Amo tanto nuestro idioma español, que el único tatuaje que tengo y que me hice luego de 55 años de vida, es una letra eñe en mi antebrazo. Es chiquitita, pero estará ahí conmigo hasta que la muerte nos separe.

¿Por qué la eñe?

Bueno, esa es la letra que nos identifica como hispanoparlantes. El español la tiene en el corazón de su mismo nombre.

Es cierto que nuestro idioma no es el único que cuenta con esta letra en su abecedario. Otros lenguajes, como el gallego, el asturiano, el vasco, el bretón, el tagalo en Filipinas, el senegalés y algunas otras lenguas indígenas de América la tienen también. Pero es el español el idioma que le ha dado fama, en parte porque somos 600 millones de hispanohablantes a nivel mundial.

Y no son pocas las palabras en nuestro vocabulario que tienen la eñe. En total, hay unos 15,700 términos que la usan, de los cuales unos 350 la presentan al inicio (ñono, ñame).

Su sonido requiere del uso de la lengua pegada al paladar y de la expulsión del aire por la nariz. A veces se nos olvida que nuestra nariz es útil no tan solo para respirar y oler; también funciona para hablar. Trata de decir la palabra ‘año’ con la nariz tapada. No suena bien, ¿verdad?

Esta letra no estuvo siempre en nuestro abecedario. De hecho, el latín no la tenía. Otras lenguas que también proceden del latín, como el francés, el portugués, el italiano y el catalán, sí tienen palabras que reproducen el mismo sonido que la eñe, pero mediante el uso de dos letras en vez de una.

Tomemos el ejemplo del nombre ‘España’. En francés e italiano se dice Espagne y Spagna (-gn), en portugués es Espanha (-nh) y en catalán es Espanya (-ny). ¿Te fijas? Dos letras para representar un mismo sonido, en vez de uno solo como ocurre en nuestro idioma.

¿A qué se debe esto? ¿Cómo surgió la eñe en el español?

Para responder a esta pregunta tenemos que remontarnos a los monasterios de la Edad Media. Los monjes que allí habitaban eran de las pocas personas en la sociedad que sabían leer y escribir. Muchos de ellos eran copistas, oficio cuya responsabilidad era reproducir los libros a mano. La imprenta no se inventó hasta el 1450, por lo cual cada ejemplar de cada libro debía ser escrito a puño y letra, mediante el uso de una caligrafía muy elaborada. ¡Un monje podía tardarse 10 años en terminar de escribir un ejemplar de la Biblia! Además, los pergaminos y las tintas que utilizaban eran costosos, por lo cual los copistas siempre buscaban la manera de acortar las palabras para ahorrar tiempo y dinero. Así fue como se ingeniaron la ñ para sustituir el uso de la -nn (‘anno’-’año’), la -gn (‘pugnus’-’puño’) y la -nio (‘senior’-’señor’).

Aunque no lo creas, en la década de los 1990 la eñe estuvo a punto de desaparecer. La Comunidad Económica Europea propuso eliminarla con el fin de poder uniformar los teclados de las computadoras. ¡Imagínate! Ante tal amenaza, varios sectores de la sociedad hispana alzaron su voz para evitarlo, y hasta el gobierno español aprobó un decreto real para salvarla de su condena. Aunque la eñe ganó la batalla, no fue hasta el 2007 que se incorporó a las direcciones de correo electrónico y de páginas web.

¡Qué hubiese sido de nuestro idioma si la eñe hubiese desaparecido!

Por suerte, sigue vivita y coleando junto a nosotros y, mientras dure mi vida, estará presente en mi piel…