La mujer, quien hoy día tiene 93 años, nunca  tuvo una vida con comodidades, pero aprendió a luchar por lo suyo  y logró echar hacia adelante a toda su familia con honradez y trabajo arduo.  

Sara se casó con su primer y único amor, Jesús Mulero Flores, cuando apenas tenía 18 años (él tenía 24) y, como fruto de ese matrimonio, tuvo siete hijos: cuatro varones -que ya han fallecido-  y tres mujeres.  

La muerte de sus cuatro hijos fue un golpe muy duro para ella y su familia. Sin embargo, la fortaleza  que siempre la ha caracterizado fue clave para que sus hijas y su esposo sobrellevaran esa gran tristeza, “porque ninguna madre está preparada para despedirse de sus hijos”, compartió nuestra Mujer Maravilla desde su hogar.   

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Sara estuvo casada con su esposo por 68 años. La muerte  fue la única capaz de separarlos. Desde el fallecimiento de don Jesús en el 2007, ella no ha vuelto a celebrar la Navidad, pero no ha perdido su buen sentido del humor. Como todo matrimonio, el suyo  sufrió altibajos, pero el respeto y el amor siempre se impusieron. 

La delicada situación económica que en muchas ocasiones vivió la pareja fue motivo de tensión, pero la mujer siempre se las ingenió para que sus hijos salieran hacia adelante. Su cónyuge llevaba el pan a la casa guiando carros públicos y luego camiones, pero un día enfermó y Sara tuvo que buscárselas para mantener a todos sus hijos. Ella recuerda que esa era la época de la Segunda Guerra Mundial y tener comestibles era casi un lujo.   

 “Para conseguir un solo galón de leche para mis hijos caminaba desde la calle Dolores hasta Barrio Obrero. Ya en  ese entonces no vivía en Río Grande”, contó.

Cuando su marido se enfermó, Sara salió a la calle a buscar trabajo y consiguió uno como planchadora en un hotel, donde estuvo laborando 30 años y sufrió dos quemaduras serias. El segundo incidente requirió que fuera hospitalizada por 16 días. Fue la primera vez en su vida que  visitó un hospital y la última,  porque al sol de hoy no ha tenido que regresar a ninguno otro. Actualmente,  sigue gozando de mucha salud y es una mujer muy activa. 

“Yo hago de todo. Lavo, cocino pero no mapeo, y estoy bien de salud porque nunca he bebido, nunca he fumado y toda la vida, desde chiquita, lo que comía eran vegetales, alimentos sin grasa y  viandas naturales”, distinguió la adorable mujer, quien es muy conversadora y ágil de mente.

De día, Sara trabajaba en el hotel y cuando llegaba a la casa, vendía  limbers a peseta. Pero eso no era todo lo que hacía para ganarse su dinerito y echar a sus hijos hacia adelante. En la parte de atrás de su casa, tenía una pequeña granja con  gallinas y vendía huevos por docena.   

“Hasta carbón llegué a vender yo... No quería que mis hijos tuvieran que ir  a recoger basura a la calle, quería que tuvieran un porvenir, que estudiaran y gracias a Dios, lo logré”, acentuó la mujer, quien tiene más de 20 nietos, 33 bisnietos y 10 tataranietos.