En cada pueblo de Puerto Rico existe un colmado antiguo que desde su origen sirve las diversas necesidades cotidianas de su entorno comunitario con su variedad de productos en estantes, que van desde la higiene personal y del hogar, verduras, fertilizantes, equipos para mascotas domésticas o de corral y hasta para el mantenimiento de autos, todo enmarcado en un ambiente de genuina confraternidad.

Son lugares que, típicamente, se encuentran en cualquier barrio a la sombra de un viejo árbol y de los cuales se rememora a la abuela hacer sus compras o mandados con la seguridad de que ‘si hoy no tengo para pagar, me van a fiar’. Espacios sociales donde, por generaciones, las personas buscan pasar el rato de manera tranquila al tiempo que comparten anécdotas jocosas, unas deliciosas frituras o su bebida refrescante de predilección.

Esa es la tradición que aún se vive en el Colmado Palomar de Candelo, en Patillas, que por más de 60 años de manera constante atiende a la vecindad y a los diversos clientes que hasta allí llegan por la carretera costera PR-3 del sector Lamboglia, del barrio Los Bajos.

Acomodado bajo lo que fue en su momento un gigantesco flamboyán rojo -que ahora reverdece luego de los azotes huracanados de María y Fiona-, El Palomar se distingue a la vista del viajero curioso en búsqueda de comercios que representen al “puertorro” de antes.

El arroz con jueyes es preparado los viernes.
El arroz con jueyes es preparado los viernes. (WANDA LIZ VEGA)

Con semblante relajado y de apacible diálogo, su copropietaria, Idamaris Santiago Figueroa, atiende desde las 6:00 de la mañana al itinerante cliente que hasta allí llega, principalmente, para degustar la variedad de pastelillos rellenos con mariscos o carnes que le dan reconocimiento al local.

“Esto es un negocio familiar y así se trata al que llega. Desde todos los pueblos de la Isla vienen a comer y a pasarla bien”, comentó “Ida” como la conocen sus más allegados. “La cocina para platos criollos la abrimos los viernes y tenemos arroz con jueyes y habichuelas con patitas de cerdo. Servimos cabro en fricasé con arroz con tocino y hacemos conejo también. Los sábados y domingos hacemos sancocho”, detalló al enfatizar que su producto más buscado durante la semana son las frituras hechas en casa.

“Abrimos los siete días, pero de esos días nos especializamos en los pastelillos que son los más buscados por nuestros visitantes. La voz se riega y son las personas; nuestros clientes, quienes nos hacen la buena reputación que gozamos, porque se hacen con productos locales que vienen de los pescadores o agricultores del área”, destacó Santiago Figueroa.

Al quedar desempleada de un hospital en Guayama, Ida dejó atrás su profesión en administración de récord médico para adentrarse en la empresa que forjó su tío.
Al quedar desempleada de un hospital en Guayama, Ida dejó atrás su profesión en administración de récord médico para adentrarse en la empresa que forjó su tío. (WANDA LIZ VEGA)

La variedad que se ilustra en la vitrina principal va desde alcapurrias de jueyes y carne, pastelillos de carrucho, pulpo, langosta, jueyes, camarones, churrasco, pollo y otras tantas que en minutos se “desaparecen” entre los diversos clientes que por allí pasan.

“Los mariscos se los compramos a los pescadores del pueblo. Las verduras también son adquiridas a los agricultores de Patillas y las carnes son compradas a comerciantes del área. Todos compartimos ese concepto de ayudarnos a ofrecer lo mejor y más fresco que tenemos. Entonces el sofrito lo hago yo desde casa, al igual que las frituras. Ese sabor no lo consigues congelado”, puntualizó Ida.

Asistida por varios componentes de su entorno familiar en los quehaceres diarios del negocio, la empresaria menciona que resguarda los orígenes del Colmado Palomar, creado por su tío, don Roberto “Candelo” Figueroa, “al mantener a sus clientes contentos con amenas tertulias y chistes”.

“Él gustaba de compartir con las personas; hacer chistes y disfrutar. Cuando comenzó el negocio, era un colmadito de venta de verduras y luego se fue desarrollando hasta el Colmado Palomar, donde todavía conservamos su esencia. Vendemos las cosas que la gente necesita y hasta algunas que conservamos como parte de los productos que él tenía a disposición”, dijo Santiago Figueroa, quien por 22 años fue supervisora de récords médicos en un hospital de Guayama.

Los "grandes reyes" allí son los diversos pastelillos que se confeccionan.
Los "grandes reyes" allí son los diversos pastelillos que se confeccionan. (WANDA LIZ VEGA)

Al quedar desempleada, Ida fue “reclutada” por su tío para que atendiera la cocina de El Palomar y a partir de ese momento es que vino la innovación de la oferta culinaria que hoy se disfruta.

“Lo de las frituras ‘homemade’ lo comencé y ha sido bien recibida por la clientela. Si todas son sabrosas, los pastelillos de churrasco son un éxito. Los buscan muchas personas”, aseguró al adelantar que innovará en la preparación de pinchos de pollo y cerdo y en la confección de carne frita.

“Deseo hacer unas modificaciones sencillas a la estructura y a la oferta, pero sin cambiarla mucho, porque es eso mismo lo que le gusta a la gente. Recientemente, vino un turista que quedó fascinado con la comida; el lugar y el trato que se le dio. Ese vino solo y al rato de irse, regresó con toda su familia hasta que cerramos el local en la tarde”, comentó la copropietaria de El Palomar.

Más que frituras

Desde herraduras para caballos, escobas, herramientas para el ornato, aceites vegetales, velas, fósforos, baterías, ungüentos para el dolor muscular, múltiples productos enlatados de alimentos tanto para el consumo humano como para mascotas domésticas y dulces tradicionales hechos a mano, en El Palomar puedes entretenerte con el diverso inventario que busca satisfacer la necesidad inmediata y básica del cliente, del cual se dijo si es de confianza “puede coger fia’o”.

“Aquí hay de todo, pero lo mejor es que aun conservamos ese sentido de amistad que tío ofrecía. A mí me encanta el baseball y por las tardes pongo el juego de pelota para el disfrute de muchos que saben que aquí se pasa tranquilo. Atiendo a los que vienen a comprar e intercalo las conversaciones y vacilones con los que regularmente están aquí y con los que llegan por primera vez. Es una terapia que disfruto a diario”, destacó Santiago Figueroa.