La tortura de los residentes del Viejo San Juan (VSJ) no ha sido el ruido de las consignas ni el retumbar de los panderos durante la serie de manifestaciones que se han dado en ese sector; sino el gas lacrimógeno que utiliza la Policía para romper grupo, mientras ciudadanos reclaman la salida del gobernador.

Coral Bouret, vecina del Edificio Plaza en la Plaza de Armas, es madre de una bebé de diez meses. A inicios de semana, lo que menos se imaginaba era que, viviendo en un sexto piso, los gases llegaran hasta su hogar.

Ante la sorpresivo del embate de la nube blanca y espesa, cerró puertas y ventanas, pero ya era tarde; el humo se encerró en la residencia y tuvo que empezar a abrirlo todo nuevamente para que entrara el aire.

“Esta ventana (que tiene como 80 años) María no pudo con ella (porque resistió los vientos), pero el gas sí pudo”, dijo la joven que aceptó que nunca había visto “algo así” en esa zona.

“Vimos la gente corriendo en dirección contraria, y vimos la Fuerza de Choque subiendo por la San José, y empiezan a tirar. Luego, de repente empezaron a inundar la plaza y como que se encapsuló. El gas sube, y en lo que cerramos ya estaba todo el mundo tosiendo”, sostuvo.

Recordó que como la manifestación había corrido tan bien, jamás se imaginaba que algo así fuese a ocurrir.

Finalmente, logró entrar a la habitación donde se encontraba con su hija durmiendo, aunque aún se olía el gas.

Otro problema que enfrentó esta vecina fue el ruido constante del helicóptero de la Policía que sobrevuela y en ocasiones se queda quieto sobre las estructuras.

“Eso sí despertó a la nena (el ruido). Están aquí, sobre uno”, mencionó al reconocer que le preocupa que algún fuego artificial que alguien tire alcance el helicóptero y este caiga sobre las calles.

Sin embargo, pese a estas contrariedades que enfrentan, Bouret confesó que está a favor de la manifestación.

“Tiene que ser todos los días y tiene que ser cada vez más. Bajarle la intensidad jamás”, indicó.

Vecinos de ese mismo edificio, el lunes pasado no pudieron llegar a sus hogares.

Incluso, en otros edificios, como en el Piso de Don Manuel, los vecinos se tuvieron que refugiar en los pasillos.

Otra vecina del Edificio Plaza, en la calle Rafael Cordero, que pasó las de Caín el lunes fue Ingrid Jeffs.

Jeffs teme mucho porque su hijo de 16 años tiene Síndrome de Asperger.

“Recibimos muchos gases. Era tan fuerte que cruzó toda la Plaza de Armas. No había tanta gente en ese momento para tirar tanto (gas)”, explicó.

“Estas ventanas del Viejo San Juan no son selladas. Mi esposo y yo estábamos dentro. Por suerte mi hijo no estaba, porque a él le afecta tanto en lo emocional como en lo físico, le afecta la piel”, mencionó.

Confesó que “anoche (el miércoles) esto fue una guerra” luego que la Policía sacara a los manifestantes a través de todas las calles.

Dijo que mientras algunos jóvenes tiraban piedras, la Policía lanzaba gases.

De su parte, Margarita Gandía, de 73 años y vecina de la Plaza Colón, coincide en que las manifestaciones no pueden parar. Sin embargo, alertó que “aquí vive gente. Esto es un pueblo chiquito y es una mezcla de comercios y apartamentos”.

Gandía reconoció que “la manifestación de anoche (miércoles) fue asombrosa… ver un río de gente, gente joven, familias, de todas las edades, y cuando dañan edificios con graffitis o rompen algo eso es material y se repone; pero la corrupción es la que queremos erradicar y estamos apoyando las manifestaciones”.

Eso no quita que aprovechara para pedir “más conciencia porque aquí vivimos muchas familias”.

El abogado Víctor García San Inocencio, vecino de la calle Caleta de San Juan, contiguo a la Fortaleza, también fue víctima de los gases de los últimos días.

“Nos afectamos. Eso entró y lo sentíamos en los ojos y sentíamos la garganta irritada”, dijo al mencionar que en un momento tuvo que enviar a su hija de 8 años a casa de los abuelos.

Opinó que el lunes los agentes de la Policía se excedieron lanzando latas de gases.