A todos nos pasa.

Hay días en que, simplemente, todo sale mal. 

No haces más que levantarte de la cama y, en la oscuridad de tu habitación, te tropiezas con la filosa punta del mueble, justo en la espinilla.  ¡Qué mucho duele eso! 

Piensas que un café mañanero te va a animar, pero justo cuando estás calentando la greca… se va la luz. 

Sin café en el sistema, te montas en tu carro y emprendes el largo trayecto hacia tu trabajo.  El tapón, como siempre, es insufrible.   Cuando por fin llegas a tu oficina, tarde una vez más, tu jefe, quien también está de mal humor, te recuerda cuál es el horario de entrada al trabajo.  Suspiras profundo, para evitar contestarle.

Según transcurre el día y enfrentas el estrés cotidiano, sientes cómo tu paciencia va disminuyendo y tu coraje contra todo lo que te rodea va aumentando; sientes un calentón interno que incrementa, como el fuego en un fogón.  Al final del día, regresas a tu casa en otro insufrible tapón. Te preparas para volverte a acostar, apagas la luz del cuarto y… de nuevo te tropiezas con el filo del mueble.  Esa es la chispa que enciende el fogón al máximo, y por tu boca salen palabras que no puedo reproducir aquí…

Estás ‘enfogonao’.

Esa palabra, muy boricua, la usamos para describir el alto nivel de coraje y frustración que sentimos.  Al igual que muchas de nuestras expresiones, esta también tiene una explicación. 

La palabra ‘enfogonao’ viene de ‘fogón’.  Es lógico: cuando nos molestamos, sentimos el calor interior de nuestro coraje que va en aumento, al igual que ocurre con el fuego en el fogón. 

Si te pones a pensar, nosotros tenemos muchas expresiones que relacionan nuestra ira con el calor del fuego.

Por ejemplo, decimos que estamos tan molestos ‘que echamos chispa’.  Cuando estamos de mal humor, le advertimos a quienes nos rodean que no nos molesten porque ‘estoy que prendo en candela’ o, simplemente, decimos: ‘estoy prendío’.  Hay una expresión muy relacionada que me encanta: ‘estoy como agua para pelar puercos’; los que han hecho este trabajo saben que los puercos se pelan con agua hirviente. 

De igual forma, cuando nuestro coraje está a flor de piel, afirmamos que ‘prendo de medio maniguetazo’.  Esta expresión pudiese hacer referencia, también, a la forma en que prendían los carros antiguamente, mediante el uso de una manigueta en la parte de enfrente del vehículo.

Otra manera caliente de expresar nuestro malhumor es cuando afirmamos que estamos ‘como agua para chocolate’, es decir, estamos que ardemos del coraje. 

La ira nos puede llevar a hacer o a decir cosas de las cuales luego nos arrepentimos.  Es muy común que, de tanto calor interno, explotemos como un ciquitraque (un ‘ciquitraque’ es un papel enrollado con pólvora que, al golpearse, explota).  Pues existe una expresión muy común que describe a la persona que pierde su compostura y se comporta de forma alocada a la menor provocación: ‘perder la chaveta’.

Se le llama ‘chaveta’ al anillo de las granadas que, al removerse, hace que exploten.  Así pues, cuando alguien pierde la chaveta, le ocurre lo mismo que a las granadas: explotan, pero de coraje. 

Hay muchas otras maneras de expresar con palabras lo molestos que estamos: ‘estoy encangrinao’, ‘estoy agitao’, ‘estoy envenenao’, ‘me puse como un guabá’, ‘estoy que corto’, ‘me sacó el mostro pa’ fuera’, ‘me puse como una fiera’, ‘estoy encojo…’, y un largo etcétera.

Como quiera que lo queramos llamar, lo importante es mantener el control, dejar que el coraje nos pase y vivir la vida con alegría. 

Échale agua fría al fogón…