Ana María Morris Colón, de 60 años, esperaba la muerte. Pasó muchos días aterrorizada por las amenazas de su exesposo y padre de sus dos hijos de matarla. Y ayer, Manuel de Jesús de los Santos, cumplió su advertencia y la asesinó a balazos para luego quitarse la vida.

La víctima luchó durante años por romper las cadenas del maltrato al que la sometió su pareja, pero no tuvo éxito. Recurrió, incluso, al divorcio hace cuatro años, aunque el hombre continuó vivienda en la casa contigua a la suya, ambas ubicadas en el barrio Carraízo en Trujillo Alto, donde ocurrió la desgracia.

Pero con el tiempo, la situación se volvió insostenible por lo que Ana María optó por dormir en casa de una amiga. No denunció al hombre porque era el padre de sus hijos.  Sin embargo, regresó a su hogar para recoger sus pertenencias cuando su victimario la sorprendió.

Ana María se encontraba en la residencia sola durante la madrugada de ayer, cuando llegó Manuel y sigilosamente la sorprendió mientras se encontraba en su habitación, explicó el director del Cuerpo de Investigación Criminal (CIC) de Carolina, inspector Carlos Nazario.

La pareja discutió nuevamente y fue entonces cuando el individuo tomó la decisión de llamar al hermano de la víctima, que reside en Estados Unidos, para revelarle que la iba a matar y se privaría de la vida. De fondo se escuchaban las súplicas de la mujer que le pedía que no la asesinara, que pensara en sus hijos, pero ya la decisión estaba tomada; le disparó en tres ocasiones con una pistola calibre 9 milímetros y luego se suicidó de un tiro en la cabeza.

“No tenemos información oficial de que haya radicado alguna querella (por violencia de género) entre ellos ni algún incidente de pareja. No obstante, no descartamos que haya podido haber algún evento que no haya sido reportado a la Policía. Eso es parte de la investigación con el propósito de determinar si pudo haber sido el detonante del evento trágico”, detalló Nazario.

Fue la mascota de la familia la que dio la primera voz de alerta ya que sus aullidos de dolor despertaron a la comunidad, según comentarios de los vecinos.

Olga Muñoz, que vive al otro lado de la carretera, pero a corta distancia dijo que la despertaron cuatro disparos que resonaron en el silencio de la noche. Lo primero que hizo fue ir a la habitación de su hija para abrazarla y protegerla porque pensó que se trataba de una balacera entre delincuentes.

“Estamos durmiendo y de momento se escucharon cuatro disparos, yo automáticamente abrazo la nena porque por aquí han pasado otras cositas, pero como ya estamos acostumbrados a que esto pasa a cada rato seguimos durmiendo”, detalló Muñoz, para quien los sucesos fueron unos inesperados ya que jamás pensó que dos personas de la tercera edad que ni sabían de su separación fueran los protagonistas de un caso de asesinato y suicidio.

Dijo que nunca observó indicios de que la mujer hubiese sido sometida a un patrón de maltrato.

“Saludaba; los vimos juntos, que en ningún momento vimos peleas. No vimos nada”, respondió Muñoz, quien exhortó a las mujeres a que no guarden silencio, que no cancelen las órdenes de protección y que se separen por completo del victimario. “No se queden calladas, tienen que hablar”.

Los vecinos ni sabían que estaban divorciados porque él siempre hablaba de su esposa ignorando su separación y ella reservada, disimulaba la angustia que la consumía.

De hecho, la mayoría de las personas entrevistadas en la comunidad, muchas de las cuales no quisieron hablar para ser citadas, solo destacaban cualidades del victimario.

“Yo no sabía que ellos estaban divorciados porque él me habló de lo que tenía sembrado ahí. Se veía una persona lo más amigable y lo más tranquila. Ella hacía años que la veía. Nunca se oía nada”, comentó Lydia Montalvo, una comerciante del sector, quien aconsejó a las mujeres a que si se separan por violencia de género a no reconciliarse con su agresor.

De su lado, el inspector Nazario hizo un llamado a las víctimas de violencia doméstica a cerrar el ciclo de maltrato y agotar todos los recursos disponibles para defender sus vidas, tanto de mujeres, como hombres y de la comunidad LGBTTTIQ.

“Tienen que cerrar este patrón de maltrato utilizando la herramienta que tiene que es la Ley 54, que son los mecanismos de ley que existen y los diferentes programas que existen y que cuando comiencen el proceso que lo culminen. El sistema funciona, pero tienen que utilizar las herramientas que existen para poderse proteger de estos incidentes violentos”, puntualizó Nazario quien reconoció que hay espacio para mejorar los recursos.