Nueva York. Si los estadounidenses de raza negra, latinos e indígenas son hospitalizados y mueren por el coronavirus en mucha mayor cantidad que otros, ¿no debería el gobierno considerarlos como personas de alto riesgo para enfermedades graves? Hasta ahora la respuesta es no, a pesar de que sobre esa pregunta aparentemente sencilla han reflexionado durante meses los funcionarios federales de salud.

Sin embargo, los funcionarios federales de salud pública anunciaron una nueva estrategia que promete mejorar la recopilación de datos y tomar medidas para abordar las marcadas desigualdades sobre cómo la enfermedad afecta especialmente a los estadounidenses de minorías.

Funcionarios de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) enfatizan que el desproporcionadamente alto impacto en ciertos grupos minoritarios no depende de la genética. Más bien, son las condiciones sociales las que hacen que dichos grupos estén más expuestos al virus y que, si se contagian, sea más probable que enfermen de gravedad.

“Sólo mencionar grupos raciales y étnicos sin contextualizar qué contribuye al riesgo tiene el potencial de estigmatizar y victimizar”, dijo Leandris Liburd, de los CDC, quien hace dos meses fue nombrado jefe de equidad en salud en la respuesta de la agencia al coronavirus.

Expertos externos coinciden en que existen muchos posibles efectos negativos al etiquetar de alto riesgo a ciertos grupos raciales y étnicos.

“Debes tener mucho cuidado en no hacerlo de tal forma que catalogues a toda una clase de personas como ‘portadores COVID’”, dijo el médico George Benjamin, director ejecutivo de la American Public Health Association (Asociación de Salud Pública de Estados Unidos).

El impacto desigual del COVID-19 ha sido impresionante: los indígenas norteamericanos y las tribus de Alaska son hospitalizados cinco veces más que los estadounidenses blancos. La tasa de hospitalización para los estadounidenses negros e hispanos es más del cuádruple que en los blancos, según los datos disponibles de los CDC hasta mediados de julio.

El monitoreo detallado hasta mediados de mayo indica que las personas de raza negra representaron 25% de las muertes de Estados Unidos hasta ese momento, aunque comprenden aproximadamente 13% de la población del país. Un 24% de los muertos eran hispanos, que representan aproximadamente 18,5% de la población. Adicionalmente, 35% son personas blancas, que representan 60% de la población.

Otros investigadores han señalado que las minorías enfrentan problemas cuando intentan acceder a pruebas o atención médica para el coronavirus. Sin embargo, aunque a veces han enfatizado el daño desproporcionado que el virus ha tenido en ciertos grupos raciales y étnicos, los CDC han tenido cuidado de no categorizarlos como de alto riesgo o darles mayor prioridad para ciertos servicios de salud.

En efecto, en mayo los CDC eliminaron las directrices que habían publicado que indicaban que las minorías sin síntomas deberían ser consideradas prioritarias para las pruebas de coronavirus. Funcionarios del gobierno después afirmaron que la publicación había sido un error.

El mes pasado, los CDC editaron su lista que indica qué estadounidenses están en mayor riesgo de contraer severamente el COVID-19 y agregaron a embarazadas y personas con ciertas enfermedades subyacentes, pero quedaron fuera la raza y etnicidad.

El viernes, los CDC publicaron una estrategia de equidad racial en donde prometieron una mejor recopilación de datos sobre cómo el virus impacta a las minorías. También pide que mejoren las pruebas, el rastreo de contactos y las cuarentenas seguras, así como el aislamiento y la atención a minorías en riesgo. La agencia dijo que tomará medidas para diversificar la fuerza de trabajo de salud pública en respuesta a la epidemia.

De momento, la agencia no proporcionó detalles sobre un aumento de fondos para este trabajo, pero es más de lo que ha hecho en el pasado, según algunos expertos en salud.