Sé que el título de esta columna puede chocarle a algunas personas o puede ser incomprendido de primera intención, pero vamos con calmita para que vean lo que quiero decir.

Existen un sinnúmero de escritos sumamente inteligentes y reales sobre lo difícil que puede tornarse ser mujer en una sociedad como la que vivimos y, aunque son totalmente ciertas esas dificultades, no es exclusivamente de lo que se trata ser mujer. Tal vez estás pensando que hay una contradicción entre el título de la columna y la oración donde le doy la razón a los escritos que definen el ser mujer como el verdadero “challenge” de Tik Tok.

Una cosa son piedras en el camino por el mero hecho de ser mujer y otra muy diferente es victimizarnos utilizando nuestro género como si fuera una condición de salud. Reconozco que es muy normal que esto pase, porque desde pequeñas vivimos con el bombardeo de “no” y la razón para ese “no” es nuestro género: “Las niñas no hablan así”, “Las niñas no se visten así” , “Las niñas no juegan esos deportes” y, por ahí para abajo, estos “no” trascienden a nuestra adultez y nosotras mismas nos ponemos límites, gracias a ellos.

Esos límites se convierten en un autosabotaje y con el tiempo mutan como los X-men convirtiéndose en excusas autoimpuestas que nos llevan a ser víctimas de nosotras mismas y a usar nuestro órgano reproductor como pretexto para no explotar nuestro potencial.

¿Cómo es que siendo mujeres tan y tan fuertes, capaces de crear y dar vida, a la hora de lidiar con un insulto o un contratiempo, esa misma carta que nos hace únicas y fuertes la utilizamos para decir que no podemos aguantarlo porque somos mujeres? Y habiendo dicho eso, llegamos a mi parte favorita: “La carta de la mujer”.

Al igual que en la vida, en los juegos hay piezas claves que puedes utilizar para ganar estratégicamente un partido, pero, aunque es posible ganar usando la manipulación, eso se llama trampa y no es válido. De la misma manera estratégica debemos usar la carta de la mujer para ganar puntos importantes que nos lleven a la igualdad que tanto buscamos, pero si la usamos mal, si la utilizamos para manipular, nos resta. A lo mejor ganamos el partido, pero perdemos la batalla real.

Les confieso que la parte más difícil de escribir esta columna ha sido no utilizar la palabra “empoderar” o alguno de sus derivados. Esa palabra, al igual que “empresaria”, ha sido usada más que paño de cafetería, pero la realidad es que es necesaria para el mensaje que les quiero llevar.

El primer paso y la parte más difícil de tomar las riendas de nuestra vida sin las barreras que nos inculca el mundo (empoderarnos) es desaprender. Aprender es llenar de cosas nuevas nuestro cerebro pero, cuando nos toca borrar la data de nuestro disco duro, se nos tranca la computadora y la queremos tirar contra el piso. No es imposible eliminar la información que nos atrasa y sustituirla por la que nos llevará a ser más libres, pero, requiere mucho trabajo y valor el aceptar que cosas enseñadas por los seres que más amamos nunca fueron correctas.

No hablo de que no son correctas para el tiempo que vivimos, sino que no fueron correctas al nivel de que crearon la sociedad desigual que estamos tratando de cambiar.