Acababa de salir el sol al noroeste de Puerto Rico cuando Paul Schmidt saltó de su tabla en las aguas de Wilderness Beach, poniendo fin a otra sesión de surf en una playa remota que atrae a surferos de todo el mundo que buscan la próxima ola grande.

Ese día, él y unos 20 surferos disfrutaron de olas de hasta tres metros (diez pies). Schmidt y sus compañeros de aventuras, sin embargo, temen que sus días felices en esa playa rocosa rodeada de mangos y palmeras, sin casas ni negocios a la vista, pueden estar contados.

Un empresario y las autoridades locales, deseosas de impulsar la economía, quieren transformar el área en un destino turístico más convencional, con un hotel y villas que ocuparían una zona mayormente impoluta desde que Cristóbal Colón desembarcó en la vecindad al final de su segundo viaje al hemisferio occidental.

"Es una joya que no ha sido tocada, sin construcciones, lo que ya de por sí es notable", expresó Schmidt, un estadounidense de 31 años de Rockaway, estado de Nueva York, que hacía su segundo viaje largo a Puerto Rico. "Muchos lugares como este fueron arruinados por los grandes resorts y por gente que quiere ganara dinero con algo tan hermoso y puro".

Las batallas entre los constructores y quienes quieren preservar la naturaleza no son nada nuevo. Pero Puerto Rico enfrenta un dilema especial ya que ha perdido buena parte de su exuberante costa a lo largo de ciclos de prosperidad y depresión que han caracterizado su historia moderna. La playa Wilderness Beach y sus alrededores, que ofrecen un hábitat a corales y tortugas marinas en peligro, es un sitio que defienden no solo los surferos.

"Todos asumen que defendemos la playa, pero no es solo la playa. Es la diversidad biológica que hay en este valle", afirmó Edgardo González, uno de más de una docena de manifestantes arrestados en las últimas semanas por tratar de impedir el paso de topadoras que empezaron a despejar el terreno cerca de Aguadilla.

Más de 22,000 personas han firmado un pedido online de que se suspenda el proyecto denominado Christopher Columbus Landing, con un costo de 200 millones de dólares, hasta que se termine un nuevo estudio del impacto en el medio ambiente y se hagan más audiencias públicas en torno a esta iniciativa aprobada originalmente a mediados de la década de 1990. El director del organismo que concedió esos permisos no respondió a pedidos de comentarios.

Ambientalistas acudieron este mes a los tribunales para intentar suspender el proyecto. Dicen que afectará las zonas donde anidan las tortugas, amenaza el acceso del público a la playa conocida aquí como la "Wildo" y generará desechos que podrían acabar con al menos tres variedades de corales que figuran en la lista de especies en peligro.

Cuestionan asimismo la validez de los permisos y señalan que varios hoteles de la zona han cerrado sus puertas o permanecen vacíos, incluido uno construido recientemente por la municipalidad. El juez que analizó la solicitud dictaminó inicialmente que no contenía elementos suficientes sobre la potencial amenaza, pero programó otra audiencia para la semana que viene.

"¿Por qué no podemos hacer aquí un parque estatal?", preguntó Doug Lake, surfero que se vino de Los Ángeles a Puerto Rico hace casi 30 años. "Usen lo que está disponible naturalmente. Están ignorando lo obvio".

Las protestas y la batalla legal en curso frustran al alcalde de Aguadilla Carlos Méndez, quien dijo que el proyecto crearía 700 puestos de trabajo y alentaría el turismo, que es una importante fuente de ingresos y de empleos en momentos en que Puerto Rico atraviesa por una profunda recesión que ya lleva una década.

"En este momento es muy difícil llegar a esa playa", destacó, añadiendo que la empresa constructora propone construir dos carreteras de acceso en lugar del camino de tierra que se usa actualmente. "Todo el mundo va a poder disfrutar" de la playa, señaló.

Esa propuesta le gusta a José Méndez, nativo de Aguadilla de 53 años que vive cerca del sitio donde tendría lugar el proyecto. Dijo que espera que suban los precios de las propiedades en este barrio humilde y se instalen luces en la calle, entre otras cosas.

"Esto traerá progreso y trabajos", expresó mientras trabajaba en un auto viejo y señalaba a su hijo adolescente, que espera consiga trabajo en el hotel. "Ninguno de los manifestantes vive aquí. No saben de nuestras batallas cotidianas".

El empresario de la construcción Reinaldo Vincenty dijo que planea un hotel de 300 habitaciones y 100 villas en la primera etapa del proyecto. Desarrollará 20 de las 51 hectáreas que posee y construirá un parque ecoturista en otras 39 hectáreas, con puestos de comida y un zip line.

Vincenty indicó que dejará para el futuro el proyecto de construir un centro comercial, un casino y un condo-hotel debido a la crisis económica del país.

Dijo que inicialmente quería inaugurar las villas en agosto, pero que las protestas están demorando el proyecto por al menos cuatro meses. Acotó que no piensa cerrar el acceso a ninguna playa o sitio de surf.

"Estoy construyendo este hotel para que lo puedan visitar miles de personas", sostuvo. "Quiero que todo el mundo conozca Aguadilla".