De Argentina, a la actriz Raquel Montero apenas le queda algo de acento, algunos familiares y amigos en la capital, Buenos Aires y poco o nada más. Su vida personal y sobre todo la artística, las cultivó en tierra puertorriqueña.

“Sé que no tengo nada que ver con mi país; la idiosincracia del argentino es distinta a la mía. Yo me consolidé como persona en Puerto Rico”, reconoce la artista, residente en la Isla desde hace 43 años.

Raquel Montero llegó a este país a sus 25 años de edad, unida en matrimonio al fenecido cantautor y músico Tony Croatto, con quien había procreado a sus hijos Alejandro (nacido en Argentina) y a Mara (nacida en Venezuela). Su llegada se dio con la contratación de Tony Croatto y de su hermana Nelly por parte del productor Paquito Cordero (1932-2009).

Al momento de dejar el Río de la Plata, Montero apenas daba sus primeros pasos en el teatro argentino. “Cuando uno se enamora, renuncia a todo y realmente no era que tenía una gran carrera en aquel momento”, recuerda.

“Cuando llegué a Puerto Rico, un día en una reunión en casa de (el astrólogo) Walter Mercado, todo el mundo estaba haciendo sus descargas y yo empecé a recitar y me dijo: ‘Caramba, me gusta lo que está haciendo, me gustaría que fuera a mi programa’”, compartió.

Su primer trabajo local lo tuvo con la telenovela Marcela y Marcelino (1971), por un ofrecimiento de la productora Esther Palés. En el género de la novela, el personaje que más atesora es “La Condesa Italiana”, que caracterizó a finales de los años 70 en una adaptación de Los dedos de la mano, de Enrique Laguerre.

Al escoger, Montero se inclina más por la comedia y el teatro. “Cuando estoy haciendo comedia como que estoy en mi casa”, dice quien se destacó en Soltero y sin compromiso, Mi hippie me encanta y Los kakukómicos, además de acompañar a “todos los grandes comediantes” en diversidad de oportunidades.

Del teatro, recuerda con “muchísimo cariño” las piezas Divorcio a lo puertorriqueño y Adorables enemigas.

La artista se mantiene activa en el Taller de Radio de la Corporación de Puerto Rico para la Difusión Pública (WIPR), de donde tomará una pausa en octubre para reencontrarse con la cuna del tango.

“Sé que me voy a encontrar con otro país. Los afectos no cambian, pero el entorno sí, y ahora mismo tengo esa cosa de a dónde voy, con qué me voy a encontrar”, concluye.