Nos quedamos sin un campeón mundial del boxeo nacido en Puerto Rico. Un panorama impensable en el 2009, cuando la Isla contaba con un total de ocho monarcas en las distintas divisiones. Cuatro años después, la derrota de Román“Rocky” Martínez contra Mikey García nos dejó deseando mejores épocas.

La mala racha de boxeo se combina con un declive de otros deportistas de alto nivel en otras disciplinas. Según reportó El Nuevo Día a inicios de temporada en las Mayores, habían 18 peloteros puertorriqueños en las plantillas de Grandes Ligas el 31 de marzo de 2013. Fue un aumento a los 14 del 2012, el total más bajo desde 1980. Por otro lado, nuestra Selección Nacional de baloncesto depende cada vez más de los canasteros de segunda generación.

Mientras nuestros principales deportes como el boxeo, béisbol y baloncesto sufren estas bajas, nuestras calles cada vez se sienten más inseguras. Ya llevamos varios años de cifras alarmantes en la criminalidad, lo que ha llevado a una fuga masiva de puertorriqueños hacia otras fronteras.

No es pura casualidad. La culpa por la ausencia de campeones de boxeo no es toda de los entrenadores y promotores. La generación actual de jóvenes ha optado por alejarse de los gimnasios y canchas y cada vez son menos los que ven el deporte como una opción de vida.

Las clases de educación física en nuestras escuelas públicas ya no tienen la importancia de antes,  y cada día vemos más canchas de baloncesto y parques de pelota en el descuido. Históricamente, el boxeo ha servido como una escapatoria y una oportunidad de una mejor calidad de vida para muchos jóvenes de escasos recursos. Pero ahora, muchos de esos jóvenes han optado por el camino fácil, el de ir a las calles a cometer fechorías para ganarse la vida.

Es hora de que el Gobierno reconozca esto. La criminalidad no va a bajar con más patrullas en las calles, porque el que hoy es pillo lo seguirá siendo. Hay que trabajar en nuestros niños y jóvenes; darles las herramientas necesarias para que vean el deporte como una opción real. Construyamos más gimnasios, mejoremos las canchas, cortemos la grama a los parques de pelota que hoy sirven como pastizales para alimentar vacas y caballos. 

De aquí a diez años, tendremos más campeones mundiales y más peloteros a la medida que se le brinden las herramientas necesarias a nuestra juventud para volver a enamorarse del deporte. Y de una vez, los ayudamos a salir de las calles. Es una doble victoria.

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