Al igual que ocurrió de seguro entre millones de argentinos en el mundo entero, el cierre de la Copa Mundial de fútbol Brasil 2014 tuvo este domingo un final agridulce también en suelo boricua.

Los rostros de la concurrencia reunida en el Restaurante Gauchos de Hato Rey al sonar el último silbatazo del juego de campeonato eran una muestra evidente de pesar y decepción. Argentina había perdido la final del Mundial, 1-0 en tiempo extra, ante Alemania, primera selección europea de la historia en ganar la Copa en territorio americano.

Argentina, más aún, perdió la oportunidad de ganar su primer campeonato desde que venció 3-2 a los alemanes en la final de 1986, y en un partido disputado en el mítico Estadio Maracaná en Río de Janeiro, en la catedral futbolística de sus archirrivales vecinos brasileños.

Relacionadas

No obstante, los argentinos en la Isla buscaban la forma de encontrar un lado positivo al momento. Era su primera participación desde que Alemania también los venció 1-0 en Italia 1990.

“Comoquiera siento mucho orgullo después de 24 años sin haber llegado a la final. Fue un buen trabajo y Alemania es un gran equipo”, dijo Liliana Bordón, natural de Buenos Aires.

“Orgullosa de la Patria y del equipo. Dejaron en el terreno más de lo que se podía. Feliz comoquiera”, agregó la entusiasta dama.

En medio de un desfile de humeantes tablitas llenas de carne y todo tipo de refrigerios, la tensión se adueñaba del local según pasaban los minutos, con gritos y alaridos de esperanza o angustia en cada jugada que representaba peligro de gol para cualquiera de los esforzados oncenos.

Para los argentinos, en especial, era otra jornada de angustia y sufrimiento, tras los seis apretados triunfos anteriores en camino a la gran final. Esperaban otra genialidad de su gran astro, Lionel Messi, que nunca llegó.

“Estoy en una tensión grande por este partido. Argentina no termina de anotar un gol. No pude casi ni comer. Estoy sumamente nervioso, aunque estar en la final es una felicidad única. No sé si pueda ver otro Mundial”, comentó don Rubén Rumbolo, de 72 años de edad, oriundo de Buenos Aires y radicado de forma permanente en la Isla desde 1976.

En otra esquina del amplio establecimiento, dos puertorriqueños disfrutaban las incidencias del partido con preferencias opuestas.

“Estoy con Argentina desde que empezó la Copa en realidad por Messi. Ya es hora de quitarle el recuerdo a Maradona y que pase Messi”, opinó Jesús Daniel Ríos, vestido con una camiseta albiceleste, mientras su amiga, Carla Ruiz, vestía una franela alemana con la única intención de llevarle la contraria a su acompañante.

“Por eso mismo, porque es divertido”, afirmó Ruiz con una pícara sonrisa, y Ríos, por su parte, aseguró que “esa camisa de ella yola quemo hoy (ayer) mismo”.

Entre tensión, ansiedad y agonía siguió la jornada hasta que, ya en el segundo tiempo extra, llegó el gol decisivo de Mario Goetze que cayó como balde agua congelada sobre la hinchada argentina.

Poco después, en la última oportunidad argentina, un tiro libre de Messi se perdía en el vacío junto a la ilusión de sus millones de compatriotas.

“Faltó un poco más de la magia de Messi, pero la defensa de Alemania es muy fuerte. Fue el mejor equipo del Mundial sin lugar a dudas. Alemania se merece el campeonato”, puntualizó Bordón, y Guillermo Gsottschneider, codueño del restaurante, puntualizó que “llegar a una final es una cosa muy importante. Como argentinos estamos orgullosos de haber jugado en la final, y más contra una potencia como es el equipo de Alemania”.