“En el veintitrés, de la ciento diez, no se puede estar tranquilo. Le diré por qué…”

La barrera para atender el tema del estatus de Puerto Rico han sido los gobiernos populares y penepés. Los primeros, porque no desean que le sigan restregando en la cara la naturaleza colonial del ELA. Así lo han manifestado las tres ramas de gobierno constitucional estadounidense. Los segundos, porque cada vez que impulsan la estadidad se topan con un muro más grande del que quiere construir Trump en la frontera entre Estados Unidos y México.

El borrador de proyecto presentado la semana pasada en el Congreso de los Estados Unidos sobre el estatus de Puerto Rico es un paso importante aunque sin perspectiva de aprobación. En la vida las cosas no son todo o nada. Es importante porque significa que Estados Unidos, que ya había expresado que Puerto Rico es un territorio no incorporado, sujeto a los poderes plenarios del Congreso, es decir una colonia según el derecho internacional, ahora dice que debe dejar de serlo.

Este proyecto de estatus no es el proyecto de Nydia Velázquez ni de Jenniffer González. El que llevó la voz cantante en la conferencia de prensa fue Steny Hoyer, el segundo al mando en el Congreso. Fue revelador cuando dijo: “Ni Puerto Rico desea continuar siendo colonia, ni Estados Unidos desea continuar teniendo una colonia”. Casa Blanca ha aplaudido el proyecto.

Es por esa razón que se excluyó la opción del ELA colonial. No podía incluirse, porque sería como si usted tuviese enfisema y su médico le dice: tienes que fumarte tres cajetillas de cigarrillos de desayuno, almuerzo y cena. Incluir el ELA es una contradicción antidemocrática. Sería incluir más colonia para atender el problema colonial.

En eso versa el triunfo de Nydia Velázquez en este proceso. Logró que la esencia de su proyecto original permaneciera inalterada. Hay que superar el régimen colonial y deben estar incluidas todas las opciones. Por otra parte, la derrota de Jenniffer González fue reconocer y aceptar que no existe tal cosa como un mandato para la estadidad. Tuvo que aceptar que los resultados de los plebiscitos del 2012, 2017 y 2020 a favor de la estadidad no tienen validez, ni son reconocidos como tal mandato en el Congreso.

Este proyecto, siendo un borrador, es un primer paso. Falta por ver dónde termina el proceso. Ya desde el Senado federal, los aliados de la estadidad han anticipado que ningún proyecto que incluya la estadidad tiene futuro.

En términos procesales, mi predilección es una Asamblea de Estatus. Es el mecanismo más democrático. Se eligen delegados de opciones de descolonización. Esos delegados servirían de intermediarios ante Estados Unidos para definir las responsabilidades y transición de cada opción. Luego los puertorriqueños volverían a votar por las alternativas que del proceso de diálogo y negociación surjan como viables, reales y definidas. Ese es el proceso más democrático.

No obstante, este proyecto demuestra una actitud de los Estados Unidos. Ese es su valor. Ante el colapso de su experimento colonial, debemos caminar para superarlo. El que se negaba a hablar -el Congreso- al menos ha comenzado a hablar, aunque sea balbuceando. Lo malo sería que permanezca en silencio. Esta legislación enfrentará grandes escollos. Pero es un primer paso importante.

Para que una legislación sobre el tema de Puerto Rico se encamine tenemos que empujar nosotros desde acá. Mientras el gobierno de Puerto Rico esté en manos del bipartidismo ocurrirá nada. Nada pasa hasta que pasa y nada cambia hasta que cambia.

El estatus es el “issue”. No tenemos control ni de nuestras relaciones externas ni internas. No podemos proteger nuestra industria, comercio ni agricultura. No podemos hacer tratados comerciales ni atraer inversión económica externa. Tampoco controlamos nuestro gobierno interno. Para esa función nos impusieron una Junta de Control, con la complicidad del liderato popular y penepé. Hasta aprueban nuestros presupuestos al servicio de los bonistas buitres.

“Se forma una rebambaramba… Avísale al super. Que nos estamos quemando… Hay fuego en el veintitrés.”

Nuestro norte como pueblo tiene que ser limpiar la casa. Hay que sacar los mercaderes del templo gubernamental. Transparencia y pureza en los asuntos de gobierno. Al mismo tiempo, debemos impulsar un proceso serio de descolonización. No con las negaciones del liderato PPD, ni las cartulinas dibujadas con crayolas del liderato PNP; un proceso descolonizador serio e inclusivo en el que todos los defensores de opciones no coloniales ni territorriales tengan espacio. Solo así apagaremos el fuego en el veintitrés.