En una ocasión, un amigo me comentó que cuando un político le diga que sí, debe interpretarlo como un quizás. Cuando le diga quizás, debe interpretarlo como un no, y si le dice que no, es porque no es político. En resumen, mi amigo establece que el político es un ser escurridizo que utiliza diversas artimañas para sobrevivir. 

En Puerto Rico tienen doctorados en ese particular. No existe diferencia entre un día nublado y la personalidad del político moderno. Ambos se manejan en un entorno gris. Sé que muchos van a brincar y uno que otro me va a escribir destacando que es injusta mi apreciación. Sin embargo, comparto algunas instancias que, a mi juicio, ejemplifica esta conducta. 

Tomemos el tema de los gallos de pelea. 

Los amigos galleros tratan de entablar por la vía judicial un caso que alimente alguna posibilidad de mantener con vida esta industria. Industria importante que mueve la economía, aunque no a los niveles que proyectan en sus argumentos. Su lucha es cuesta arriba, pues la prohibición se hizo a través de legislación federal. Para aquel entonces, la defensa realizada en los pasillos del Capitolio Federal fue muy tímida. Ese era el momento de concienciar y abogar por algún tipo de enmienda que permitiera a Puerto Rico seguir fuera del marco de la prohibición. 

No lo hicieron con la vehemencia que merecía el asunto. La mayoría de los políticos -con algún tipo de contacto de importancia- brillaron por su ausencia. Ahora gastan energías y dinero al hacerse amigos de la corte en un caso que a todas luces perderán. Lo hacen para ponchar tarjeta. Acumulan algún milagrito para cuando llegue la hora electoral decir “estuve contigo y di la lucha”. 

Con las pensiones sucede lo mismo. 

En la Legislatura sacan pecho al decir que no avalarán ningún recorte. La determinación parece estar en manos de la jueza Taylor y la Junta de Control Fiscal. Aún así, sacan pecho al asegurar que cualquier cambio requiere legislación. En Fortaleza, por su parte, recibían a los portavoces del comité negociador de los pensionados. Allí le aplaudían el acuerdo alcanzado. Ese acuerdo incluye recortes. Así vemos el doble discurso. 

En la Isla, los políticos utilizan a los medios para verbalizar su molestia contra la Junta y la endemoniada ley Promesa. Se pintan como los paladines de las causas justas. Curiosamente, el martes se dio una vista congresional que buscaba sentar las bases para enmendar dicha Ley. Modificarla profundamente. No acudieron como se esperaba. En su lugar, se entretuvieron con un asunto menor sobre quién habla mejor inglés, si los rojos o los azules. Sacan pecho diciendo que cumplieron con solo enviar una ponencia escrita. Gran hipocresía. 

No dicen la verdad. Saben que a pesar de todos los dolores de cabeza que la Junta nos puede dar, la ley Promesa también incluye la cláusula que evita que nuestros acreedores actúen en nuestra contra. Evita, además, el pago multimillonario de nuestra deuda, lo que agravaría nuestros pesares. 

Así se pasa el político en nuestro trópico. Lo triste es que lo sabemos. Nos dejamos engañar y terminamos diciendo “miénteme, Pinocho”.