Lajas. Ramonita González le prendió un velón a su Divino Niño “para que los cogieran y se cumplió”.

La mujer imploró a su santo que atraparan a los responsables de asesinar a su amigo Gary Paul Hatswell, el sexagenario irlandés que fue hallado muerto y amordazado en su casa la madrugada de pasado 14 de agosto, en Lajas.

Con la imagen del Divino Niño Jesús en manos, Ramonita agradecía a Dios que los “matones” de su amigo fueron atrapados y encarcelados, bajo cargos de robo domiciliario y asesinato en primer grado.

Los imputados del crimen al momento son: Orvin Irizarry Santana, de 19 años; Ángel Santos Miranda Maldonado de 20; Miguel Santiago Ruiz de 27; y Wandy Velazquez Colón de 28. Estos dos últimos son matrimonio y tienen dos hijos (de 8 meses y 6 años) que están bajo la custodia del Departamento de Familia.

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El cuarteto, vecino del occiso, reside en el barrio La Haya en Lajas.

“Él era de todo el mundo”, dijo recordando a su amigo, quien murió por asfixia tras ser estrangulado.

“Compartíamos mucho, pues yo trabajo al frente de su casa cuidando a una señora y él me dejaba estacionar mi guagua en su patio”, agregó con melancolía al recordar como un día llamó a la Policía porque este quería suicidarse.

“Me decía 'ay titi, menos mal que llegaste', porque como el sufría de depresión se lo querían llevar para una institución (de salud mental) pero él no quería irse. Él no se merecía una cosa así”, sostuvo Ramonita, rescatando en su memoria cuando lo veía tranquilo trabajando en el jardín.

Cuando supo que la Policía había atrapado a cuatro personas que presuntamente habían confesado los hechos, exclamó: “!que no salgan jamás!

“Lo triste sería que los dejen ir, porque esto nunca había pasado aquí. Nunca en la vida”, aceptó la mujer, que fue secundada por otros vecinos que no quisieron identificarse por temor a represalias, pues –según comentaron a Primera Hora- “todavía falta uno por coger”.

“Qué bueno que se fueron. Ella era una mala madre”, dijo una vecina en referencia a la imputada Velázquez Colón, a quien describió como “la que mandaba”.

La mujer dijo bajo anonimato que fueron muchas las veces que escuchó peleas y tuvo conocimiento de que los niños sufrían golpes accidentados por múltiples negligencias.

“En el barrio se sabe que esa casa era un punto de drogas. Todos estamos aliviados (de que ya no estén)”, dijo otra vecina de la calle.

César Rodríguez Santiago, dueño del negocito de la esquina que lleva hacia la casa de Hatswell, dijo que el matrimonio hacía poco más de siete meses que llegó a vivir en el barrio desde Ponce.

Para el comerciante fue una sorpresa poder identificar a uno de los presuntos implicados como el hijo de una conocida suya.

“Ese muchachito estaba por ahí tranquilo”, dijo acerca de Irizarry Santana.

“El otro también (Miranda Maldonado), su papá es bien buena persona”, dijo afirmando que empezaron mal la juventud. “Ellos andan por allá en sus cosas y uno no se imagina en lo que están metidos”, lamentó.

Luego de la noticia que corrió por cada esquina de La Haya, el vecindario vive con temor de correr la misma suerte de Hatsweel, pues como dicen, “preocupa porque aquí hay personas mayores, que viven del Seguro Social; debieran dejarlos por toda la vida presos, porque si los sueltan podrían hacerle lo mismo a otra persona”, dijo el comerciante.

William Rodríguez se mostró también preocupado ante los cambios que refleja la comunidad donde vive.

“Eso nunca había sucedido. Algo así tan fuerte, me sorprende en un barrio como este que casi todos éramos familia y se ha convertido en otra cosa. Ha llegado mucha gente extraña. Necesitamos más seguridad”, expresó.

José Rodríguez es un hombre de 36 años que asegura que quienes cometieron ese crimen no pueden llamarse vecinos.

“Aunque vivan aquí no son de este barrio”, dijo con cierto celo del lugar donde creció.

Este joven aún se cuestiona “porqué si ya se iban a llevar lo que se iban a llevar, viraron y cometieron esa acción (de matar a Hatswell)”.

Su cuerpo aun está en Ciencias Forenses en espera de que un familiar venga del exterior para reclamarlo.