Orlando. Las heridas del cuerpo comienzan a sanar, pero las del alma sangran como el primer día. 

En medio de su dolor, abrió un espacio para contar a Primera Hora  el terror de esa noche y ver si de alguna manera su testimonio ayuda a combatir el odio. 

Según contó el joven vía telefónica, porque tan pronto fue dado de alta se marchó de Florida, a minutos del terrible atentado que cobró la vida de 49 personas en el club Pulse, se encontraba compartiendo con  Yilmary y Jonathan Camuy, otra de las víctimas. 

“Estábamos bastante cerca de la puerta hablando cuando comenzó todo. Ni siquiera me tiré al piso. Me caí por el corre y corre. Me golpeé tan fuerte en la cabeza que pensé que me habían disparado porque me dolía. Recuerdo que comencé a tocarme para ver si tenía sangre, pero no encontré”, relató,  a la vez que explicaba que estaba tirado en el piso cuando el hombre descrito hasta ahora como el único  autor de la masacre, Omar Mateen, entró al popular negocio. 

Relacionadas

“Como todos corrían, perdí de vista rápido a Mari (como conocía cariñosamente a su cuñada) y a Jonathan... No los veía”, explicó el boricua. 

“Caí en el piso doblado con la frente en el piso. Las sillas del área VIP cayeron a mi lado. Yo estaba como en posición fetal. Ahí veo a la persona (Mateen) como tal, veo su ropa, veo su arma. Ahí siento que me da (un balazo) en el muslo izquierdo. Agaché la cabeza y dije: que sea lo que Dios quiera. Pensé que iba a morir”, recordó sobre el momento en el que, según recalcó, los tiros no paraban. 

Cuando William pudo levantar la mirada de nuevo, sostuvo que vio al fondo una de las salidas con una verja que había sido rota por un grupo  en medio del desespero por salvar sus vidas.  Así que se levantó y corrió a la calle sin parar. 

Desesperación extrema

Una vez se alejó de Pulse, de prisa  llamó a su mamá por FaceTime para contarle lo que estaba pasando. 

Al responder, los gritos de la mujer imperaron al saber que   William estaba herido de bala.   

“Regresé corriendo al lugar para buscar a Mari y la Policía me paró. Llegó una patrulla y ahí, según me cuenta mi mamá, que estaba viendo todo por teléfono, me montaron en el carro para llevarme al hospital. Entonces, perdí el conocimiento”, reveló. 

Explicó que, una vez en el hospital, al despertar comenzó a gritar el nombre de su cuñada y tuvieron que amarrarlo en la camilla porque  quería salir a buscarla. 

Para colmo, en el hospital , en un momento personas pensaron que el sospechoso del ataque había llegado hasta allí y todos y muchos empleados  se escondieron. 

William dijo que seguía amarrado en la camilla, asustado, pensando en la mamá de sus sobrinos y en su amigo. 

Narró que fue necesario ponerle sedantes tres veces para poder controlarlo. 

Más tarde, un policía lo llamó para preguntarle especificaciones que pudieran identificar a Yilmary.  Eventualmente un tatuaje fue la señal que permitió  confirmar que la joven era una de las víctimas fales. Jonathan Camuy, su cercano acompañante al inicio del tiroteo, también fue encontrado muerto poco después.  

Ese domingo en la tarde, William decidió irse inmediatamente de la Florida. 

“No voy a mentir, no creo que vuelva a Florida”, sentenció firme el joven puertorriqueño.

 Al igual que William, otros sobrevivientes del atentado pudieron articular ayer sus vivencias. Arnold Suárez contó que recibió dos balazos y estuvo atrapado tres horas en el baño donde gente falleció desangrada a su lado. 

En su caso recibió un balazo en la rodilla y otro impacto en un hombro. Sin embargo, expresó que sintió la presencia de Dios en momentos de crisis, cuando imperaron los rezos en el baño. 

Relató que por teléfono pidió a la Policía ayuda siete veces. Mientras alentaba a una mujer herida a su lado."Sigue respirando. Vamos a sobrevivir", explicó que le reiteraba. La joven expiró poco después a su lado. "Doy gracias a Dios que estoy vivo...Aprendí a aprecier mi vida", relató  en entrevista radial con Noti Uno.

Perdió siete amigos

Francisco Pabón, de 22 años, natural de Caguas y residente en Orlando hace tres años, perdió a siete amigos esa terrible noche. Otros cuatros están todavía hospitalizados, pero estables, manifestó ayera  Primera Hora. 

“Me encontraba en la parte de atrás en la terraza y escuché las detonaciones. Todos pensamos que era parte de la música porque estaba sonando reguetón. Mi amigo es el primero que me dice que me tire al piso, pero yo estaba en shock. Él me baja y vemos cómo una persona rompe la verja de madera. Mi amigo trata de que yo corra pero estaba como un bloque. Te digo que escuché como 40 disparos en 50 segundos”, contó el joven estudiante del Valencia Community Collage. 

Según recordó, su mente estaba en blanco, quería salir del lugar pero no podía pensar. Una vez comenzó a correr, no paró incluso cuando ya veía a los policías. 

“Lo más horrible fue el enfrentamiento, cuando los policías detonaron aquello y comenzaron los disparos. Te digo, no se lo deseo ni a mi peor enemigo”, mencionó. 

Francisco agradece estar vivo, pero asegura que cambió para siempre. 

“Me entregaron el carro mío hace cuatro horas y lo conduje dos cuadras y se sentía diferente. No lo puedo explicar”, mencionó tras asegurar que buscará ayuda porque reconoce que la necesita.

Trámites inaplazables

Ayer la gente de ciudad de Orlando intentaba regresar a la normalidad.

Ahora todos los familiares de las víctimas fatales han sido notificados y alrededor de 20 cadáveres ya habían sido entregados a los familiares.

En Orlando, varias funerarias completaban los primeros preparativos de los velatorios y los dolientes se reunían en las capillas para realizar los ultimos tributos a sus seres queridos.

En algunos casos los velatorios continuarán en los pueblos natales de las víctimas, como ocurrirá con algunos boricuas.

Mientras, sigue el trabajo intenso por la recuperación de quienes se debaten entre la vida y la muerte en hospitales de una ciudad que jamás volverá a ser la misma.