Antes de que Claudia Rivera (nombre ficticio) pudiera experimentar la dicha de tener a su hijo en brazos, transcurrieron 13 años. El camino a la maternidad para esta profesional de la salud mental no solo fue largo, sino lleno de dificultades, entre ellas, la pérdida de un bebé a los siete meses de gestación.

Dos años después de sepultar a la criatura, precedidos por alrededor de siete tratamientos de fecundación in vitro, Claudia encontró en la subrogación gestacional la realización de su deseo más grande.

“Me casé a los 30 años, y por querer hacer bien las cosas como nos enseñan en la casa, seguir todas las instrucciones -primero estudié, luego me casé, terminé el doctorado-, se me hizo tarde”, comentó la mujer de 49 años.

Para elegir a la mujer que cargaría por ocho meses a su pequeño, que ya tiene dos años, Claudia puso un anuncio en una revista. Afirmó que varias féminas respondieron y que, a través de entrevistas telefónicas, sintió muy buena química con algunas de ellas, pero solo con una se pudo dar una entrevista en persona. Fueron su franqueza y circunstancias de vida los aspectos que la convencieron de que ella era la indicada para cargar a su bebé. 

“Me gustó su franqueza cuando habló. Me explicó por qué quería hacerlo, que quería ayudarnos", relató. 

“Yo le expliqué todo el proceso a ella. Le expliqué que no era un hijo que se estaba vendiendo, que sí hay una remuneración por los días que iba a faltar al trabajo, la gasolina, comida, la ropa porque la barriga ella la llevaba, pero era mi bebé”, señaló.

“Ella estaba bien contenta con lo que estaba haciendo. Se sentía bien orgullosa de lo que estaba haciendo para nosotros”, continuó.

Indicó que contrario a su embarazo y los tratamientos anteriores, este fue un proceso que quiso mantener en privado con su esposo y una confidente, que entonces tenía 100 años. Ni siquiera lo compartió con su familia para evitar que se ilusionaran en vano en el caso de que no resultara.

 “Yo esperé como hasta el final, como habíamos hecho tantos intentos, ya la gente no quería que yo intentara ni tratara nada porque era una pérdida mía, pero era también pérdida de todas las personas a las que les contaba que estaba en el proceso de nuevo. Así que, esta vez, lo que hice fue tardar hasta casi los siete u ocho meses”, sostuvo.

 “Mi mamá, cuando lo supo, se asustó mucho. Ellos estaban contentos, pero tenían mucho miedo de que la otra persona dijera: ‘es mi hijo’, que sí, se puede considerar porque es la mamá que lo llevó ocho meses en su vientre, es la mamá que lo cuidó mientras estuvo en su vientre, y yo se lo agradezco mucho”, añadió.

 Explicó que antes de someter a la madre subrogada al proceso de in vitro, se le practican una serie de evaluaciones sicológicas para ver  si está apta emocionalmente para la labor que va a desempeñar y evitar apegos emocionales con la criatura.

 Además, tanto la mujer que alquila su vientre como los padres biológicos son sometidos a terapia para evaluar su hay buena química entre ellos. A la mamá subrogada, igualmente, se le hacen pruebas fisiológicas.

 Entre las partes, debe mediar un contrato que establezca los acuerdos y la suma que se le pagará a la madre subrogada.  

“Esto es con abogados porque esto es algo bien delicado. Yo tengo mi abogado y le tengo que pagar un abogado a ella en caso de que pase algo”, recalcó.

Entre los puntos del contrato se establece, por ejemplo, cómo proceder en caso de la pérdida del bebé, de que la criatura ponga en riesgo la salud de la madre subrogada o de que en lugar de un embarazo simple, sea de gemelos o más de un bebé.

En este último caso, la paga debe ser mayor a la suma de $16,000 a $20,000 que se le otorga en Puerto Rico a las féminas que alquilan sus vientres.

A juicio de la entrevistada, la compensación que recibe una madre subrogada en la Isla es muy baja en comparación con otros territorios de Estados Unidos.

“Hay gente que lo ve como una paga, pero no es así porque la persona no gana como para ser millonaria porque la persona lo que gana, se va yendo en el proceso”, aclaró. 

Como en la Isla no existen leyes que regulen la subrogación gestacional, cada caso se procesa de manera independiente. Por ejemplo, Claudia y su esposo tuvieron que esperar un año para que su niño pudiera llevar sus  apellidos porque al nacer, le pusieron el de la madre subrogada.

“Tuvimos que esperar aproximada un año para poder adoptar a mi hijo. Sí, tuve que adoptar a mi propio hijo”, resaltó.

“Yo tengo un huevito congelado, pero no tengo dinero ahora para hacerlo otra vez, y tengo que hacerlo pronto por mi edad. Tengo que buscar una madre subrogada porque me gustaría darle una oportunidad a ese huevito”, afirmó.

De otro lado, dejó claro que cuando su niño esté más grande, quisiera que supiera que  llegó al mundo de una manera no tradicional y gracias a una mujer que prestó su cuerpo para darle la vida.

“Ella es la mamá de la barriga, y así yo se lo voy a enseñar a mi hijo cuando esté más grande”, sentenció.

 La otra cara

Doce años después de prestar su vientre, la sicóloga Lili Sardiñas recuerda con alegría la experiencia de haber ayudado a una pareja de europeos a concebir a sus gemelos. 

El caso de Lili ha sido reseñado numerosas veces en los medios de comunicación, donde esta siempre se ha pronunciado públicamente a favor de la regulación de la subrogación gestacional en Puerto Rico.

Aunque ha transcurrido todo ese tiempo, los padres biológicos de los preadolescentes siempre se han mantenido en contacto con Lili, con la expectativa de que algún día puedan conocerla. 

No obstante, las leyes en el país de procedencia de la pareja y sus hijos prohíben la subrogación gestacional, por lo cual, según explicó, todavía analizan de qué manera la presentarían con ellos.

“Yo les tengo cariño. Estoy loca por conocerlos, y eso es un reto también porque ellos no pueden saber (que yo los cargué) porque en su país es ilegal. Ellos están aprendiendo inglés porque eventualmente los papás quieren que ellos me conozcan”, sostuvo.

“Uno de mis sueños es ir y visitarlos en algún momento”, añadió, quien tiene fotos de ellos guardadas en su teléfono celular.

 Visiblemente emocionada, aseguró que le produce un gran orgullo haber podido ayudar a traer esos niños al mundo.

“Tú no sabes si mañana uno de esos niños encuentra la cura del cáncer ‘and we did that’”, manifestó.

Aunque fue un proceso difícil para ella, a nivel físico, aseguró que volvería hacerlo.

“Fue un momento bien importante en mi vida y cambió mi perspectiva de la vida. Crecí de muchas formas, como realizar que esto es un proceso de familia, que no era yo nada más, que yo no había pensado en eso cuando me metí en esto. Ver cómo mi familia se transformó, como mis hijos maduraron, fue hermoso, y ver a esta familia ahora, ver cómo están creciendo y en lo que se están convirtiendo, es bien bonito”, subrayó.

Por otro lado, opinó que aunque la subrogación gestacional es más practicada en Puerto Rico en la actualidad, todavía falta mucho por hacer en cuanto a regulaciones que procuren unas mejores condiciones para las madres que alquilan sus vientres.

“Es importante que se legisle y se tomen medidas, pero no para limitarlo, tienen que ser medidas para facilitarlo”, recalcó.

Por la libre

La subrogación gestacional en Puerto Rico no está prohibida, pero tampoco regulada. En la actualidad, en la Isla nacen criaturas cuya concepción está acordada mediante contratos que no pueden ir en contra de la ley, la moral y el orden público.