Hubo una época en que ser un cornudo representaba un verdadero honor.

Cuenta la historia que, en la época de los vikingos, allá para la Edad Media, había una ‘hermosa’ tradición que le da origen al término, tan poco dignificante hoy día, de decir que ‘te pegaron los cuernos’. 

Resulta que los jefes de las aldeas tenían un privilegio muy singular: podían acostarse con quien les diera la gana, sin importar si la dama en cuestión era casada o no.  Este acto ‘oficial’ por parte del gobernante no era algo que debía mantenerse en secreto; por el contrario, se hacía muy evidente ya que la tradición era colgar su casco en la puerta de la residencia de la víctima de ese día.  Los cascos vikingos eran muy peculiares porque tenían dos grandes cuernos que los adornaban.  Así pues, la infidelidad se hacía evidente al ‘ponerse los cuernos’, a la vista de todos, en la residencia del esposo de la amante.  Según se cuenta, esto representaba un orgullo para el marido de que, en su casa y con su esposa, se encontrara el hombre de mayor poder de la comarca.  Sin duda, eran otros tiempos.

Resulta curioso notar que a pesar de que ‘cornudo’ (que tienen cuernos) era en su origen un término exclusivamente masculino, hoy día también puede aplicar a las féminas.  El diccionario de la Real Academia Española reconoce el uso de la palabra, tanto en masculino como en femenino: ‘cornudo’ y ‘cornuda’.  Aún así, en su definición, establece que la palabra se utiliza para definir a una persona que es objeto de infidelidad por parte de su pareja, “especialmente de un marido”.   

De hecho, de la historia de los cuernos se han derivado otros términos relacionados.  Quién no recuerda aquella exquisita canción de Los Cantantes que decía: “Que no me digan en la esquina, el venao, el venao.  Eso a mí me mortifica.  El venao, el venao”.  Bueno, todos sabemos que los venados se destacan por sus grandes y hermosos cuernos. Lo mismo pasa con aquella otra palabra, no apta para escribirla aquí, pero que parece referirse a un cabro grande. Estos animales tan bonitos también se destacan por sus grandes cuernos.  Como ves, todo está relacionado con aquella singular tradición vikinga.  

Por esa misma línea, en la Edad Media se origina otro término interesante: ‘ramera’.  Se le llamaban ‘rameras’ a las prostitutas de la época, una expresión que se consideraba menos vulgar o denigrante.  Al igual que ocurre hoy día, la prostitución era un oficio mal visto, y quienes practicaban ese trabajo tenían que hacerlo de una manera discreta.  Hoy vemos cómo algunas casas de prostitución se esconden detrás de algún negocio aparentemente legítimo como, por ejemplo, un centro de masajes.  Pues en aquella época los burdeles se hacían pasar por tabernas.  Por lo general, la manera de identificar que una taberna era, realmente, un burdel era colgando, en la puerta, un ramo de flores.  De esta manera, los potenciales clientes podían saber que un aposento con un ramo de flores en la puerta podía ser el lugar donde sumergirse en los placeres sexuales.  Es a causa de ese ramo que las prostitutas comenzaron a ser conocidas como rameras.  

Relacionado con esta tradición, se ha encontrado el siguiente texto escrito durante el siglo VI o VII: “Una rama colgada en la puerta, significa cuerpo a la venta”.

Ahí lo tienes: hoy aprendiste los orígenes de cornudo y de ramera.  Esto representa un excelente tema de conversación para cualquier velada entre amigos.  Sonarás como una persona culta…