Una chequeaíta a las duchas, un conteo de las bolsas de ropas clasificadas por género y tallas y, muy importante, revisar los kits de prevención con profilácticos, material para desinfectar jeringuillas y otros productos de higiene.

“Estamos ready… ¡vámonos!”, dijo el manejador de casos Josué Rodríguez antes de montarse en el tráiler del programa de Alcance Comunitario de La Perla de Gran Precio, una institución de base comunitaria que desde 1986 provee albergue de emergencia y transitorio a personas VIH, con problemas de adicción a drogas o alcohol.

Aunque la organización está dirigida a impactar mujeres, tiene acuerdos colaborativos con otras instituciones para juntos ayudar a rescatar de las calles a personas sin hogar – sin importar su género- a través de programas de impacto que se llevan a cabo semanalmente en diversos pueblos de la Isla.

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Para el 2015 la población de personas sin hogar ascendía a 4,518, según datos recopilados por el Departamento de Vivienda Federal y Desarrollo Urbano. De éstos el 76% son hombres y la gran mayoría (sobre el 56%) deambulan en San Juan.

Aquella mañana nublada Josué y otros miembros de La Gran Perla llevarían los servicios de alcance comunitario al redondel del Centro Médico, en Río Piedras, un área bien concurrida por deambulantes del área metropolitana. Algunos viven en las inmediaciones del centro hospitalario, otros pernoctan en la estación del Tren Urbano que queda cerca, mientras otros tantos se dan la vuelta por el área cuando van a recibir un tratamiento de metadona en una clínica de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca) que queda relativamente cerca.

 “Vamos a ver si llegan… porque muchas veces los días de lluvia no van”, dijo Josué al tiempo que explicaba que la función de la organización para la que labora hace 22 años sería en esta ocasión proveer un espacio de higiene a los participantes y recortarles el cabello, a los que así lo solicitaran.

En el área, indicó, habría también personal del Ejército de Salvación dándole alimentos a los indigentes y un equipo de trabajo de la organización sin fines de lucro “Solo por hoy”, cuya misión era ofrecerles el ingreso a un programa de rehabilitación a los deambulantes que accedieran a recibir ayuda.

El reloj marcaba las 9:00 de la mañana cuando los camiones fueron instalados en la zona designada. Pasaron pocos minutos cuando se escuchó una voz de hombre decir: “Míster, ¿aquí es que están dando ropita y café?”.

“Sí, campeón, ven pa’ ca”, contestó con afecto Héctor Rodríguez, trabajador social de la Perla de Gran Precio.

Tras una breve entrevista, Héctor supo que el primer “cliente” del día era un hombre de 54 años al que apodan “Budín” y que deambula en las calles de Río Piedras hace más de un año desde que falleció su mamá y se quedó sin un hogar seguro. 

“Pero el problema grande mío, misi (dirigiéndose a esta reportera), es que he tenido una vida bien traumática porque desde los 14 años estoy en las drogas… mírame como estoy. Mira estas llagas”, dijo mostrando unas úlceras en sus piernas.

Budín no lo pensó dos veces y se recortó el cabello. También se acicaló la barba y se dio un baño con agua tibia. “Chacho, estoy nítido”, dijo quien expresó tener interés de ingresar a un hogar de rehabilitación. Pero la historia cambió, y Budin nunca regresó a completar el papeleo.

A menudo que pasaban las horas, llegaban más personas. Conversaban entre sí, evidenciando que se conocen unos a otros.

Cerca de las 11:00 de la mañana se observó una mujer. Su ropa – un legging y camiseta- estaban limpios. Cargaba debajo de su axila una cartera con mucho recelo. Buscaba desesperada un bocado de comida; el primero que echaba a su estómago, según dijo.

“Y tú, ¿de dónde eres, en dónde vives?”, le preguntó Xyonell Forty Gálvez, otro empleado de la Gran Perla.

“Yo soy de la calle y vivo en donde quiera que estoy”, respondió la fémina que, alegó, vivir hace siete meses en un área cercana a El Escambrón, la playa que engalana la entrada a el Viejo San Juan. 

Los voluntarios se miraron unos a otros al escuchar la respuesta de la muchacha y enseguida uno soltó: “wow, es la respuesta más sincera y certera que he escuchado en todos los años que llevo trabajando con esta población”.

Y es que así es la vida de los que no tienen un hogar o de otros que sí tienen residencia, pero muy pocas veces pernoctan en ella pues enfrentan problemas de adicción a drogas y alcohol que los llevan a deambular sin rumbo ni noción de tiempo y espacio.

Ese es el caso de Elliud, un muchacho de 33 años, que llegó llorando a buscar ayuda. Casi la suplicó. “A nadie le gusta estar en estas condiciones… yo no quiero usar cocaína ni heroína. Pero no es fácil. Yo quiero que me ayuden, por favor”, manifestó con una profunda tristeza quien dijo vivir en un residencial de San Juan. 

“Pero no tengo ni estufa ni nevera… y los chavos que cojo me los meto en drogas. En Puerto Rico hay ayudas, pero uno no sabe cómo buscarlas”, insistió quien fue socorrido por el personal de Solo por Hoy con la visión de ser recluido en un hogar. Se le veía bien entusiasmado.

Al final de la jornada, pasado el mediodía, más de 25 personas – entre ellas siete mujeres- fueron acogidas por las organizaciones aliadas. Algunos se fueron cargando la ilusión de una nueva vida. Otros, todavía no están preparados.

“Hay una parte que le toca a ellos… aquí estaremos siempre esperándolos”, dijo Héctor.

Para más información sobre La Perla de Gran Precio pueden comunicarse al (787) 282-0012.