A Manolo Rivera Cubano, relacionista público de hospitales, la vida le entregó una nueva ronda en la paternidad al encargarse de la crianza de su nieto, José Manuel, de 8 años.

Y, aunque reconoce que es una tarea difícil, armado de una gran fe, amor y un grupo de apoyo que siempre es solidario, cumple con la misión más importante de su vida: ser un abuelo papá.

Cuando las circunstancias de la vida lo llevaron a hacerse cargo de José Manuel, este contaba con tan solo tres años, por eso Manolo, como le conocen en los medios, está claro de que su presencia tiene un fin superior para su querido nieto.

“Tienes que estar preparado, porque la vida es un pestañeo. Hoy estás aquí y mañana no sabes qué va a pasar ni cómo va a cambiar tu vida. El nene y yo hemos vivido estos cinco años juntos, pero, a los 8 años ha pasado el huracán María, terremotos y una pandemia. Entonces tú dices, 'Dios mío, poder estar a su lado, apoyándolo y vigilándolo en estos momentos tan fuertes para un niño, es lo que más que me ha llenado”, asevera Rivera Cubano, quien asegura que la fe en Dios ha sido su fortaleza y la guía principal en la crianza.

Para José Manuel él es simplemente Abu y, entre risas, Manolo, cuenta que Abu se ha convertido en su alter ego, pues así le llaman los amiguitos de su nieto, los padres de sus amiguitos y hasta las maestras. En ese mundo de dos, Abu y José Manuel son inseparables, como muestra un dibujo que el niño le dejó sobre su almohada recientemente. Solo había cuatro corazones –dos tenían nombre: Abu y José. Una frase sirve de título y sello único a la improvisada postal: “Te amo mucho”.

El orgullo se apodera de este abuelo papá que ha tenido que aprender a reaprender y a tomar caminos que hacía años había dejado atrás. Reconoce que tuvo que bajar para comenzar a crecer con su nieto.

“Lo más complicado dentro de la crianza del niño ha sido realmente la parte social, la cuestión de los juegos y el entretenimiento para una persona como yo, que soy mayor de edad”, explica el relacionista público, a la vez que detalla que uno de los retos de la crianza actual consiste en la búsqueda de las mejores maneras de mantener entretenido al niño de manera balanceada y segura.

“¡Ese proceso es un poco agotante!”, exclama con un poco de alivio que denota que parte de ese proceso ya fue superado. Después de todo, hoy día los niños disfrutan de otros tipos de juegos y personajes que, para él, eran desconocidos.

“Para mí era un mundo nuevo. Me tuve que sentar a conocerlo, a ver quiénes eran (los personajes), a tomar muchas decisiones respecto a la tecnología, en lo que le permitía y en lo que no, y tuve que orientarme en términos de lo que era apropiado según su edad”, relata Rivera Cubano, al mencionar que esto fue un poco complicado por la diferencia de edad. “Usualmente, los padres con niños de esas edades son más jóvenes”, dice.

Pero, conocer ese nuevo mundo de juegos y de entretenimiento, y la ropa y la música de moda, no han sido las únicas situaciones en las que ha tenido que reinventarse. Para Rivera Cubano, la pandemia le abrió los ojos a toda una nueva experiencia en la que ha aprendido a valorar aún más la labor de los docentes del país.

Resalta que, en este contexto, lo que más les afectó, tanto al niño como a él, fue el homeschooling. Y no tiene reparos en decirlo abiertamente.

“Definitivamente, yo puedo levantar bandera y decir que el homeschooling no funciona porque la carencia de la parte social de estos niños y no poder compartir ni verse (con sus compañeritos y maestros) era evidente”, apunta el relacionista público, quien cree firmemente que a los niños les hace falta ese elemento social.

“Segundo, nosotros somos padres y abuelos, no somos maestros. Esa es una profesión para la cual se nace y con esta experiencia te digo que yo les haría un monumento a los maestros de Puerto Rico, porque aprendí lo que es la brega de un maestro en carne viva”, exclama muy seguro, mientras añade que, si bien comprende que el aspecto de la salud pública es primordial, no favorece la educación virtual.

“La salud va por encima de todo, pero ojalá podamos encontrar una forma de que regresen al salón de clases”, agrega, al recordar cómo fue ese primer encuentro virtual de José Manuel con sus compañeritos de clase, momento en el que a Rivera Cubano se le saltaron las lágrimas al ver la interacción de los chicos. Esa experiencia afianzó su creencia sobre la educación presencial.

Sin embargo, la pandemia también ha tenido otros efectos que han marcado a José Manuel y a su abuelo. Uno de estos fue el cierre inesperado de su escuela, Cupey María Montessori, y todo lo que esto implicaba.

“En Cupey María Montessori yo recibí un apoyo maravilloso de los maestros. Lamentablemente, el colegio en medio de la pandemia cerró y fue bastante doloroso porque eran como una familia para mí y para el nene”, destaca al comentar que, aunque ya matriculó al niño en su nueva escuela, St. Mary’s School, donde los recibieron con los brazos abiertos, no deja de extrañar la comunidad de padres, maestros y estudiantes que compartieron desde prekínder hasta tercer grado.

“Mi sueño era que se graduaran juntos”, dice con un tono de melancolía, que revela, también agradecimiento por haber encontrado un lugar idóneo para que José Manuel pueda continuar sus estudios el próximo año escolar. Mientras tanto, sigue orgulloso de que su niño tenga unas notas excelentes.

Pero, eso no es lo único que lo enorgullece de José Manuel, ya que lo describe como un chico “sumamente inteligente y muy respetuoso, que es un valor que le he inculcado, pero, más que todo, es muy amoroso e independiente, pero apegado a su familia también”.

Rivera Cubano considera que la crianza se enriquece cuando se hace con el apoyo de otros. Por ello, resalta que los consejos y la presencia de sus mejores amigas —a quienes llama las ‘hermanas de la vida’— ha sido fundamental.

“Durante todo este proceso, he tenido la suerte de contar con mis mejores amigas. Ellas son sus tías, sus abuelas y su todo. José Manuel también tiene el apoyo de su mamá”, destaca el experimentado relacionista público, quien afirma que esas mujeres fuertes, incluyendo su hermana, Lucy Cubano, que es la madrina del niño; su mejor amiga, Liliana Acevedo, a quien el niño llama Tata (abuela) y su amiga Brendaly Marcano, a quien calificó como un ángel, siempre le han ayudado cuando lo ha necesitado.

Es ese sentido de pertenencia y el amor que recibe José Manuel, los que han formado a un niño sensible, que ama a sus semejantes y a la naturaleza. De hecho, una de las actividades que más disfrutan juntos es rezar.

“Como soy un hombre de fe, lo he criado con mucha fe. Disfrutamos mucho esa parte. No nos acostamos sin orar”, dice con orgullo y emoción. “Es un niño con mucho sentido de humanidad”, menciona. Claro está, como a todo niño de su edad, le encantan los juegos electrónicos, actividad que su Abu limita y supervisa bien estrechamente.

A otros padres y madres que crían solos, Manolo Rivera Cubano les ofrece un consejo muy puntual: “Se tienen que hacer de una red de apoyo, ya sea de su familia, de sus amistades o de sus vecinos. Esto es indispensable. No lo puedes hacer tú solo”.

Su deseo más preciado es ver a su niño crecer y así le pide a Dios que le regale salud y años de vida para poder estar con él.

“Mi sueño es verlo graduarse de escuela superior… después yo sigo pidiendo para más adelante, para verlo graduarse de universidad, pero, de momento, pido a Dios que me deje verlo graduarse de high school”, expresa conmovido.

Al destacar que los niños y los jóvenes de esta generación han experimentado situaciones fuertes y que probablemente les han marcado, como un huracán mayor, terremotos y ahora una pandemia, pide a los padres no perder la fe.

“No perdamos la fe en estos tiempos, la que tengan y la que lleven, es indispensable y necesario que se la transmitamos a los niños porque debemos fortalecerles ese lado espiritual más que nunca”, finaliza diciendo.