Aunque tenga “planchadito” su plan en caso de terremoto, a la hora del movimiento telúrico la reacción muchas veces no concuerda con ninguna parte de lo que ensayó. Y es que, en el momento de una situación de peligro lo que se activa en el cerebro es la parte emocional; ¿la cognitiva?, bien, gracias.

“Los procesos emocionales hacen como un cortocircuito porque vienen a protegernos sin pensar en lo que debemos hacer. Muchas veces nos puede ayudar, pero otras nos puede poner en un peligro mayor”, explicó el doctor en psicología Alfonso Martínez Taboas.

Según el también profesor, aun con un  plan detallado, “la parte emocional no sigue las reglas de la parte cognitiva”'.

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De la misma manera en que se aconseja no enfrentar a un asaltante pero en una situación real la reacción puede ser intentar quitarle el arma, si siente un temblor lo recomendable es buscar protección donde está pero el impulso es salir despavorido hacia la calle.

“Se parte de la premisa de que la persona será racional, pero por naturaleza no somos así. Por naturaleza tenemos unas partes en el cerebro que actúan por encima de las cogniciones y cuando esos procesos se dan el pensamiento queda en el trasfondo”, indicó.

Aun si ocurre una reacción absurda, no quiere decir que la persona está en un “estado de conciencia alterado”, sino que las emociones son muy fuertes y la razón se aleja. “Los seres humanos somos bien diferentes en cómo regulamos las emociones y en un momento crítico donde cuentan los segundos para activar el plan a, b, c y d lo que permea son procesos bien emocionales”, señaló.