La larga lista de ayudantes especiales del Departamento de Educación ha levantado una ola de reacciones de todos los sectores políticos y civiles de nuestra sociedad. Los analistas o comentaristas radiales a favor del gobierno han preferido disparar a los mensajeros, en lugar de analizar con profundidad el asunto.

El término preferido para identificar esos ayudantes especiales es “empleado de confianza”. Es un concepto viejo. Tan viejo como el bipartidismo que se ha alternado en el poder desde los años 60. Es la manera de acomodar allegados, premiar políticos derrotados que se sacrificaron en alguna posición en la cual sabían que nunca podrían ganar, mover a potenciales aspirantes y, al final del camino, los conocidos.

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Ahí caben todos. Esposos, esposas, hijos, sobrinos, nietos, ahijados y todo el árbol genealógico de los que estén conectados al gobierno de turno. Lo triste del asunto es que muchas de esas personas son meras batatas. Ocupan posiciones porque tienen un buen padrino político. De otra forma, no podrían optar los salarios que devengan.

Esa es la verdad. Esos comentaristas y analistas lo saben. Defienden el sistema y lo justifican. El propio gobernador, que saca pecho de vez en cuando, se mostró ofendido cuando los colegas periodistas le cuestionaron.

Pedro Pierluisi, gobernador
Pedro Pierluisi, gobernador (Xavier Araújo)

Disparó sin sonrojarse que era una cantidad ínfima en un gran presupuesto. Luego sacó la excusa de que eso no es nuevo. Que siempre ha ocurrido. En eso tiene razón. Pero, ¿justifica eso que siga ocurriendo? ¿Por qué no es él quien haga la diferencia?. El concepto de empleado de confianza debe ser utilizado para un personal exclusivo. Personas de alto nivel. Aquellas que cuenten con un “expertise” que amerite un salario fuera de los niveles salariales existentes en la agencia pertinente. Pero en Puerto Rico, esa no es la norma.

El premio es para alza colas. Personas que no dan el grado y, por temor a calentarse con el jefe político, no se atreven a despedirlo. Entones se da la penosa situación de contratar otro ayudante especial para ponerlo encima del que no sirve, para hacer su trabajo. Así, la grasa se sigue acumulando. Yo quisiera que el gobernador se indigne con la lentitud con la que se reparan las escuelas con columnas cortas. Con las escuelas de la zona sur, impactadas por los temblores. Con las escuelas que nunca están listas a tiempo al inicio de cada año escolar. Las escuelas que cuentan con pobre ventilación para enfrentar efectivamente el cambio climático. Con el rezago académico de nuestros estudiantes. Con el lento progreso de esos estudiantes en las pruebas de aprovechamiento. Con las trabas que se les ponen a las escuelas especializadas. Con la deficiencia en los servicios de educación especial. Con la marcada desigualdad salarial de los maestros, esa primera línea tan esencial que se indigna al ver esas listas de “ayudantes especiales” cobrando mucho, por hacer poco.

En fin, el Departamento de Educación, nos da una lección de prioridades trastocadas. Pero los ofendidos comentaristas y analistas no entran a comentar eso. Están en la “folloneta” de que todo es culpa de la prensa. Esa que pregunta, que cuestiona y averigua. La que saca a la luz esas listas de los ayudantes de especiales y los desnuda ante todos. Simplemente es un tumbe.

La prensa siempre es un sistema de peso y contrapeso. ¿Se imaginan si no existiera ese balance mediático? ¿Se imaginan un gobierno que tuviera el control de todo? ¡Tendrían un aparato de propaganda en el cual pintarían todo como si fuera ‘Alicia, en el país de las maravillas’!