“Bendición. ¿Qué hacías que no me contestabas?”, se le escuchó decir al dirigente nacional y de los campeones Vaqueros, Nelson Colón, mientras hablaba por teléfono sentado en el banco del coliseo Rubén Rodríguez desde donde ha dirigido a Bayamón por años.

Parecería un reproche o un regaño, aunque fue hecho de la manera más dulce posible. Y es parte de la rutina diaria de Colón, quien cada mañana, luego de abrir los ojos, una de las primeras cosas que hace es llamar a la mujer que le dio la vida, Rosalina Santiago, de 84 años, para verificar que esté bien.

Aunque Nelson se mudó por su trabajo en la zona metropolitana, Doña Rosalina aún vive en la casa de la urbanización Los Caobos de Ponce donde vio nacer y crió a sus hijos, antes de verlos convertirse en profesionales.

“Nelson Edgardo…”, dice ella, mientras el coach la interrumpe y le dice “Nelson”. Ambos ríen y ella revela que el dirigente, por alguna razón, prefiere no usar su segundo nombre. “Nelson para mí es un tesoro. Lo amo muchísimo. Lo respeto. Le doy consejos, algunas veces no les gusta. Su papá (quien murió cuando Nelson era joven) era de otra manera, pero yo era un poco más dura. Les decía la verdad y los dirigí”.

El vínculo entre Rosalina y Nelson posiblemente llegó a su más profundo nivel cuando él nació y a los 15 días se contagió de una enfermedad que mantuvo a madre e hijo aislados durante 50 días en un hospital, luchando lado a lado.

Superada esa grave prueba recién llegado al mundo, Nelson más tarde en su niñez entró al mundo de baloncesto. Y tras el divorcio de sus padres, fue a Rosalina a quien le tocó llevar y buscar a Nelson a juegos, prácticas, tryouts y todo lo que involucra el baloncesto infantil y juvenil, buscando tiempo entre las largas horas de su propio empleo.

“Mi mamá no me enseñó nada de baloncesto, pero me enseñó disciplina, a ser recíproco con los demás, a ser responsable. Muchas cosas de las que soy hoy, fuera de ser dirigente, se las debo a mi mamá, que fue la mano dura en mi casa y mayormente en la crianza. Fue la que nos enseñó valores, que es lo más importante. También nos llevó a la iglesia. Nos inculcó que primero es el Señor y luego todas las otras cosas. Que uno tiene que estar agradecido. Esa semilla la puso nuestra mamá”, dijo Colón.

Nelson recordó que en un tiempo su madre le instaba a dejar la bola y que se dedicara a estudiar. Dijo que para aquella época, para mucha gente ser dirigente de baloncesto no era una profesión, era un hobbie.

“Pero una vez se dio cuenta de que se puso seria la cosa, de que firmé con San Germán y luego Ponce, se ganaron campeonatos, ella se dio cuenta que su hijo era un profesional de esto, y me ha ayudado y respaldado en todo”, dijo Nelson, quien también estudió y consiguió un grado en educación. Su hermano, Nelson Colón Santiago, también es maestro y músico.

“Ella no es tan fanática del deporte. Es fanática mía. Cuando estuve en San Germán le iba a San Germán, en Ponce también. Al yo mudarme para Bayamón se le ha hecho un poco más difícil la logística de que venga a los juegos, pero ahora mismo es vaquera”, relató Colón. “Ella vive bien pendiente a todo lo que pasa. Si estoy bien, si estoy mal… ‘te noto ansioso’… ‘te noto nervioso’… ‘no estás comiendo bien’… ‘necesitas dormir, descansar’… ‘tu vida es más importante que el juego’… ‘tus hijos te necesitan’. Todas esas cosas”.

Por eso no es de extrañar que cuando Nelson fue nombrado como técnico del Equipo Nacional de Puerto Rico, la primera llamada fue a Rosalina, quien estuvo presente en ese momento de gloria.

“Fue la primera llamada. Enganché con Carlos (Arroyo) y con Yum (Ramos) y llamé a mi mamá. Lloramos. Fue un momento muy emocional. Ella ha sufrido más de lo que ha gozado, porque la gente no tiene idea de las veces que mi mamá se ha ido de una cancha llorando porque ha oído a la gente diciendo que no sirvo, que me deben botar y traer a otro. Ella no entiende eso, pero aún así me apoya. Ha sufrido y ha llorado más que yo”, dijo Colón.

“Más allá del dirigente, la persona, el papá, el amigo, el hijo, el hermano… mi mamá me formó mucho en eso. Ella apoya al coach, pero moldeó a la persona, que yo creo que es algo más importante que el coach”, dijo Nelson. “Ella es un ser especial. Papa Dios me la regaló. Nosotros no escogemos a los papás. Escogemos a las novias, esposas, los equipos que queremos dirigir… pero a los papás no. Mi madre es especial en mi vida porque dejó de ser ella para ser de nosotros y eso tiene un valor incalculable”.

Y uno de los mejores premios que obtuvo Rosalina por su esfuerzo para criar a sus hijos se lo disfruta en la actualidad. Y todavía, según Nelson, se mantiene despierta hasta tarde pendiente a los resultados de los juegos.

“El orgullo es inmenso y le doy gracias a Dios sobre todas las cosas. Ellos han aprendido. Son muy amables y respetuosos. Así que mucho orgullo por ellos”, dijo Rosalina. “Nelson es muy inteligente. Es una persona que se da por entero y es muy responsable. Por eso estoy orgullosa de los dos. De él (Nelson) más todavía, pero los dos son muchachos sanos, tienen sus familias y son buenos padres e hijos. Para los tiempos que vivimos, ellos son oro… para mí”.