“Tengo la memoria larga bien corta”.

Así advirtió Wanda Vázquez Garced tan pronto se sentó a conversar con Primera Hora.

Y es que cuando se le pregunta a la procuradora de las Mujeres sobre su vida profesional o por algún caso que atendió en los tribunales mientras era fiscal, habla sin parar.

Pero cuando se le pregunta de su vida personal, es otra cosa. No por no ser igualmente apasionada en cuanto a su rol de hija, madre y esposa, sino porque los quiere proteger y no ponerlos en riesgo.

Fiscal al fin.

Esta canceriana nació el 9 de julio de 1960 en Santurce y se crió en Guaynabo. Su infancia fue “superbuena”, junto con sus padres Luis y María, su hermana mayor y su hermano menor. Eran bien unidos.

Pero ya en la universidad, específicamente el 8 de agosto de 1982, su madre falleció de “complicaciones naturales”.

“Fue horrible. Uno nunca se puede superar. Aunque ha pasado mucho tiempo, uno lo siente como si acabara de pasar”, expresó Vázquez, sin querer abundar al respecto.

Sólo relató que amaneció muerta. Tenía 53 años.

“Fue una tragedia realmente”, agregó con un taco en la garganta, aguantando las ganas de llorar, lo que logró.

¿Qué aprendió de su madre?

¿De mi madre? Todo. Mi madre era bella. Aprendí a ser perseverante, ser firme en mis posiciones, a ser una persona compasiva, a considerar a los demás. Tanto ella como mi papá son bien humanos, les gusta ayudar a las personas.

Su padre se casó con Irma Sainz, quien “es como si fuera mi mamá”, ya que llevan más de 20 años de casados y “la quiero mucho”.

Fiscal innata

Desde pequeña quiso ser fiscal, no abogada.

¿Siempre quiso ser abogada?

Siempre quise ser fiscal. Ése era mi norte desde que tengo uso de razón.

Relató que veía programas de televisión con su padre, como Hawaii 5-0 y “me di cuenta que ésa era mi vocación”.

“Mis vecinos me cuentan que yo hasta hacía juicios en mi casa y mi vecino, Willy, siempre salía culpable, el pobre. Yo jugaba el papel de fiscal y de jueza”, relató la ex fiscal de distrito de Bayamón.

El hecho de ya no ser fiscal desde que fue nombrada Procuradora en diciembre pasado le da tristeza, pues echa de menos litigar y hasta ir a escenas criminales. Todavía ex compañeros la llaman para contarle de casos y “echarme fiero”.

Espera cumplir los diez años como procuradora y después estaría a punto de jubilarse.

“Tengo eso entendido, que no voy a ser fiscal, aunque uno sufre mucho porque cuando tienes un compromiso de ayudar a la gente, te da un sentido de impotencia terrible. Pero tengo la satisfacción enorme cuando investigas y le haces justicia a alguien. El trabajo de ahora me da la oportunidad de eso mismo, pero ayudando a las mujeres”, manifestó Vázquez.

Aún hoy en la Procuraduría, cuando llega de mal humor, sus empleados dicen: “Hoy está fiscal, así que no le hables mucho”.

Vázquez estudió en las escuelas Ramón Marín y Margarita Janer, ambas en Guaynabo, y en la Universidad de Puerto Rico, recintos de Bayamón y Río Piedras. Revalidó como abogada en 1987 tras graduarse de la Universidad Interamericana, mientras trabajaba en el desaparecido supermercado Pueblo en San Patricio.

Laboró en la División Legal del Departamento de Vivienda y en 1989 pasó al Departamento de Justicia.

Ahí conoció a su esposo, el hoy juez Jorge L. Díaz Reverón, con quien tuvo dos hijas, quienes tienen 18 y 20 años y están en universidad.

“La grande quiere saber qué pasa por la mente de un criminal, por qué mata gente. A la chiquita le encantan las comunicaciones y las investigaciones forenses, como la toma de huellas y de sangre”, dijo la orgullosa madre, a quien se le salieron las lágrimas cuando reflexionó que “son niñas buenas, estudiosas, consideradas, respetuosas, con valores que se le siembran” gracias al balance que siempre procuró entre su rol de madre y fiscal.

Por ser objeto de amenazas en distintas ocasiones –aclaró que no por el último caso que atendió, el de la Masacre de Pájaros–, “en la medida que me pueda imponer un código de protección, como están las cosas, los voy a proteger (a sus familiares)”.

“Me siento bien satisfecha. Profesionalmente, uno aprende y tiene metas, pero me siento bien satisfecha y le doy gracias a Dios por la oportunidad de intervenir con tanta gente en ese proceso y dar el máximo en todos ellos”, reflexionó.

“En el plano personal, estoy satisfecha porque, gracias a Dios, ellas (sus hijas) están desarrollándose y espero que puedan sentir esa misma satisfacción en lo que hagan”, comentó cuando aguantó las lágrimas nuevamente, y añadió que “así de fuerte como puedo ser, soy bien sentimental”.