Antes del COVID-19, Puerto Rico enfrentaba una crisis educativa. Ahora con la pandemia enfrentamos un escenario crítico que condena al rezago a toda una generación.

Frustra e indigna el que habiendo tenido tanto tiempo de preparación para un inicio escolar presencial estamos encaminados a un inicio de clases caótico. Hay escuelas sin pizarras, sin servicios sanitarios, sin personal de mantenimiento, ni equipo de desinfección, entre otras deficiencias. En algunas, como han denunciado padres, han encontrado ratas muertas en lugares utilizados por estudiantes. Esto ocurrió antes y fue criticado, pero que ocurra ahora es imperdonable.

¿Qué plan debió trazarse ante el inicio de clases presenciales? La transparencia debió ser el primer paso del gobierno hacia una transición al regreso a clases de manera presencial. Ese no fue el caso. Crea preocupación el hermetismo y la manipulación de información. Causa inseguridad que no se conozca el cumplimiento de planteles con los protocolos salubristas y la ausencia de colaboración entre Salud y Educación.

Además, en este proceso de reapertura, el gobierno debió guiarse por cuatro puntos importantes: estatus de la educación, formas de enseñanza (remota, presencial o híbrida), recursos para la recuperación escolar y los niveles de vacunación en el contexto educativo.

En cuanto al estatus de la educación, los efectos del huracán María y los temblores tuvieron un impacto de retraso académico en los estudiantes. Ese rezago aumentó debido al COVID-19, lo cual afecta más a sectores empobrecidos y a estudiantes del Programa de Educación Especial.

Para atender esta situación debe establecerse un sistema adecuado de avance académico y monitoreo sobre los niveles de aprovechamiento de los estudiantes. El rastreo académico en las escuelas permite dar seguimiento al apoyo que están recibiendo los estudiantes con tutorías y medidas especiales. También permite medir sus adelantos.

Las formas de enseñanza -a distancia, híbrida o presencial-, se deben evaluar de acuerdo al nivel de contagio en cada pueblo, los niveles de vacunación y la preparación salubrista de cada plantel individualmente. Esto requiere coordinación entre Salud y Educación para establecer evaluaciones individualizadas por plantel y el pueblo donde está ubicado. No ha habido coordinación entre ambas agencias para trazar un plan conjunto.

Sobre el estado de las escuelas es importante evaluar la preparación estructural de cada una, más aún luego del colapso de planteles en el sur a causa de temblores. Pero también hay que reevaluar su organización interna. Es hora de disminuir la cantidad de estudiantes por salón de clases. El pasado cuatrienio presenté legislación para establecer topes en salones de clases que variaría entre 14 y 17 estudiantes para evitar el hacinamiento. Eso hubiese evitado el cierre de escuelas y preparado al sistema para una situación como la actual. No se le dio paso.

Aunque la vacunación ha avanzado, queda mucho por lograr. Se debe continuar insistiendo en la vacunación como prioridad. Fue un acierto colocar a los maestros como sector prioritario para vacunación. Pero también se debe requerir vacunación a padres y estudiantes elegibles. También a las personas que entran a dar servicios privados en las escuelas. Por otra parte, se debe garantizar que los materiales de limpieza, sanitización y desinfección estén disponibles, cuya compra es responsabilidad Educación. Que no ocurra como con tantos otros materiales educativos que terminan pagándolos los maestros de su bolsillo.

Estos son solo algunos pasos que debieron y deben darse ante el inicio de clases presenciales en el contexto pandémico. La prioridad es la salud de nuestros niños. Todos queremos volver a clases presenciales, pero responsablemente.

Les deseo éxito a los estudiantes y maestros en el nuevo año escolar, pero sobre todo salud y bienestar.