Llegó a mis oídos una controversia suscitada en un programa de esos que andan rompiendo récords de audiencia en Puerto Rico.

Tal parece que una famosa insinuó que los puertorriqueños no sabemos lo que es una ‘alberca’.

La realidad es que, en Puerto Rico, le decimos ‘piscina’ a lo que en México y en otros países de Centroamérica le dicen ‘alberca’ para referirse a lo mismo.

Dudo que haya muchos puertorriqueños que exclamen: “¡Tengo ganas de darme un chapuzón en la alberca!”.

Si nos ponemos técnicos, y miramos las definiciones que da el ‘Diccionario de la lengua española’, veremos que hay un matiz que diferencia ambos términos. Veamos:

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Alberca: “Depósito artificial de agua, con muros de fábrica, para el riego”.

Piscina: “Construcción que contiene gran cantidad de agua y que se destina al baño, a la natación o a otros ejercicios y deportes acuáticos”.

Así que, de salida, si nos dejamos llevar puramente por la definición del diccionario, veremos que hay una diferencia contundente entre una ‘alberca’ y una ‘piscina’. Sus funciones son diferentes: la ‘alberca’ se utiliza para almacenar agua con fines agrícolas, mientras que la ‘piscina’ es para divertirnos mientras nadamos y chapaleteamos.

En la piscina hay que dejar prendido un filtro para mantener el agua en óptimas condiciones; se le echa cloro y otros químicos que nivelan el pH del agua de manera que esté apta para bañistas. En la alberca, sin embargo, todo este proceso no es necesario, ya que el agua se utiliza para el riego de las cosechas. La funcionalidad, por lo tanto, es diferente.

A pesar de esto, hay países que utilizan el término ‘alberca’ como sinónimo de ‘piscina’, y eso está bien: cada país tiene sus propios regionalismos. En Argentina y Uruguay, por ejemplo, le dicen ‘pileta’ a la ‘piscina’, cuando en Puerto Rico ese mismo término se utiliza para referirse a una “pieza de cemento en la casa, donde cae o se echa el agua, más generalmente usada para el lavado de ropa y de los paños con que se friegan los pisos”, según lo define el ‘Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico’.

No hay problema con todos estos diversos regionalismos. Un mexicano, por ejemplo, es muy poco probable que sepa lo que es un ‘chinchorro’ o un ‘zafacón’ o un ‘límber’ o cualquiera de los 23,000 términos o expresiones que son puramente puertorriqueños.

Por lo tanto, si nosotros los puertorriqueños no decimos ‘alberca’ para referirnos a una piscina, o ni siquiera sabemos lo que significa, pues no pasa nada. Es normal.

¿Acaso sabemos que en Uruguay le dicen ‘cana’ a la ‘policía’? ¿O que en Argentina los jóvenes van al ‘boliche’ en vez de a la ‘discoteca’? ¿O que los niños en Guatemala son ‘güiros’, y que la ‘palta’ es el término que los peruanos utilizan para referirse al ‘aguacate’? ¿O que la ‘guagua’ que nosotros decimos en Puerto Rico significa ‘bebé’ en Chile? ¿O que a la ‘chiringa’ que volamos en el Morro se le conoce como ‘cometa’ en otros países? Y así pudiéramos continuar…

Cada región tiene sus propias palabras. Dentro del mismo Puerto Rico tenemos términos que no significan lo mismo entre un pueblo y otro. Si no me crees, piensa en el eterno debate entre el ‘pastelillo’ y la ‘empanadilla’.

Al final, toda la controversia creada por la ‘alberca’ ha tenido un resultado positivo: ahora todos sabemos que en México le dicen así a la ‘piscina’.

¡Quién sabe si algún día este conocimiento nos será útil para algo!

Si no, pues por lo menos nos mantuvo entretenidos por un rato…