Que te manden pa’ las “Pailas del Infierno” no debe ofenderte ni un poquito pues esta folclórica expresión alude a un lugar que, aunque lejano para muchos, guarda una rica historia relacionada a los hornos de ladrillo y cal de Cabo Rojo, ubicados en la carretera PR-103, que transita a Buyé, una de las playas más visitadas de este pueblo.

Elvin Alvarado, un caborrojeño que ha estudiado cada detalle historiográfico de la ciudad, explicó a Somos Puerto Rico que la icónica frase tiene su origen en los viajes que realizaban los trabajadores asignados a la laboriosa faena de manejar los hornos de ladrillo y cal de este pueblo, desde donde se producían miles de ladrillos que sustentaron la construcción de viviendas y edificaron las ciudades de Puerto Rico. “Las ‘Pailas del Infierno’ no es otra cosa que los hornos de cal y de ladrillos que están frente a la playa Buyé. Allí los Gobernantes de San Juan enviaban a trabajar a las personas que estaban en la cárcel; pero, por la distancia que hay entre San Juan y Cabo Rojo lo llamaban las ‘Pailas del Infierno’ para decir que Cabo Rojo era lejos”, contó el historiador.

Algunos conocedores de la historia de este pueblo coinciden en que la frase, que alude a la distancia entre ciudades, puede coquetear con un sentido de exageración de los elitistas de ese periodo. Sin embargo, Alvarado dijo que, en lo que coincide, es con el hecho de que –indudablemente- lo complejo de este trabajo “provocó el sufrimiento de esclavos y campesinos que trabajaban en los hornos, donde también se perdieron vidas para satisfacer la demanda de materiales de construcción, era una jornada infernal”.

“Entonces por las altas temperaturas y la distancia de San Juan a Cabo Rojo se conoció desde ese entonces, a ese sector de los hornos y ahora Buyé como las ‘Pailas del Infierno’”, agregó el historiador.

Desde las “Pailas del Infierno”, como se le conoce a este sector diariamente, se exportaban cerca de 18,000 ladrillos hacia todo Puerto Rico en los años de prosperidad industrial para principios del siglo XIX. “Ahora son ruinas de lo que fue el horno chiquitín que a pesar de que era el más pequeño producía en grande. Está hecho en forma de campana”, dijo Alvarado con una memoria privilegiada y con un alto sentido de orgullo ciudadano.

La estructura, que aún se mantiene en la carretera que conduce hacia la zona playera de Buyé y que puede apreciarse al extremo contrario de la entrada de la playa, representa una joya histórica de este pueblo ya que su permanencia atestigua varias características sociológicas de esa época.

Primero, el impacto de la inmigración a la isla de hacendados y personas económicamente poderosas que provocó la necesidad de construcción de casas, cuyos materiales fueron originados en las llamadas “Pailas del Infierno”, ya que según las autoridades de la época era el lugar más lejano de la capital.

“Segundo, por el trabajo arduo y extenuante al que se enfrentaban los trabajadores de esos hornos; se comienzan a enviar a confinados o esclavos a las ‘Pailas del Infierno’ para la realización del trabajo que no era muy agradable por las altas temperaturas a las que se enfrentaban también”, dijo Alvarado.

En el camino hacia la zona se pueden divisar tres hornos de cal, dos de ellos eran conocidos como el horno de Guillioty y el horno Colombia; mientras que, a una distancia considerable se encuentra el horno chiquitín también conocido por el mote “Paila del Infierno”.

Este horno resultó ser el más grande de todos con unos diez a quince pies de alto y en forma de campana donde se depositaba la piedra caliza y debajo de esta la leña para calentar el horno que calcinaba la piedra con el efecto de producir la cal y ladrillos que era usados para la industria de la construcción.