, pero nuestra casa volverá a llenarse de viejos y nuevos sonidos; y que es importante vivir tus días como si fueran los últimos.

Por mi parte, puedo decir que encontré mi “unicornio azul” y desde el lugar que la vida me colocó estuve presente en su momento más importante, su boda. 

Entonces llegó el tiempo de regresar dejando lejos dos pedazos de nuestro corazón y retomando rutas con “paisajes hermosos y a veces hostiles como la vida misma”. Esta vez tarareando la canción que bailamos juntos como padre e hija:

Y cuando llegue el momento

En que tu sola quisieras volar

Aunque no estemos juntos

Estarán los recuerdos

Que con sólo tenerlos

Volverás a vivirlos

Di lo que piensas

Has lo que sientas

Da lo que tengas 

Y no te arrepientas

No te limites 

Por lo que digan 

Sé lo que quieras 

Pero sé tú mismo

Pero sobre todas las cosas

Nunca te olvides de Dios.