El episodio de anoche de Game of Thrones logró sorprender no solo a los que son exclusivamente fanáticos de la adaptación televisiva, sino además a los que lectores de la saga literaria A Song of Ice and Fire en la que se basa el popular programa de HBO. La gran revelación de la escena final aparenta ser la primera señal de que los creadores de la serie están rebasando la historia publicada hasta ahora por el autor George R. R. Martin –quién todavía no ha anunciado fecha de publicación para la sexta novela, The Winds of Winter, y ni hablar de la séptima y última, A Dream of Spring-, adelantando material que aún no ha sido explícitamente abordado en los libros.

Relacionadas

Los foros frecuentados en el ciberespacio por quienes los hemos leído han estado encendidos desde anoche a raíz de esa última escena, especulando acerca de la identidad de la tenebrosa figura no había aparecido en la pantalla ni en el texto original. Aunque existen varias teorías –dos de ellas siendo las más fuertes al fundamentarse en pistas o insinuaciones que ha hecho Martin en la página escrita- la realidad es que por primera vez en la historia de Game of Thrones tanto los televidentes como los lectores estamos rodeados por la misma nube de incertidumbre. Todo esto es muy emocionante, pero antes de entrar en detalles acerca de ESA imagen que nos congeló frente a los televisores, hablemos del cuarto episodio de esta temporada, titulado “Oathkeeper”.


En manos de la excelente Michelle MacLaren –quien ha dirigido algunos de los mejores episodios de Game of Thrones y Breaking Bad- el capítulo fluyó armoniosamente mientras gravitaba entre las diferentes narrativas que se desarrollan en este universo, adquiriendo una escala de nivel cinematográfico que se evidencia desde los primeros minutos cuando fuimos testigos de cómo Daenerys Targaryen conquistó la ciudad apiramidada de Meereen, no desde afuera, sino desde adentro. A través de “Grey Worm”, líder del ejército de los castrados Unsullied, la Madre de los Dragones provocaron una insurrección de los esclavos, quienes la proclamaron como la libertadora, madre y nueva reina de Meereen, localidad recreada de manera tan espectacular por el fabuloso equipo de efectos especiales que dan ganas de que rehicieran la primera temporada de la serie –cuyos escenarios consistieron mayormente de sets interiores y claustrofóbicos- con un mayor presupuesto.

Mientras Daenerys observaba desde las alturas -en un épico tiro de cámara con la bandera de los Targaryen de fondo- la amplitud de su más reciente victoria, al otro lado del mundo, en King’s Landing, Jaime Lannister continuaba con su entrenamiento junto a Bronn, personaje que continúa teniendo muchas de las mejores líneas del show. El mercenario confronta a Jaime con el hecho de que aún no ha visitado a su hermano en prisión tras ser acusado de matar a Joffrey, lo cual procede a hacer en un memorable encuentro entre los “Kingslayer Brothers”, como lo llamó Tyrion.


“¿En verdad me estás preguntando si maté a tu hijo?”, le cuestiona indignado Tyrion a Jaime. “¿En verdad me estás preguntando si mataría a mi hermano?”, le responde su hermano mayor, haciendo referencia al pedido de Cersei de que lo asesinara para vengar a Joffrey. El tierno intercambio entre Peter Dinklage y Nikolaj Coster-Waldau sirvió para recordarnos el profundo afecto que existe entre los hermanos y para subrayar la importancia y solidez de esta relación de cara a lo que está por venir en los próximos episodios de esta temporada.

Tal es el talento de Coster-Waldau para enamorarnos de su personaje y mantenernos de su lado que nos permite olvidar el hecho de que hace una semana violó a su hermana ante los restos del hijo de ambos. El programa ciertamente contribuyó a esto, ya que ignoró por completo esa grave transgresión resaltando lo gratuita e innecesaria que fue al no hacer referencia alguna a ella. Cersei y Jaime se reencuentran como si nada hubiera pasado y la reina regente –quien cada vez recurre más y más al consumo de vino- le pide que se marche de King’s Landing hasta que encuentre a Sansa Stark y la mate por haber contribuido a la muerte de Joffrey.

Jaime, sin embargo, opta por mantenerse fiel a la promesa que le hizo a Catelyn Stark de devolverle a sus hijas con vida, por lo que arma a Brienne con la espada de acero valirio (que bautiza Oathkeeper) que le obsequió su padre y le pide que busque a Sansa y la lleve a un lugar seguro. La despedida entre Jaime y Brienne –quien estará acompañada por Podrick Payne como su escudero, invitando a pensar en una serie alterna de HBO titulada “The Adventures of Pod and Brienne”- fue uno de los momentos más emotivos del episodio, y el hecho de que MacLaren haya sido la encargada de dirigirlo fue justo y necesario al ser ella la que matizó esa relación en la tercera temporada. Las largas miradas entre Brienne y Jaime mientras ella se alejaba fueron tan poderosas que al comandante del Kingsguard se le perdona cualquier cosa.


Y hablando de Sansa, la esposa fugitiva de Tyrion continúa a bordo de un navío con destino al Eyrie, castillo en el Valle de Arryn gobernado por la tía de Sansa, Lysa Arryn, quien se supone contrae nupcias con Petyr Baelish (¿otra boda en Game of Thrones? Hmmm…). Littlefinger acaba prontamente con cualquier misterio que pudiese existir en torno a la muerte de Joffrey –“Un hombre sin ningún motivo es un hombre de quien nadie sospecha”- revelando que él fue el orquestador del envenenamiento con la ayuda de otra prominente casa de Westeros que está deseosa de trepar la larga escalera de poder hacia el codiciado Trono de Hierro.  

Acto seguido, la acción regresa a King’s Landing, haciendo completamente obvio a quién se refiere Littlefinger. Margaery Tyrell conversa con su abuela acerca de su posible unión matrimonial con el nuevo rey, el jovencito Tommen Baratheon, a quien visita de noche en su recámara para dejarle saber que ella será suya para siempre una vez sean marido y mujer. Tommen gaguea –como haría cualquiera ante Natalie Dormer, y no solo de adolescentes- y ella se despide de él con un beso en la frente. Estoy seguro que el actor Charles Chapman, donde quiera que esté, es un joven muy popular entre sus amigos en el día de hoy luego de esa escena.


Entonces llegamos al norte, donde Jon Snow ha sido autorizado a reclutar voluntarios dispuestos a ir con él hasta la antigua casa de Craster para matar a los traidores miembros del Night’s Watch que mataron al comandante Mormont y quienes ahora violan a diario a las hijas/esposas de Craster mientras beben vino de cráneos humanos (por si de casualidad no estábamos seguros de que estos tipos son muy, muy malos).Jon Snow finalmente se está convirtiendo en el valiente líder que conocemos quienes nos hemos leído los libros. El desarrollo del personaje durante las pasadas dos temporadas ha dejado mucho que desear, pero el actor Kit Harington se está desempeñando loablemente este año, y el cambio no solo es bienvenido sino necesario para lo que le depara el futuro al personaje.

Los minutos finales de “Oathkeeper” expusieron una de las mayores desviaciones de los libros que hasta ahora se han visto en el programa, pero una inevitable y hasta bienvenida, con Bran y su grupo al ser capturados por “Karl”, autoproclamado jefe de los insurgentes en la casa de Craster. Este cambio beneficia la trama Bran (que tiende a ser un tanto letárgica) a la vez que postula varias preguntas acerca de su futuro desarrollo, ya que Jon –contrario a las novelas- sabe que él está vivo y al norte del Wall, por lo que su misión también incluye hallar y rescatar a su hermano de crianza. La secuencia también sirvió para recordarles a los televidentes la existencia de los lobos, particularmente el de Jon, “Ghost”, quien ha estado desaparecido desde la pasada temporada y ahora vimos que este también es un prisionero de “Karl”.


Sin embargo, el punto de contención de esta semana es la aparición de los misteriosos White Walkers al final del episodio. Uno de estos recoge al último bebé sacrificado –fruto de la relación incestuosa del viejo Craster con alguna de sus hijas- y lo lleva a los confines del norte, a la tierra donde siempre es invierno, colocándolo en un altar de hielo. Es aquí donde una nueva y tenebrosa figura –una de trece que aparecen difuminadas al fondo vistiendo de negro- toma al infante y con un pinchazo de su uña parece convertirlo en un White Walker. El rostro de esta criatura se asemeja al de los White Walkers, pero en su cabeza hay una corona de hielo. ¿Quién es? ¿Qué es? ¿Acaso los White Walkers son humanos? ¿Qué significa esto para el futuro de las series? ¿De los libros?


Esas son tan solo algunas de las interrogantes para los cuales ahora mismo no existen respuestas concretas. Por primera vez en la historia de Game of Thrones, los lectores no podemos ofrecer gotitas de conocimiento a los televidentes. Tenemos una mejor base sobre la cual especular, pero poco más que eso. Hasta que George R. R. Martin no publique la próxima novela, el misterio con el que fuimos confrontados anoche será uno compartido con todos los fanáticos de este fascinante universo. En lo que a este servidor concierne, recibo esta revelación con una mezcla de emoción y miedo. Emoción por obtener tan siquiera migajas del material que será abordado en The Winds of Winter, y miedo de que la serie comience a presentar en primicia información que preferiría descubrir en la página.