Héctor ‘Picky Soto es uno de los grandes en la historia del voleibol boricua.

Para algunos es el más grande, ya que puso a Puerto Rico en el mapa mundial de este deporte.

Fue agrio porque el voleibol ya no verá más en cancha al número 12 del combinado nacional, con su pegada alta, tiros, dinqueos, y con un impresionante resumé de jugador internacional a nivel de clubes, pionero entre boricuas en firmar en ligas como Rusia, Japón y Corea.

Pero fue dulce porque se prestó el día para recordar al ‘flaco’, natural de Arroyo, que tuvo que trabajar duro su físico para convertirse en una máquina de hacer puntos y quien lo dio todo por su país.

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Entre familiares, líderes deportivos, entrenadores, y compañeros atletas, Soto dijo que se va en sus términos, en paz consigo mismo, sin presiones económicas, aunque sin paciencia para pasar una segunda temporada corrida perdiendo juegos por lesiones.

Inclusive, mencionó, que su gran eslabón perdido de su carrera - el jugar en unas Olimpiadas- ya no es tan importante en su resumé, porque tuvo la oportunidad de que sus dos hijos le vieran jugar.

Como dijo en la conferencia: “creí que estaría más sentimental. Eso prueba que tomé la decisión correcta”.

“Llega un día en que te levantas y te sientes que cumpliste con lo que te propusiste y con lo que no te propusiste. Estuve en lugares y situaciones que ni pensé, y llegó el momento de decir adiós”, agregó Soto, de 39 años y quien jugó con los Mets de Guaynabo en la pasada temporada, logrando su cuarto campeonato en la liga local pese a su ausencia en la final por una lesión.

El estelar jugador indicó que contempla mantenerse activo en el voleibol en las categorías menores

Hablaste de tu padre (Héctor, expelotero de Doble A) con sentimiento. ¿Quién es él para ti?

Quería empezar por agradecer a mi papá. A los 10 años empecé a practicar el deporte; no era voleibol, era baloncesto. Ya tenía unas habilidades y quería donquear. Mi papá me dijo que si quería donquear, tenía que practicar unos ejercicios que hacía Frankie Santana (subir escaleras). Ese día nació el Picky competidor, el que quería ser el mejor cada vez que tocaba la cancha. Ese día empecé a subir escaleras, a entrenar duro solo. Sepan (dirigiéndose a su señora madre María Lebrón también) que me retiro satisfecho de todo lo que logré.

Vino tu gente de Arroyo a apoyarte en el anuncio. ¿Qué significan ellos en tu vida deportiva?

César Díaz fue mi primer maestro de Educación Física. Me invitó a jugar baloncesto y por ahí empecé. Le agradezco todos esos años. Frankie (Santana) y Carlos (Figueroa) tuvieron la tarea de convencerme a jugar voleibol. Tengo que ser bien agradecido de ellos. Tuvieron una gran visión de que por ser alto podía explorar otras posiciones. Antes si tu eras alto, te ponían en el medio (posición). Fue muy importante para mí. Si no llego a estar en Arroyo, tal vez no hubiera jugado voleibol. 

De Arroyo saltaste a Túnez. ¿Qué representó esa primera liga que jugaste en el exterior?

Túnez es África. Es musulmán. Nadie hablaba mi idioma. Mi dirigente llegaba borracho a las prácticas. El contrato no era lucrativo; era mi primera experiencia. Aún así sobreviví. No me rendí. Esa experiencia me enseñó que tenía carácter, que saldría adelante en cualquier lugar.

¿Rusia fue igual de difícil?

Gracias al Mundial 2006 y la Copa del Mundo 2007, Picky Soto ya era un nombre reconocido y se entendía que era un jugador de nivel que ameritaba un intérprete y que tenía ciertos beneficios por haber alcanzado el éxito. Aunque fue difícil y es mucho más frío, Rusia no fue tan difícil como Túnez, en donde también estaba solo. Túnez fue más duro.

¿Cuáles son tus mejores recuerdos internacionales?

Tiene que ser ese primer juego contra Argentina en el Mundial 2006 (Puerto Rico ganó 3-2 con 38 puntos de Soto). La medalla de oro en Mayagüez 2010, la experiencia completa, de haber ganado (tercer oro corrido a nivel de Centroamericanos y del Caribe) y de haber celebrado con el pueblo justo después de la victoria puede que tenga más peso. Pero me acuerdo que en la conferencia de prensa luego del juego ante Argentina, la primera pregunta que me hicieron ni la contesté. Lo que dije fue: ¡Hola mundo del voleibol! Lo que hice con eso fue presentar a Puerto Rico como una nación revelante dentro del voleibol. Ese juego tiene esa importancia. Junto a mis compañeros logramos que le gente supiera del voleibol de Puerto Rico.

¿Te sorprendiste de lo que lograste en tu carrera?

Eso es algo que uno dice a puerta cerrada porque suena que uno mismo se está dando la patada. Sé lo que logré, lo que hice y estoy orgulloso. Suene como suene, pero siendo abierto, sobrepasé cualquier expectativa. Nadie se lo imaginó. Algún día me sentaré con papi a ver los juegos. Gracias a Dios mi carrera fue larga y la gente pudo ver mi evolución.

¿Cuando llegaste a Europa, tuviste que cambiar tu juego?

Europa me ayudó a pulir el juego, a verlo de una forma profesional, porque lo que fue la liga superior y la NCAA se podía ver como algo semi profesional; lo veía como un pasatiempo en ese momento que era un muchacho. El irme a Europa me abrió los ojos al profesionalismo, a ver aquellos jugadores, y me ayudó a entender cómo tenía que ser como jugador para alcanzar ese nivel.

¿Qué extrañarás?

La alegría que le dimos a la gente, que le gente me parara y me dijera ‘por poco me moría de corazón con el juego de ustedes anoche. Gracias por ganar’. Tengo que agradecerle al fanático esos veinte y pico de años que estuvieron conmigo. Los voy a extrañar.

¿Qué vas a hacer ahora?

Siempre voy a estar en el voleibol. Espero en un par de semanas cuadrar algo que tiene que ver con las categorías menores. (Dirigir) es una oportunidad, pero quizás empiezo más de afuera y luego me voy adentrando. Pero es una buena oportunidad para ayudar a la juventud.