Las turbulentas relaciones fraternales fueron la columna vertebral del más reciente episodio de Game of Thrones, titulado "Mockingbird" (sinsonte) en honor al emblema personal de “Petyr Baelish”, el experto jugador de la lucha de poder que se desata en Westeros y quien ayer ascendió un nivel más en la escalera del caos que él mismo ha orquestado sigilosamente en los Siete Reinos.

Iniciamos el capítulo precisamente con dos hermanos: “Tyrion” y “Jaime Lannister”, el segundo reclamándole al primero por qué echó por la borda el trato que había logrado con el padre de ambos para salvar el cuello del enano enviándolo al Wall si confesaba su culpabilidad por haber matado al rey “Joffrey”. “Tyrion” le argumenta que eso era precisamente lo que “Tywin” quería: salir de él y recuperar a su heredero, y admite que disfrutó privar a su padre de ese placer. La escena sirvió para solidificar la estrecha relación que existe entre “Tyrion” y “Jaime”, una que dista mucho de la que ambos tienen actualmente con su hermana “Cersei”, quien ha elegido al imponente “Gregor ‘The Mountain’ Clegane” como el campeón de la corona en el juicio por combate que decidirá el destino de “Tyrion”.

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Las esperanzas del ex Mano del Rey es que su hermano mayor pelee por él, pero “Jaime” le informa que tras haber perdido su mano derecha, ya no sirve para derrotar ni a un granjero. “Tyrion” entonces pide que busquen a “Bronn”, pero su mala suerte continúa aumentando. Resulta que “Cersei” ya clavó sus garras en el carismático mercenario, ofreciéndole un título, esposa de sangre noble y hasta un castillo. “Me caes bien, pero yo me caigo mejor”, le dice “Bronn” a su compañero de armas. La oración resume perfectamente su relación con “Tyrion”, una que siempre ha sido por conveniencia, y el propio enano lo reconoce antes de despedirse de él mientras contempla cómo su futuro se torna cada vez más oscuro.

El tema fraternal continúo siendo hilvanado a través de la pareja nihilista de “Arya” y el “Hound”, quizá los dos espíritus más afines en toda la saga de A Song of Ice and Fire. Tras poner fin al sufrimiento de un campesino moribundo ante la mirada impávida de la hija menor de la casa Stark, “Sandor Clegane” es atacado por dos mercenarios que buscaban cobrar la recompensa que hay sobre su cabeza. “Arya” despacha rápidamente a uno mientras el “Hound” desnuca al otro, pero el temido guerrero resulta herido en la clavícula.  “Arya” intenta curarle la herida con fuego, pero el “Hound” aún está traumatizado por las quemaduras que sufrió de niño a manos de su hermano, “Gregor Clegane”, quien restregó su cara en las brasas de la chimenea porque le quitó un juguete si permiso.

El guión de David Benioff y D.B. Weiss –los encargados de la adaptación televisiva- se concentró en presentar los efectos de estas cicatrices del pasado, tanto las que se ven, y que tienen mayor posibilidad de sanar, como las que se quedan grabadas indeleblemente en el subconsciente. Esto no pudo quedar mejor representado que en la escena más memorable del capítulo entre “Tyrion” y “Oberyn Martell”, quien lo visita en su celda en lo que al principio aparenta ser una humillación más para el enano.

El príncipe de Dorne le cuenta acerca del acercamiento que le realizó “Cersei” para traérselo de su lado en contra de él. “Es raro conocer a un Lannister que comparte mi entusiasmo por ver Lannisters muertos”, explica con su singular encanto exótico el hombre también conocido como el “Red Viper”, personaje que ha resultado muchísimo más interesante en la serie que en el texto de George R. R. Martin, no solo por lo bien que ha sido desarrollado, sino además por la tremenda actuación del chileno Pedro Pascal. En esta escena junto a Peter Dinklage, la pareja de actores dieron cátedra de su talento y demostraron por qué son dos de los grandes favoritos del público.

Dinklage una vez más nos estrujó el corazón con su interpretación de “Tyrion”, quien tuvo que escuchar cómo “Oberyn” recordó cuando lo conoció de bebé. Los rumores en Westeros lo describían como un monstruo con un ojo rojo, la cabeza dos veces más grande de lo normal y una cola de cerdo donde debería tener un pene. El rostro de “Tyrion” se descompone mientras oye cómo su hermana, “Cersei”, le retorció el pene hasta hacerlo llorar y no veía el día que finalmente muriera. “Tarde o temprano, Cersei siempre logra lo que quiere”, le dice “Tyrion”, con la mirada humedecida, a lo que “Oberyn” le responde “¿Y qué hay de lo que yo quiero? Justicia”. El enano le contesta que está en el lugar equivocado para buscar eso, pero el príncipe cree que está en el lugar perfecto para vengar a su hermana. Y así, como si enviado por los siete dioses, el “Red Viper” le ofrece a “Tyrion” ser su campeón en el combate contra el hombre que violó y mató a su hermana.

Los traumas fraternales continuaron en el Eyrie, donde concluyó el episodio, aunque cabe señalar los otros cuatro hilos narrativos que se tocaron superficialmente y que en realidad no contribuyeron mucho al tema central. En Meereen, “Daenerys” se dejó seducir por “Daario”, a quien le ordenó al día siguiente retomar la ciudad de Yunkai; “Jon Snow” regresó a Castle Black y recomendó sellar el túnel que les permite cruzar el Wall, pero “Alisser Thorne” rechaza el plan; en Dragonstone, “Melisandre” conversa con la reina “Selysse” acerca de su hija, “Shireen”, a quien la hechicera describe como una figura importante en el futuro de su plan junto a “Stannis”; y “Brienne” alteró su rumbo del norte hacia el este, donde creo podría encontrar a “Sansa” en el castillo de su tía.

Y hablando “Sansa”, la hija mayor de los Starks tuvo un tierno momento sacado directamente del libro en el que se reencuentra con la nieve que tanto extraña de Winterfell, castillo que construye tratando de recordar sus detalles. Su breve instante de paz se viene abajo cuando su primo “Robyn” –tan loco como su madre- destruye la miniatura de la casa de los Starks. Sansa lo golpea, “Robyn” huye y en eso entra “Littlefinger”, quien deja entrever los sentimientos que guarda hacia ella, recordándole lo mucho que amó a su madre antes de plantarle un beso que es captado desde la distancia por su esposa,  “Lysa Arryn”.   

La viuda de “Jon Arryn” manda a llamar a su sobrina al cuarto del trono. Ahí, parada ante el “moondoor”, compuerta en el piso que abre hacía el vacío por donde se lanzan a quienes deciden ejecutar en el Erye, amenaza con hacer lo mismo con “Sansa” por robarle a su querido “Littlefinger”, pero este llega en el momento preciso y la detiene. “Lysa” llora, cegada por los celos que aún siente hacia su hermana incluso después de muerta. “Petyr” la toma en sus brazos y la consuela diciéndole que él solo ha amado a una mujer: su hermana. Acto seguido, la empuja a través del “moondoor”.

Si me permiten una pequeña queja como lector de los libros, esta secuencia –con la que concluye la novela “A Storm of Swords”- es una de las más memorables del texto, y su adaptación a la televisión dejó mucho que desear por la forma como fue dividida en dos partes, la primera, hace dos episodios cuando “Lysa” confiesa haber matado a “Jon Arryn” bajo órdenes de “Littlefinger”, y ahora esta, eliminando la frase “Only Cat” –en referencia a “Catelyn Stark”- antes de lanzarla al vacío. Es un impactante momento en el que se revela el plan que ha estado trazando “Baelish” desde el principio, y la televisión no pudo igualarlo.

Lo sé: “nunca se puede complacer a los lectores”, pero eso no es cierto. La serie ha realizado muchas cosas mejor que el propio George R. R. Martin en los libros. Una de ellas lo más probable la veremos en el próximo episodio en la batalla hasta la muerte entre el “Red Viper” y “The Mountain”, evento sumamente anticipado por los fanáticos de la saga literaria y uno por el que -cruelmente- los siete dioses (léase, HBO) nos harán esperar dos semanas para disfrutarlo, debido a que no habrá un nuevo capítulo el próximo domingo. Eso sí: les aseguró que la espera valdrá la pena.