Por muchos años, en el desaparecido periódico El Imparcial, el caricaturista Manual Morán publicaba sus dibujos en los que Cheo ponía en evidencia, de manera cómica y simpática, los problemas sociales que aquejaban al país.   

En el periódico había, pues, una página en la que salía el personaje Cheo.  Los políticos de la época debían portarse bien para evitar “caer en la página de Cheo”, al igual que hoy día las figuras públicas se cuidan de no “salir en La Comay”.  De ahí que aún hoy día, cuando queremos darle un buen consejo a alguien, le decimos que se cuide, no vaya a ser que “caiga en la página de Cheo”.  

En otros países, hay historias que son parte del folclor y que han generado expresiones que siguen presentes en la cultura popular.  En Cuba, por ejemplo, cuando alguien desaparece, los cubanos suelen decir que “voló como Matías Pérez”.  Resulta que, a mediados del siglo XIX, un portugués se radicó en La Habana, lugar donde desarrolló un interés por los globos de aire caliente.  En junio de 1856 quiso hacer un vuelo de exhibición, pero las condiciones del viento no le eran favorables.  Al final, decidió elevarse a pesar del mal tiempo y fue arrastrado por los vientos hacia el océano.  Jamás se supo más del pobre Matías Pérez… desapareció para siempre.  De ahí que cuando alguien se pierde, se dice que esa persona “voló como Matías Pérez”.

En España, cuando alguien está distraído, se afirma que esa persona “está en Babia”.  En Puerto Rico también lo he escuchado.  ¿Dónde es Babia?  Pues resulta que existe una comarca en la provincia de León, llamada Babia, en la que los reyes solían irse de vacaciones de caza.  Cuando algo urgente ocurría en el reino, los reyes no se enteraban por estar retirados y desconectados. Estaban en Babia.

Algo parecido ocurre con la expresión “estar en la luna de Valencia”.  Se usa mucho esta frase para referirse a alguien que está distraído, desconectado de la realidad.  El origen se basa en las antiguas murallas de la ciudad de Valencia, cuyas puertas se cerraban al caer la noche.  Los que no entraban a tiempo, se quedaban afuera bajo la luz de la luna y tenían que dormir allí.  Estas personas, por distraídas, se quedaban toda la noche “bajo la luna de Valencia”.

Las historias de los santos también están representadas en nuestras expresiones cotidianas.  Por ejemplo, en Puerto Rico, cuando decimos “a juyir Crispín” para implorarle a alguien que corra y se proteja, hacemos referencia a san Crispín, un cristiano a quien le cortaron la cabeza en el siglo III.  En esa época en que los cristianos eran perseguidos, muchos debían huir para salvar sus vidas.  Parece que Crispín no huyó a tiempo…

Otro santo que ha formado parte de nuestras expresiones es san Quintín.  Cuando en una fiesta un grupo de borrachos comienza a pelear y la fiesta se convierte en una zona de desastre, se dice que “se armó la de San Quintín”.  La expresión se refiere a una famosa batalla en el siglo XVI en el pueblo de San Quintín en Francia.  Al final, los españoles resultaron victoriosos, pero dejaron el poblado en ruinas y con un saldo de sobre 12,000 muertos.

La historia se ha encargado de regalarnos un sinnúmero de expresiones que aún habitan entre nosotros.  ¿Se te ocurren otras?