Se piensa, y estudios así lo han sugerido –sobre todo en libros de autoayuda– que tener más sexo aumenta los niveles de felicidad. Pero no.

En una investigación para examinar la conexión causal entre la frecuencia de las relaciones sexuales y la felicidad, investigadores de la Universidad Carnegie Mellon le asignaron a algunas parejas tener más sexo que otras para observar cuán felices estaban durante un periodo de tres meses.

Al final resultó que estar más activas sexualmente no añadió felicidad a la pareja, en parte porque la frecuencia provocó una disminución del deseo y del disfrute del sexo.

En el análisis publicado en el Journal of Economic Behavior & Organization y reseñado por el portal EurekAlert!, se detalla que participaron 128 personas heterosexuales con buena salud entre los 35 y 65 años, y que estaban casadas. Al primer grupo no se les dio ninguna instrucción y al segundo se les pidió que duplicaran la frecuencia de sus encuentros sexuales.

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Para establecer las bases y poder comparar el índice de felicidad, al comienzo del experimento las parejas contestaron una encuesta y luego diariamente y de manera cibernética respondieron a varias preguntas sobre salud, felicidad y disfrute sexual.

Las parejas con indicaciones de aumentar la frecuencia sexual cumplieron su parte, pero no estaban más felices. Incluso, algunas manifestaron una disminución de la alegría. Al tener menos deseo sexual pero aún así sostener relaciones sexuales, las parejas se lo disfrutaban menos.

El investigador principal del estudio, George Loewenstein, reconoció que quizás el disfrute sexual de las parejas había mermado porque la actividad respondió al pedido, no algo voluntario. Indicó, además, que quizás si el estudio se repite con un entorno más sexy a lo mejor el resultado es dintinto. Como ejemplo mencionó ubicar a las parejas en habitaciones de hotel y tener disponible a alguien que se encargara de los hijos de las parejas.