En una chocante escena inicial, vemos a Michael J. Fox caer al piso mientras camina afuera de su departamento en Manhattan. Las imágenes nos muestran la estrella de ‘Back to the Future’, ‘Teen Wolf’ y ‘Family Ties’ de camino a la calle junto a su terapista personal, tembloroso y vacilante debido a su avanzado mal de Parkinson. Ya en la acera un par de personas le reconocen de paso, pero no se detienen, apenas le saludan. Hasta que una mujer se detiene en breve para decirle “hola, Sr. Fox” y, al voltear para contestarle el saludo, Fox pierde el balance y acaba en el suelo, su zapato volando del pie. Como espectador nos quedamos helados.

Fox, sin embargo, responde al segundo “eso pasa” y con algo de ayuda, se vuelve a poner de pie. “Soy un hijo de p… de los duros”, dice a la cámara. “Soy una cucaracha y he vivido muchas cosas”. “¿No se puede matar a una cucaracha?”, pregunta detrás del lente el director Davis Guggenheim. “No se puede matar a una cucaracha”, responde Fox.

Imposible que un personaje así escapara al ojo de águila de Guggenheim, un trajinado documentalista con impecable olfato para estar ahí donde el Zeitgeist lo requiera. ‘An Inconvenient Truth’ (2006) –sobre Al Gore peleando contra el calentamiento global –, ‘It Might Get Loud’ (2008) –donde reunió a los dioses de la guitarra Jimmy Page, The Edge y Jack White–, ‘He Named Me Malala (2015) –sobre la activista pakistaní Malala Yousafzai–, ‘The Road We’ve Travelled’ (2012) –sobre la campaña reelectoral de Barack Obama, o ‘Waiting for “Superman”’ (2010) –donde desnudó las carencias del sistema educativo estadounidense; todas han sido piezas diseñadas para generar conversaciones de cultura popular a todo nivel.

Así pues, a nivel técnico y de ritmo narrativo, todo lo que vemos en Still es impecable. Fox testimonia mirando fijamente a la cámara en primer plano, una técnica documental perfeccionada por Errol Morris en ‘The Thin Blue Line’ de 1988. Guggenheim quiere a Fox lo más natural posible, así que lo veremos despeinado, sin afeitar, incluso con algunos moretones faciales producto de sus caídas. Guiados por el actor, revisaremos su vida y sus altibajos alternando con una ágil edición de sus películas más famosas que se insertan como reconstrucciones biográficas.

Lo que sorprende de ‘Still’ es cuán sospechosamente se acerca a los “documentales” recientes de parte de estrellas que buscan promocionarse con miras comerciales: en Netflix están el ex príncipe Harry y Meghan Markle, JLo triste por no ser nominada al Óscar, Taylor Swift y los vaivenes de sus giras, la esposa de Cristiano Ronaldo diciendo ser humilde mientras viste opulencias de diario. No es el caso de Fox, pero Guggenheim, con toda la experiencia que tiene, se queda solo con su personaje central y su círculo casero como fuentes primarias del relato. Nunca vamos realmente a Canadá, no conocemos su barrio de Edmonton, Alberta, ni vemos a sus amigos, no hay testimonios de colegas. No se le acusa de nada, Fox no tiene errores salvo una leve caída en el alcoholismo.

‘Still’ es la vida de Fox en palabras de Fox y en versión única de Michael J. Fox. Para ser más claro: ‘Still’ es una grata experiencia, conmovedora y entretenida, manejada al estilo de una historia edificante sin llegar a lo meloso de una producción de Hallmark. Tenemos filo, pero faltaron más ángulos, más matices. Es un retrato incompleto porque, nos damos cuenta al cierre, Michael J. Fox no ha querido contarnos todo sobre su vida, sino que entendamos que es posible seguir viviendo con todo y las pruebas que le puso el camino.

El tipo ha ganado sus batallas, al final puede hacer lo que le dé la gana.