El día tiene 24 horas pero, en ocasiones, deseamos que tuviera muchas más porque parece que el tiempo no alcanza: escuela, trabajo, hijos, cuido de la casa, familiares, diligencias… ¡Es un lío de nunca acabar!

Dentro de esas 24 horas, sin embargo, lo último que hacemos es dormir y, en ocasiones, sacrificamos ese tiempo de restauración física y mental a favor de otras de las decenas de cosas que se nos apilan en la canasta del día a día. De hecho, hay quien prefiere no dormir si hay cosas que hacer, sin percatarse que, sin la cantidad de sueño adecuado, todo el día se siente como si camináramos por un pantano.

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La falta de sueño no solo causa problemas de atención, sino de salud. Desde comer de más para bajar tensiones hasta tomar café para mantenernos despiertos, pasando por el peligro de ponerse detrás de un guía cuando se está medio dormido, la higiene de sueño es un asunto vital.

¿Cuánto es poco, y cuánto es mucho?

Dependiendo de la edad y condición física, cada persona requiere unas horas de sueño fijas. Pero ojo, no necesariamente de corrido: nuestros antepasados dormían en “tandas”, o sea, al menos dos bloques de sueño separados y, en el interin, hacían otras actividades. Otros pueden dormir dos horas, trabajar, dormir otras dos, y así consecutivamente, sin mayores problemas de salud.

Nuestra rutina actual podría impedir tomar esas siestas y dividir el sueño en bloques puede no ser una opción. Lo que sí debería ser ley es la cantidad de tiempo que, a lo largo de esas 24 horas, destinamos a descansar.

Para saber cuánto debemos dormir, la Fundación Nacional de Sueño brinda la siguiente tabla:

Bebés (de 0 a tres meses): 14 a 17 horas.

Bebés (4 a 11 meses): 12 a 15 horas.

Infantes (1 a 2 años): 11 a 14 horas.

Infantes (3 a 5 años): 10 a 13 horas.

Niños (6 a 13 años): 9 a 11 horas.

Adolescentes (14 a 17 años): 8 a 10 horas.

Jóvenes adultos (18 a 25 años): 7 a 9 horas.

Adultos (26 a 64 años): 7 a 9 horas.

Adultos mayores (65 en adelante): 7 a 8 horas.

La Fundación es enfática en aclarar que cada persona es distinta y puede necesitar más o menos horas de sueño, pero saltárselas o dormir de más no es saludable. Tampoco es cierto el mito que, durante los fines de semana, uno “recupera” lo que no durmió de lunes a viernes: esas horas, simplemente, nunca volverán.

Entre los consejos para una higiene de sueño saludable, mencionan los siguientes:

1. Ten una rutina diaria y no la saltes los fines de semana. Siempre despiértate y acuéstate a la misma hora.

2. El ejercicio diario y la buena alimentación son la base de una buena noche de descanso. Las “jarteras” nocturnas, tomar mucho café o bebidas con cafeína y pasársela sentados frente al televisor o con celular en mano, sin moverse por horas, no hacen ningún favor a nuestro ciclo de dormir.

3. Un cuarto ideal: verifica la temperatura, la comodidad de la cama e incluso la iluminación, porque todos estos factores pueden incidir en tu calidad de sueño.

4. Recoje el cuarto: un reguero provoca ansiedad y, por lo tanto, quita las ganas de dormir.

5. Cuidado con los equipos electrónicos: antes era la tele la que nos robaba las horas; ahora se sumaron el celular, la laptop y las tablets. Si te gusta chequear internet en la cama, hazlo, pero “desenchúfate” al menos dos horas antes de la hora de dormir. Está probado que el brillo de las pantallas espanta el sueño.

Si, pese a todos estos cuidados, encuentras que no puedes dormir bien o que siempre estás fatigado, visita a tu médico para una evaluación porque podrían haber otras causas que estén interfiriendo con tu descanso. 

¡Buenas noches!