“Se buscan hombres guapos”, leía el titular de una noticia publicada en la que se anunciaba la búsqueda de “los jóvenes más apuestos del país”, en este 100 x 35 que, afortunadamente, no se ha encogido. La convocatoria estaba dirigida a muchachos interesados en participar en varios certámenes internacionales de belleza que entraban a un listado y, desde ahí, serían seleccionados para el concurso tal o más cual.

Guapos, según el diccionario, implica que sean bien parecidos, hermosos, bellos, agraciados, atractivos, cosa que no me cuadra porque puede que quien para usted sea un adonis, para mí sea difícil de mirar. Y al revés. Prefiero la opción número dos del diccionario: acicalado, bien vestido, elegante, gallardo, porque para mi gusto, la guapura es algo más que las facciones supuestamente perfectas que encajan como piezas de rompecabezas y forman un rostro alegadamente bonito. La guapura es personalidad, inteligencia, simpatía y empatía, y esos atributos sí que hacen que un hombre sea atractivísimo.

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Pero bueno, retomando la búsqueda de papisongos y bellesurrios, valga la invitación para quien la quiera aceptar, que a ello tiene derecho. ¿Quiere usted participar porque entiende que es el más bonito? Pues, tire pa’ lante, hermano, participe y sea feliz.

Mis amigas solteras dicen que hay escasez de buenos candidatos a compañeros de vida. Sus exigencias han cambiado y lo que ansían es un hombre bueno, respetuoso, fajón y honrado. Para ellas funcionaría otro tipo de concurso, uno que busque al Mr. Caballerosidad, Mr. Inteligencia, Mr. Principios, Mr. Respetuoso. Vale más un hombre con los principios en su sitio que uno fortachón y de cuerpo culitrinco.

Cambiando a un tono más serio, Walter Soto León anunció su regreso al trabajo tras participar del nacimiento y disfrutar junto a su esposa Zugey Lamela la llegada de su hermosa hija Cecilia Victoria. Adivino que esos primeros días deben haber sido una sambumbia de alegría y emoción para la pareja, que tanto anhelaba tener ya en brazos a su niña. Deben estar extenuados, con ese cansancio espeso que producen los bebés al nacer y que lleva a los padres por una montaña rusa que va desde la ternura hasta el insomnio. Es un momento de amor perfecto, pero es duro a la vez.

El periodista no se reincorpora al espacio noticioso que compartía profesionalmente junto a su esposa, sino a uno que transmite en un horario más temprano. Sospecho que el cambio debe responder a la atención que necesita su pequeña. Debe ser difícil trabajar en el mismo horario y debe ser maravilloso que, dado ese cambio, puedan ambos atenderla.

Si es por esta razón, cosa que desconozco, Walter ha hecho lo que debe ser correcto para mantener el balance de su nueva familia de tres. Pocos lo hacen. Quizás pocos tienen la posibilidad. Casi siempre es la mujer quien “sacrifica” su profesión para cuidar y atender a los integrantes del hogar.

Llevamos la carga mayor, que se nos deposita como si fuera nuestra normalidad. Y no digo que no, pero lo cierto es que para la mujer es impactante que la maternidad -maravillosa, sublime y mágica- conlleve destetarnos y/o hacer cambios en la posición profesional que ocupemos y por la que tanto hemos luchado. Lo hacemos, sí. En la suma y en la resta, los hijos son lo más importante, pero no es menos cierto que perdemos un segmento de nuestros sueños que no se recupera jamás.

Una pena que no se inspiren en este tema para uno de esos concursos. Sería estupendo, ya me lo imagino, “Se buscan hombres comprometidos”.