La celebración de la Semana de la Prensa, cuyo Día del Periodista se conmemora hoy, miércoles 31 de julio, tiene este año un sabor distinto. 

Los eventos de las pasadas dos semanas que motivaron la renuncia de un gobernador en funciones de la manera menos violenta posible, fueron detonados por noticias que se dilucidaron en la prensa o en los medios. Escándalos de corrupción y conductas antiéticas revelados por periodistas o delante de ellos. El pueblo fue testigo de entrevistas, investigaciones y denuncias que poco a poco encontraron corroboraciones, que desmentían distintas artimañas para lanzar fango al oficio periodístico. 

Las redes sirvieron de amplificador de todo el trabajo. Cierto es que algunos lanzaron una que otra denuncia por algunas de las redes sociales, pero el asunto no explotó a su máximo esplendor, hasta que fue retomado por radio, prensa escrita o televisión. Los programas investigativos Ahí está la verdad de este mes, así como el del compañero Jay Fonseca, lograron cifras récords de audiencia, pues todo el mundo quería saber, escuchar y ver el desarrollo de los últimos acontecimientos. 

Gracias a esa prensa alerta, el pueblo descubrió una vez más, las madejas de intrigas y trampas con las cuales se entretienen algunos seres tras obtener poder. El infame chat de Telegram, que el periódico El Nuevo Día se encargó de imprimir para la posteridad, retrató la verdadera imagen de una docena de individuos. Los desnudó. Nos expuso sus ideas y prejuicios. 

Leímos estrategias para denigrar la labor periodística. Sabotear la verdad. Controlar la información y hasta destruir reputaciones de gente seria. Descubrimos su esquema pagado para crear cuentas falsas en redes sociales. Esas cuentas que se conocen en el mundo cibernético como “trolls”, cuya misión era atacar de manera inmisericorde a periodistas y comunicadores para minar su credibilidad. 

El afán estaba tan bien orquestado que un programa de radio de análisis se dedicada todos los santos días a disparar contra la prensa. Nos llamaron prensa imperial. “Prensilla”. Carga maletas. Corruptos. En fin, cuanto epíteto se les ocurría, lo vomitaban por las ondas radiales. Sin embargo, la verdad salió a relucir. Gran bofetada en la cara. 

Al final se supo todo. Se arrestó gente. Se acusó gente. Se descubrieron los esquemas. En todos estaba la cara de los políticos de oficio. De sus allegados. De sus lapas. De los malandrines que vienen al poder en busca del tumbe, de la listería y gansería. No había periodistas en el esquema. Los chicos malos volvieron a ser los de siempre. Los que apuestan a la política para pegarse a la teta del chupete. Los que son inversionistas políticos. Hoy son azules y mañana serán rojos. La historia ha sido así para ambos bandos. 

Usted amigo lector, debe sentir orgullo de la prensa de esta isla. Por décadas, se hace el trabajo contra viento y marea. De la manera más honesta, con datos que validan y dan fortaleza a la historia que se cuenta.

En estos días también se debe reconocer la labor del Centro de Periodismo Investigativo, que con gran paciencia ha armado reportajes de profundidad. El periodismo Investigativo toma tiempo, rigor, disciplina y compromiso. Lo hacen de una manera artesanal y merecen nuestro apoyo así como los donativos.

A todos los colegas, felicidades. Estoy orgulloso de cada uno de ustedes y de la labor que realizan. Al pueblo, siéntese seguro de sus periodistas, que no tan solo registran los eventos del día sino que registran a la posteridad, la historia.