Durante décadas, ejecutivos de la National Football League (NFL) cerraron los ojos ante los hallazgos científicos que revelan las consecuencias relacionadas a los constantes golpes que reciben los jugadores. 

La NFL, de hecho, ordenó sus propios estudios para contrarrestar todo aquel que estableciera la posibilidad de que los atletas desarrollaban encefalopatía crónica en el cerebro (CTE, por sus siglas en inglés). Originalmente, la condición fue diagnosticada en 1920 y llamada “demencia pugilística” debido a que fue detectada principalmente en boxeadores.

La enfermedad tiene su génesis cuando un peleador sufre múltiples contusiones y, eventualmente, se manifiesta como demencia, una debilitación de las habilidades mentales acompañada por pérdida de memoria y hasta Parkinson. También se puede notar una carencia de coordinación al caminar.

Alex “The Bronx Bomber” Ramos, un ex boxeador profesional de sangre puertorriqueña, conoce bien esos síntomas y vive con demencia pugilística. Lo sufre desde 1984 mientras estaba activo en el boxeo rentado. Sin embargo, eso no lo convenció de que debía colgar los guantes. Hoy, se arrepiente de no haber concedido que se estaba ejerciendo daño. 

“Hice más peleas de las que debía. Estuve en el boxeo desde los 11 años y ahora estoy pagando las consecuencias”, comparte Ramos.

“No puedo andar una línea recta, es similar a cuando uno está borracho. Tengo el balance malo. Tengo que tomar muchas medicinas todos los días voy a los doctores todas las semanas”, agrega Ramos, quien nunca ganó un cetro mundial y cerró su carrera en 1994 con balance de 39-10-2, 24 KO.

Se estima que cerca del 20 por ciento de los boxeadores sufren algún grado de demencia pugilística y el riesgo de que dicha cifra aumente cada día es mayor. No obstante, por alguna razón, más voces no se expresan para iniciar un movimiento para concientizar sobre las consecuencias del castigo físico y emocional.

La asociación de jugadores de la NFL ha abogado por décadas para que la propia liga les ayude económicamente para lidiar con los altos costos de los tratamientos. Luego de una larga batalla legal, llegaron a unos acuerdos, pero a ambas partes les queda mucho camino por recorrer.

En el boxeo, la historia es distinta. Ramos señala que los boxeadores son utilizados por los promotores y los manejadores sin pensar en las posibles consecuencias de recibir múltiples golpes en la cabeza.    

“No hay nada que ayude cuando a un peleador se le acaba la carrera. A las comisiones de boxeo no les importan los boxeadores, a la televisión no les importa, a nadie le importa qué le pasa a los peleadores porque saben que van a venir otros. Siempre tienen nuevos y así es este deporte”, sostiene Ramos. “Hay muchos que no tienen dinero para vivir”.

Floyd Mayweather Jr, Manny Pacquiao y Miguel Cotto son la excepción a la regla. El trío es de los pocos que reciben millones de dólares por pelea. La mayoría arriesgan sus vidas a cambio de migajas.    

El Consejo Mundial de Boxeo (CMB) implementó recientemente una política de “cero tolerancia” a los golpes en la nuca, similares a los que recibió Prichard Colón durante una pelea el pasado agosto y que lo mantienen postrado en una cama en estado de coma. ¿Quién carga con la responsabilidad? Al parecer, nadie.

“Todos dentro del boxeo, de alguna, manera han sido negligentes. Hay muchos más como Prichard, pero no les importa. Los promotores ven a los boxeadores como una máquina de hacer dinero. Cuando ya no les sirven buscan a otro y se repite la historia”, destaca Ramos.

Ramos estableció la Fundación para Boxeadores Retirados para aquellos que necesitan algún tipo de ayuda, pero reconoce que la labor ha sido cuesta arriba por los escasos compromisos económicos dentro de una industria que genera cientos de millones de dólares anualmente.   

“Es lo único que podemos hacer. No podemos hacer mucho. Los promotores y los manejadores no quieren ayudar a la organización”, señala.

El boxeo enfrenta un escenario similar a la NFL. Por décadas, los ejecutivos miraron en la dirección mientras exjugadores se privaban de sus vidas porque simplemente no pudieron con los sufrimientos. Eventualmente, la NFL aceptó pagar mil millones de dólares para el tratamiento, pero las preocupaciones están presentes. No será hasta que veamos otros Prichard Colón en coma que nacerá alguna conciencia para proteger adecuadamente a los que se empeñan en poner sus vidas en una balanza a cambio del entretenimiento del público.

Mientras tantos, la vida de Ramos y otros continúa.