Dice el refrán que “acompañados de una guitarra, lo mismo alabamos a Dios que recordamos los momentos más atesorados”. Nada como el instrumento de cuerdas para una genuina bohemia y buena confraternidad.

Nadie pone en duda que la versatilidad de la guitarra, a todos llega. Pero el sello distintivo de las Fidencio, catalogadas como unas de las mejores de Puerto Rico y que se valoran en miles de dólares, llegan apreciarse en todo el Continente americano hasta Nueva Zelanda. Son al presente 200 originales hechas por don Fidencio Díaz, a las que se les sumarán ciertas más en las manos maestras de su hijo Erick Díaz Domínguez, en una tradición familiar que sobrepasa los 50 años.

“Las guitarras de papi; que en paz descanse, pueden costar hasta $10 mil y son coleccionables por los conocedores profesionales. Las que yo hago pueden comenzar desde los $2,500 y por ahí pa’ rriba. Es un taller al que hay que proteger por el propio nombre que posee”, comienza a explicar Díaz Domínguez desde su área de trabajo en el Barrio La Central de Canóvanas.

“Llevo de cinco a seis años en la confección del instrumento. Tengo y fabrico con los moldes originales donde se hicieron las guitarras de Roque Navarro, Miguelito Alcaide, Luis Enrique Juliá, entre otros tantos músicos, que le hacían pedidos a mi papá”, relataba, mientras trabaja el ‘brazo’ de una nueva ‘Fidencio’.

Su tarea inmediata es la creación de los renombrados instrumentos para el uso de estudiantes del Conservatorio de Música de Puerto Rico. Desea variar el diseño original sin alterar el sonido, su valor ni la ‘roseta’.

“La roseta es la marca del fabricante”, abunda sobre el diseño pictórico que bordea en hueco de resonancia.

“Aquí lo hacemos a mano. Lo hacemos todo menos las cuerdas y las llaves de ajuste”, resalta.

“Usamos Palo Santo de la India para los costados y fondo. El Pino Abeto se usa para la tapa. Esto es cuestión de madera, calibración, ciencia y arte”, detalla sobre la realización de una Fidencio.

“Otro detalle es el barnizado. No se puede ocultar mucho la fibra de la madera porque si no, no vibra y pierde brillo el tono. De qué te vale tener una guitarra muy brillosa que no suene. Eso tiene su técnica”, describió Díaz Domínguez.

Entre sus obras manuales para la elaboración del instrumento, se encuentra la creación de la ‘cejuela’ que ubicará sobre la tapa y brazo para sostener la presión de las cuerdas. Son hechas con hueso de vaca que se obtiene de las carnicerías cercanas y los que va rebajando, hasta lograr el objeto perfecto.

Lamenta que mientras en Puerto Rico se hacen buenos instrumentos de cuerda, el comercio favorezca el producto extranjero.

“En Puerto Rico se hacían violines de calidad, tiples, cuatro y bordonúas, artes que van desapareciendo y que mientras yo viva, no dejaré morir, al menos con las guitarras Fidencio”, puntualizó.