Todos hablan de mí, aunque apenas tengo meses de existencia. No recuerdo exactamente cuándo y dónde surgí. Algunos dicen que soy una creación manipulada. Otros un error o una consecuencia. O quizás la consecuencia de varios errores.

He crecido rápidamente. Mucho más de lo que la gente esperaba. Al principio no llamaba tanto la atención, pero en muy poco tiempo gané reconocimiento como algo raro y novedoso que nació por allá, lejos una región poco conocida en China.

En pocas semanas mi nombre estaba en boca de todos, aunque aún se negaban a reconocer que pronto tocaría sus puertas.

Desde que nací supe que sería un rey, pues llegué a este mundo con corona. Pese al menosprecio de quienes se burlaban de mi lugar de origen, entré a sus cuerpos callado y sigilosamente. En solo días mi nombre se escucharía en todo Oriente, Europa y el Medio Oriente.

Supe de grandes líderes que ignoraban y hasta se reían de la gente que yo había tocado, a la vez que mostraban actitudes de xenofobia y prepotencia. Decían que yo era cosa “de la gente de una región”. Siendo yo un rey que nació con corona, me propuse llegar hasta allá para hacerles ver cuán equivocados estaban.

Aproveché la inocencia, la dejadez, el descuido y la soberbia de los suyos para callarles la boca. Todo fue tan fácil.

Toqué los grandes corazones del cemento y el metal. Nueva York, Florida, Texas, Brasil, Argentina, Canadá y el Caribe se convirtieron en mis nuevos hogares.

Reconozco que soy muy parecido a otros que afectan, enferman y matan más personas. Pero ninguno es tan rápido como yo. Mi silencio y mi comportamiento desconocido son mi carta de triunfo.

En solo meses he cerrado escuelas y lugares de trabajo, provocado el colapso del comercio mundial y de los sistemas de salud. He cerrado los imperios del entretenimiento y aunque el aislamiento social es uno de mis grandes enemigos, el ser “algo novedoso y desconocido” me ha beneficiado.

Se me atribuye el desnudar el egoísmo, la avaricia, la cobardía y la arrogancia de muchos, y las mentiras e ineptitudes de los gobiernos y los llamados líderes del mundo. Pero también he dejado al descubierto los grandes valores, la valentía, el sacrificio y la bondad de la enorme mayoría de la humanidad.

No sé cuánto tiempo durará mi reinado. Sí sé que, desde ya, algunos trabajan para destruirme y otros para enriquecerse de mí.

Mi mensaje al mundo es claro. Soy el resultado de un error, descuido o dejadez. O tal vez una creación del propio ser humano. Algunos dicen que nací en las calles, entre la gente y la agitación del día a día. Otros se aferran a teorías de conspiración y prácticas de laboratorios, donde el ser humano juega a ser Dios y prepara las futuras armas de guerra.

Con el tiempo se sabrá la verdad de mi nacimiento. Solo quiero que sepas que tendrás que aprender a vivir conmigo. Nunca quise hacerte daño, pero mi comportamiento es el resultado de mi naturaleza.

Soy el aislamiento del mundo, un enigma en el siglo 21, una consecuencia o un experimento, lo mejor o lo peor del ser humano, el miedo o un reto al amor.

Soy el rey que nació con corona. Mi nombre es Coronavirus. Otros me llaman COVID-19.

No olvides mi nombre.