El almanaque sigue deshojado hojas y nos acercamos a la fecha de inicio del próximo ciclo electoral. El verano nos dejó la euforia de la fuerza de un pueblo, que se tiró a la calle a expresar su malestar contra Ricardo Rosselló. Esa masa humana tenía intereses diversos para lanzarse a la calle. 

El ente unificador era responsabilizar a una persona como el eje central de ese mal, que le afectaba su entorno inmediato. 

Fue la clase artística la que convocó y la que logró unir esa masa detrás de ese único mensaje. La fuerza fue tan avasalladora que poco pudo hacer Ricardo Rosselló para mantenerse en el poder. 

Una vez logrado ese objetivo, el malestar bajó dramáticamente. Ocurrió igual que una olla de presión, que el vapor libera la energía centrada en su interior. Los vítores de victoria recorrieron el mundo y queremos pensar que estallidos sociales registrados en estos días, encontraron en nuestro ejemplo, el punto de partida a la suyas. 

Ahora bien, ¿esa masa que se lanzó a las calles curó sus heridas? ¿Solucionó todo con la salida de Rosselló? ¿El país mejoró de julio para acá? La respuesta debe ser un rotundo no. Queda camino por recorrer. Esa masa espera por un líder que apasione y guíe ese deseo de cambio.

De inmediato, no lo veo. 

Los que se están ofertando lucen como los mismos productos que la Isla ya ha consumido. Varían en el sabor, pero son los mismos refrescos. Necesitamos una sacudida drástica. 

Victoria Ciudadana aspira ser el vehículo de ese cambio. Han identificado el malestar que padece el paciente. Ofrecen medicina para muchos de los males viejos, como lo son el oportunismo, la corrupción y el acomodo razonable a la hora de mover el guiso del dinero. Tienen un reto grande. Están bien intencionados, pero aun necesitan esa figura que inspire y motive a esa masa a atreverse a romper con los paradigmas de siempre. Apostar que ocurrirá de manera silvestre, es muy quijotesco.

La figura de la sucesora del señor Rosselló asume un estilo distinto al de su predecesor. No levanta pasiones negativas y apaga los fuegos según van surgiendo. El malestar dormita. No se curó, pero duerme. Nadie la tiene contra doña Wanda y así, el dolor se adormece. 

Si ese líder no aparece entraremos a ese tramo electoral alentando a la apatía electoral. Retraerse no es bueno. Estamos en un sistema donde cuentan los que votan. Será loable decir: “yo no voté”, en repudio a los partidos que están, más sin embargo, no hará absolutamente nada para cambiar lo que tenemos. El fomentar esta actitud sólo dará vida a que esos personajes corazón del rollo acudan a las urnas y lleven al poder a uno de esos seres que representa más de lo mismo. 

Esa es la reflexión que debemos hacer en el otoño de 2019. 

Dibujar una sonrisa rememorando el verano, no basta. El cambio se tiene que seguir gestando. La criatura no ha nacido. El momento es ahora para poner manos a la obra. Si no se hace, en el otoño del 20 tendremos más de lo mismo, con la tristeza de que nos lo vamos a chupar por cuatro años. 

Espero que entiendan el campanazo de alerta.

“¿Esa masa que se lanzó a las calles curó sus heridas? ¿Solucionó todo con la salida de Rosselló? ¿El país mejoró de julio para acá? La respuesta debe ser un rotundo no. Queda camino por recorrer. Esa masa espera por un líder que apasione y guíe ese deseo de cambio”