A pesar de que la iniciativa para establecer la identificación por radio frecuencia (RFID, por sus siglas en inglés) en el ganado tuvo buena recepción en el 2013, la dilación característica de los trámites ordinarios en el Gobierno causó que se retrasara.

A eso abonó querer expandir el proyecto piloto para alcanzar el doble de las 10 mil cabezas de ganado que originalmente contempló.

“Se iba a comenzar con cinco mil cabezas destinadas a la producción de carne y cinco mil para la producción de leche”, explicó el director ejecutivo del Fondo para el Crecimiento de la Industria de la Carne de Res, Rafael Rosado, quien narró que hubo reuniones muy exitosas con la exsecretaria de Agricultura Myrna Comas para implementar el uso del bolo ruminal.

Aunque se avanzó, no fue a la velocidad necesaria, opinó el agrónomo.

“Una de las facetas importantes del proyecto era establecer una base de datos a nivel central, en el Departamento de Agricultura, para registrar los datos provenientes del bolo electrónico, pero se comenzó en el 2016”, lamentó Rosado.

El bolo envía una señal a una computadora programada con ese propósito. Este se aloja en un área de las vísceras del animal, por lo que permanece allí toda su vida. No resulta riesgo para el eventual consumo de la carne por el ser humano, aclaró. “Se ubica en una cavidad y permanece allí debido a su peso, por lo que la res no lo regurgita”, agregó el ganadero de carne de res.

El artefacto tiene un chip en su interior que tiene un número de serie particular que identifica a ese rumiante en particular, y un lector lo detecta a través de la radiofrecuencia. “No emite ondas, como el Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés)”, puntualizó Rosado.

Además de viabilizar un registro detallado del origen, cruces de ganado, edad y otros datos de las reses, implica un asunto de seguridad ante el robo de ganado, mencionó el empresario. Al momento del sacrificio del animal en el matadero, se recupera el bolo ruminal, detalló Rosado.