Desde meditativos paseos a bordo de un funicular hasta espectaculares viajes interestelares, las mejores películas del 2014 expusieron una vez más la virtud de este medio artístico para transmitir todo tipo de emociones independientemente del tamaño del lienzo en el que se realicen. Durante el año que ahora termina, el cine nos volvió a hacer testigos de la apoteósica destrucción de la que es capaz un icónico monstruo radiactivo, nos mostró  el crecimiento de un grupo de actores a lo largo de 12 años y probó que un filme basado en unos bloques de construcción puede trascender sus obvios intereses comerciales y triunfar tanto en la taquilla como ante los ojos de los críticos. 

Circunscribir lo mejor de cualquier arte a un número tan limitado como diez es un proceso tan caprichoso como necesario. Obliga a tomar decisiones y a evaluar cada trabajo hasta dar con el selecto grupo que mejor refleje el paladar fílmico de quien realiza el ejercicio, aun cuando haya otros que gusten de igual manera. Con esto en mente, algunas menciones honorables antes de proceder al listado final.

Los estrenos veraniegos fueron unos de los mejores en años recientes, arrancando en mayo con el regreso triunfal del gigante japonés Godzilla en la cinta homónima de Gareth Edwards, fácilmente el blockbuster mejor dirigido de la temporada. Edge of Tomorrow proveyó mayor diversión que ningún otro con su repetitiva estructura, entreteniendo con acción y humor, e incluso basándose en un manga, se sintió como algo fresco y original dentro de unos meses que se caracterizan por las secuelas y adaptaciones. Como por ejemplo Dawn of the Planet of the Apes y Guardians of the Galaxy, dos películas dignas de figurar en cualquier Top 10. 

El medio animado también brilló. De hecho, fue el que nos dio la primera visita obligada al cine con el estreno de The Lego Movie el 6 de febrero, confirmando con su ingenioso y subversivo uso de los populares bloques de construcción que los cineastas Phil Lord y Chris Miller poseen un don para hacer que lo que parecen malas ideas en papel sean éxitos en pantalla. Mientras, la secuela How to Train Your Dragon 2 -una de las mejores aventuras del 2014- y la adorable The Boxtrolls –con la elaborada animación stop-motion del estudio Laika- demostró que el público infantil al que van principalmente dirigidas también puede ser expuesto a cosas más maduras.

Mención aparte merecen las nuevas obras de un puñado de cineastas que admiro enormemente, entre ellos David Fincher, con su sórdida sátira matrimonial y mediática Gone Girl; Lars von Trier, con su épica sexual Nymphomaniac; los hermanos Dardenne, quienes dirigieron a la soberbia Marion Cotillard en su segunda mejor actuación del 2014 en el drama laboral Two Days, One Night; el surcoreano Bong Joon-ho, cuya fenomenal Snowpiercer no tiene nada que envidarle a los blockbusters de Hollywood; y Richard Linklater, el cineasta detrás de la ultra celebrada Boyhood, trabajo que conceptualmente admiro muchísimo pero en términos emocionales no me cautivó con la misma pasión que a muchos colegas que la han colocado al tope de sus respectivas listas.  

La verdad es que fue un sólido año para el séptimo arte. Nunca faltaron los buenos estrenos de un mes a otro, ya sea porque llegaron a nuestras salas o  los encontramos en una de las muchas opciones que la tecnología nos ha provisto en el nuevo milenio, liberándonos de las decisiones de exhibición y distribución de terceros. 

Ahora, sin más preámbulo, mi lista de las diez mejores películas que vi en el 2014.


10. Interstellar

Me consta que el filme de Christopher Nolan sufre de varios problemas, pero como cualquier cosa o persona que uno ama, se hace así con todo y sus imperfecciones. Su épica espacial es un trabajo totalmente sincero en cuanto a los sentimientos que expresa visual y, sí, también verbalmente. En un tajante rechazo al cinismo característico de los tiempos actuales, Nolan apuesta a las virtudes humanas para recordarnos de lo que somos capaces como especie a través de una ambiciosa y utópica visión –increíblemente realizada- que incomodó a muchos con lo que consideraron sensiblería. De todas las imágenes que vi este año, pocas me dejaron tan boquiabierto como las de este espectáculo interestelar que apeló tanto a mi pupila como a mi corazón y cerebro. Como crítico puedo notar sus fallas, pero al mismo tiempo no puedo ignorar las emociones que provocó en mí como espectador.

9. Only Lovers Left Alive

Tras ser maltratados sin misericordia por Hollywood durante los últimos años, Jim Jarmusch rescata y reivindica a los vampiros en este melancólico y contemplativo romance punk en el que el magnético Tom Hiddleston y la inigualable Tilda Swinton interpretan a un matrimonio de chupasangres que reflexionan acerca de los pros y los contras de la inmortalidad. Las abandonadas y fantasmales calles de Detroit –espejos de la debacle de la civilización que ambos lamentan- sirven de trasfondo urbano a las conversaciones de estos amantes centenarios que han recorrido el mundo, conocido a las mayores luminarias de la humanidad y aun así no se cansan de aprender. Jarmush nos encierra en su mundo y nos hace sentir el peso de siglos de historia mientras nos contagia con su letárgico ritmo de vida mediante un romántico y jocoso libreto compuesto por mitad poesía y mitad humor negro.

8. The Immigrant

El criminalmente subestimado cineasta James Gray (We  Own the Night, Two Lovers) dirige esta hermosa tragedia acerca de una inmigrante polaca –interpretada magistralmente por Marion Cotillard con un rostro digno del cine mudo- que llega a Nueva York en 1921 y sufre las realidades del “Sueño americano” cuando es explotada sexualmente por un proxeneta que la salva de ser deportada. La clásica dirección de Gray, que evoca al Coppola de los años 70 y la icónica cinematografía sepia de Gordon Willis en The Godfather: Part II, evidencia que el melodrama no tiene que ser sinónimo de “malo” ni “barato”, solo se requiere de alguien que sepa resaltar sus fortalezas y no caer en lo trillado. Así lo demuestra en cada recuadro de su impecable puesta en escena. El fantástico tiro final de esta cinta está tan expertamente realizado que por sí solo sería razón suficiente para incluirla en esta lista.

7. Manakamana

Este fascinante documental experimental –producto del Laboratorio de Etnografía Sensorial de Harvard, el mismo que hace un año nos dio Leviathan- se compone de once viajes a bordo de un funicular que transporta a turistas, devotos, agricultores, rockeros y hasta cabras al tope de una montaña en Nepal donde se yergue un templo hindú. Los directores Stephanie Spray y Pacho Vélez filman a los pasajeros en un tiro estático y dejan que la vida corra su curso, atrapándonos en sus respectivas realidades durante los siete minutos que dura el recorrido. Cada subida o bajada del funicular es distinta a la anterior o la que viene después, invitándonos a observar, especular e inferir acerca de las vidas de estas personas, a escuchar sus conversaciones o meditar en su silencio, haciendo de lo mundanamente “aburrido” una profunda experiencia cinematográfica incomparable a ninguna otra que haya visto este año.

6. The Grand Budapest Hotel

Wes Anderson dirige la película más elaborada de su meticulosa y cuidada filmografía en esta deliciosa comedia en la que los buenos modales del pasado chocan con totalitarismo que arropó a Europa a mediados del siglo pasado. Con un reparto de ensueño –que incluye a Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Tilda Swinton, Edward Norton, Harvey Keitel, Jude Law y Saoirse Ronan, por mencionar unos pocos- el talentosísimo Ralph Fiennes y el novato Tony Revolori forman el mejor dúo del 2014 como el gerente y botones de un lujoso hotel, proveyendo risas a granel ante uno de los más bellos diseños de producción que hayan adonardo la pantalla grande en el pasado año. Con ella, Anderson no solo divierte sino que expone abiertamente su afinidad por el arte anticuado que ya no parece tener cabida en el cine contemporáneo. Él, sin embargo, continúa manteniéndolo vivo y relevante.  

5. The Babadook

La ópera prima de la australiana Jennifer Kent –el debut cinematográfico del año- esconde detrás de su tenebrosa fachada de filme de terror un traumático drama acerca los miedos que habitan en nosotros y los monstruos en los que se pueden transformar cuando no se les hace frente. Con una sencilla puesta en escena que evoca al cine silente y una bienvenida preferencia por los efectos especiales prácticos para transmitir el miedo que cunde en nosotros su espeluznante “cuco”, Kent construye la más escalofriante historia que se haya visto en el género en mucho tiempo, sin sobresaltos baratos ni ninguno de los gastados trucos que plagan al cine de horror. Los sustos llegan naturalmente a través de su terrorífica atmósfera y las memorables actuaciones de Noah Wiseman –como un verdadero niño y no un joven actor preparado- y la estupenda Essie Davis como la madre que intenta protegerlo.

4. Why Don’t You Play in Hell?

De la retorcida mente del director japonés Sion Sono llega esta desquiciada oda al celuloide con la que rinde tributo a las idiosincrasias cinematográficas de su patria y a un modo de hacer cine que está rápidamente desapareciendo. Resumir su rebuscada trama es un ejercicio fútil, pero aquí va: en ambos extremos tenemos a dos gangas rivales de yakuza –una representando a los filmes de la era de oro del cine nipón y la otra a los B-Movies comerciales- y en el centro a un grupo de jóvenes cineastas que viven para hacer cine. Los caminos de los tres se cruzan en un explosivo acto final en el que abundan las balas, la sangre, las espadas, las cabezas decapitadas y, más que nada, la entrañable pasión por capturar toda esta locura a través del lente de una cámara. Toda persona que ame el cine encontrará algo que adorar en estos 129 minutos que me mantuvieron sonriendo de principio a fin.

3. Under the Skin

“Raras son las veces que los cinéfilos somos confrontados con un trabajo tan único como esta obra de Jonathan Glazer, una película tan específica en su singularidad que nos cautiva con lo desconocido y nos hipnotiza mediante imágenes que parecen extraídas de otro mundo sin suprimir la condición que las hace empáticas al espectador”. Eso fue lo que escribí hace medio año cuando la vi por primera vez y lo subrayo ahora tras revisitarla. Scarlett Johansson se despoja de su estatus de estrella y se entrega de lleno al trabajo más distintivo y comprometido de su carrera en esta alucinante y minimalista pieza cuasi experimental en la que la ciencia ficción y el cine avan-garde se funden en un deslumbrante desfile de imágenes que junto al excepcional diseño de sonido y la alienígena banda sonora de Mica Levi, hacen de Under the Skin un filme hermoso, aterrador e imposible de olvidar. 

2. The Tale of the Princess Kaguya

Ningún otro estreno del 2014 embelleció la pantalla tan gloriosamente como esta obra maestra de Isao Takahata, el cofundador de Studio Ghibli cuyo retiro del séptimo arte –en adición al de su colega Hayao Miyazaki- deja en una precaria situación a un medio animado cada vez más homogéneo, computarizado e incapaz de reproducir digitalmente la inigualable artesanía del trabajo a mano. El sublime uso de colores pastel y trazos a carbón dan vida a este milenario cuento japonés acerca de una princesa que nace de un bambú y aprende a amar su entorno silvestre solo para luego ver como este se le arrebata por el patriarcado. El conmovedor guión de Takahata se adhiere a conceptos budistas acerca de las decepciones que nos da la vida y el significado que podemos extraer de ellas antes de regresar al lugar de donde vinimos, regularmente cuando ya es muy tarde no queremos irnos de donde estamos.

1. Inherent Vice

No hay manera de ver el anzuelo que lanza Paul Thomas Anderson en los primeros minutos de este drogado filme -con una suculenta carnada que chorrea el estilo del film noir y la rebeldía del cine de finales de los años 60 detrás de una nube de humor de marihuana- y no morderlo ferozmente hasta que acabe. Un taciturno y comiquísimo Joaquin Phoenix interpreta a “Doc Sportello”, un detective privado mitad “Philip Marlowe” (The Big Sleep) mitad “The Dude” (The Big Lebowski), que se involucra en el rebuscado caso que le trae su exnovia y lo sumerge en un mundo criminal habitado por neonazis, un sindicato de dentistas, nebulosas sectas, abogados marítimos y policías corruptos. La poética prosa de Thomas Pynchon, en cuya novela homónima se basa la película, nos acompaña a través de la narración de una mujer con voz de sirena, recitando babosería astrológica y datos tanto relevantes como irrelevantes al caso que con cada nueva pista se torna más impenetrable. Pero la claridad de la trama es lo de menos. Anderson está más preocupado con las ideas que emanan de su nostálgica mirada –retratada cálida, fílmica y hermosamente por Robert Elswit- a ese punto en la historia estadounidense en el que el espíritu de lucha de toda una generación sucumbió ante la opresión del Estado, momento que Hunter S. Thompson describió como “ese lugar en el que la ola finalmente rompió y comenzó a retroceder". Hay tanto que admirar en este imponente trabajo que lo vi tres veces en menos de una semana, no para aclarar sus misterios, sino sencillamente para ver en acción a uno de los mayores maestros del cine contemporáneo. El séptimo arte no provee mayor placer que una obra que invita a ser revisitada múltiples veces.