“Hoy comienza una nueva etapa en tu vida.  En ella descubrirás que la calle está dura y que en el camino encontrarás piedras con las que vas a tropezar.  Lo importante es levantarse y seguir adelante, poniendo siempre tu granito de arena”.

Estoy seguro de que, lo que acabas de leer, lo has escuchado alguna vez en tu vida, posiblemente de la voz de un orador en una ceremonia de graduación.

Es casi como un llena blanco: ya sabes de antemano las frases recicladas que van a decir (que esta es una… nueva etapa en tu vida, que la calle está… dura, que hay… piedras en el camino, que hay que levantarse… y seguir adelante, que hay que poner… el granito de arena).  Son mensajes huecos y nada atractivos, porque ya tú sabes lo que te van a decir. Entonces, ¿para qué escucharlos? Mejor te desconectas y te pones a pensar en musarañas (por cierto, ¿sabes lo que son las ‘musarañas’ y el porqué de esa expresión? Sigue leyendo, y te explico al final…).

Esas frases hechas, esas ideas recicladas que todo el mundo utiliza, se les llaman ‘clichés’. La definición que nos da el diccionario de la Real Academia Española es “…idea o expresión demasiado repetida o formularia”.  En otras palabras, es sinónimo de poca creatividad, de repetir como el papagayo lo que todo el mundo ha dicho ya.  El cliché es el peor enemigo de todo comunicador.

Para llamar la atención, comunicar un mensaje que sea efectivo y que la gente lo recuerde, hay que romper con el cliché.  Es necesario buscar nuevas formas de decir lo que todo el mundo ha dicho ya.

A modo de ejemplo, recuerdo el caso de un motivador que fue a un hogar de mujeres maltratadas con el propósito de darles consuelo y aumentar su autoestima.  El orador hubiese podido recurrir al cliché y repetir lo que todo el mundo les había dicho ya en el pasado: “Ustedes son personas especiales, con mucho valor, bla, bla, bla…”.  Eso no hubiese tenido ningún efecto real en estas personas que, en el fondo, no se veían de esa manera.  

¿Qué hizo el motivador? 

Sacó de su cartera un billete de $20 y se lo enseñó a todas las mujeres maltratadas, y le preguntó: “¿Qué tengo aquí?”.  Todas contestaban: “Un billete de $20”.  

- ¿Qué valor tiene este billete? – preguntaba el motivador.

- $20 – respondían las mujeres

- Muy bien, ahora miren lo que voy a hacer con el billete…

En ese momento, arrugaba con su mano el billete, lo lanzaba con furia al suelo, lo pisaba, lo recogía, lo escupía, lo partía por la mitad y, al final, lo pegaba con cinta adhesiva.  El billete estaba todo machucado, doblado, maltratado.  Entonces, el motivador se lo enseñaba a todas las mujeres y les preguntaba:

- ¿Qué tengo aquí en mis manos? – 

- Un billete de $20 – respondían todas a la vez.

- Exactamente – les decía el orador. – Fíjense que el valor del billete no se perdió a pesar de todo el maltrato que recibió.  Lo mismo pasa con ustedes… su valor jamás se ha perdido, no importa el maltrato que hayan recibido.  Ustedes son como este billete de $20.

Era impresionante ver las miradas de las mujeres allí reunidas.  Por primera vez se dieron cuenta de su valor.  El éxito fue haberlo explicado de una manera distinta, impactante, alejada del cliché.

Y ahora, las musarañas.  ¿Qué son?: sabandijas. ¿A quién les importa?: a nadie.  Por lo tanto, no querrás que nadie prefiera pensar en musarañas en vez de escuchar tu mensaje.  

El secreto: evita el cliché.