“Se va la razón de mi vida”, decía sin consuelo Yesenia Suárez al despedirse hoy de sus dos hijos, de 18 y 20 años, antes de que los jóvenes abordaran un avión con destino a Miami porque al sector Candelario del barrio Sábana Hoyos, en Arecibo, donde reside la familia “no había llegado ayuda”.

Minutos después, Fernando Castillo arribaba a la Isla con cuatro maletas repletas de artículos para sus abuelos y otros familiares en Cayey y Bayamón, a los que el huracán María, como a tantas familias puertorriqueñas, les arrebató sus pertenencias.

Esa estampa se repetía una y otra vez ayer en el Aeropuerto Luis Muñoz Marín, en San Juan, donde cientos de puertorriqueños atestaron el terminal A. Unos se iban con familiares en la diáspora y otros, llegaban al terruño, para tenderles la mano a parientes y seres queridos.  

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Yesenia Suárez, quien estaba con su esposo, Ramón Águila, dijo que están desesperados y que su hermana Odalys, que reside en el condado de Hialeah, en la Florida, “me mandó a buscar los nenes”, Thalía Esperanza y Antonio René.

Narró que desde que pasó el huracán no han podido abrir su “colmado-cafetín” y no han podido generar ingresos. “La Ley Seca, aunque supe que la quitaron hoy, nos ha afectado mucho. La situación es muy difícil”, sostuvo la mujer, quien no paraba de llorar. 

“La UPR en Arecibo quedó destruida y no sabemos si mis hijos podrán estudiar. En la casa no tenemos agua ni luz y no tenemos planta (eléctrica). Para comunicarnos con la familia tenemos que venir a Bayamón y es muy difícil conseguir gasolina. Las filas de hielo son de cuatro horas para que te den dos bolsas por familia”, añadió.

“Yo vivo por ellos; vamos a ver si en la universidad de Miami los cogen y les convalidan los créditos. Mi hija dice que va de vacaciones y qué si esto se recupera y la Universidad abre, volverá. Ella quiere estudiar medicina”, sostuvo Suárez.

También se despedía de su madre la estudiante de la Universidad del Sagrado Corazón, Kerian Núñez, quien se iba con su tío a Los Ángeles. “Claro que vuelvo, una vez se restablezca todo”, dijo la joven. 

Otros pasajeros, Milagros (Milly) Cruz y su esposo, Manuel, se iban en otro vuelo rumbo a Nueva York, pero por razones distintas.

A los 16 años, Milly emigró a la Ciudad de los Rascacielos, donde vivió por muchos años. Hace 17 años la familia regresó a Puerto Rico y se estableció en Caguas. “Ahora vuelvo a Walden, Nueva York, donde era nuestra última residencia porque estamos solos y mi esposo está enfermo. Nos vamos en busca de servicios médicos”, dijo para agregar que su esposo sufre del mal de Parkinson.

“Me voy con dolor en el alma, dejar mi casa y mis cosas. Espero volver cuando Puerto Rico se recupere”, agregó Cruz.

Y mientras la familia Cruz se iba, Fernando Castillo, un joven de 20 años que emigró a Filadelfia, aseguró que desde el viernes pasado estaba tratando de tomar un avión para llegar al barrio Cercadillo, en Cayey.

“Mi abuelo lo perdió todo en Cayey. Mi abuela también. Vine a traerles lo que necesiten y a ayudarlos”, expresó Castillo, cuya madre es residente de Bayamón. Añadió que muchos de sus familiares les pidieron abanicos portátiles, baterías, lámparas y comida enlatada.

“Gracias a Dios en mi trabajo me dieron permiso”, sostuvo el joven, que trabaja en una farmacéutica y también es estudiante de mecánica de aviación.

Nilda González llegó “con un dolor doble” con un grupo de familiares desde Patterson, Nueva Jersey. “Mi hermano Reinaldo falleció el viernes 22 de septiembre. Después de la tormenta le dio un ataque al corazón y es el único hermano que tenemos en Puerto Rico. El dolor es doble, Puerto Rico, mi país y mi pueblo, Villalba están destrozados y a mi hermano lo voy a ver una caja”, lamentó la mujer.