Para cumplir con regulaciones impuestas por el Departamento de Salud, los municipios han comenzado a asumir las riendas del trabajo que se debe realizar en los cementerios.

Según contó el alcalde de Yabucoa, Rafael Surillo Ruiz, el municipio asumió las riendas de los trabajos y comenzó a cobrar un cargo por enterramiento hace tres años, porque “había un problema enorme en cuestión al sepulturero, situaciones de control y manejo. Nosotros los eliminamos y creamos brigadas municipales”.

Para los pueblos, principalmente los que quedan fuera de la zona metropolitana, el sepulturero es una figura cultural. Por décadas se habían hecho cargo de recoger al difunto en la entrada del cementerio y le daban sepultura. Las familias pagaban por su servicio.

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La fascinación con estos personajes de pueblo era tal que el actor y director boricua, Teófilo Torres, creó a “Pateco”. Se trata de un sepulturero y trovador que deleita a su público con décimas satíricas y humorísticas.

Por lo general, la gente del pueblo sabe cómo se llama su sepulturero. Por los últimos 100 años, en Cabo Rojo este rol ha quedado en mano de los “Pedros”.

En la comunidad, según contó Pedro Antonio Pérez Suárez a Primera Hora, le dicen “Pedrito”. Ya lleva 30 años en el cargo que heredó de su abuelo y su padre.

Pérez Suárez tiene una educación formal. Estudió contabilidad y llegó a ser director de Patentes Municipales en Cabo Rojo. Para cuando inició, dijo que cobraba “una miseria”, $800 (mensual). Por ello, su papá le igualó el salario y se lo llevó a aprender el oficio para que lo continuara. No le falló.

Contó que aceptó la oferta, porque “nosotros como familia siempre vivimos cómodamente”.

Hoy en día, más que un sepulturero, Pérez Suárez es un comerciante. Le alquila un espacio al municipio en el llamado Cementerio Nuevo, San Miguel Arcángel. Sus trabajos no se limitan a abrir las tumbas y sellarlas al final de un entierro, también se hace cargo de realizar placas, decorar las tumbas o hasta hacer exhumaciones.

“Es un negocio económicamente bien fructífero”, aceptó, al comentar que cuenta con empleados.

El sepulturero, que supo acoplarse a los cambios y necesidades para salir airoso, aceptó que esta profesión ha ido en decadencia en los pueblos por el problema de comportamiento que enfrentaban los que ejercían la profesión. Alegó que se les conocía por ser gordos, bajitos y borrachones.

“Yo te voy a ser honesto. ¿Tú sabes lo que pasa? Que la mayoría de los sepultureros tienen el estereotipo de que, en algunos sitios, son irresponsables y, entonces, al ser irresponsables, y no hacer servicios buenos, los municipios se ven obligados a asumir esa responsabilidad, porque a veces esos sepultureros, una de dos, o están cobrando demasiado de caro o no están dando los servicio como tiene que ser. Yo soy objetivo”, sostuvo.

Añadió que como su familia ha dado un buen servicio “toda la vida”, han permanecido como los sepultureros de Cabo Rojo.

“Yo no le doy problemas al municipio de ninguna índole, por lo tanto, ellos no han tenido que asumir la responsabilidad de dar los servicios”, manifestó.

Comentó que, en su caso, lleva libros de contabilidad y paga a sus empleados el Seguro Social. Pero, aceptó que “hay sepultureros con una libreta y cuatro papeles”.

Ante el desplazamiento de sepultureros que se registra en algunos pueblos, Pérez Suárez dijo que lamentaría si a quienes remueven son personas responsables.

Comentó, además, que aquellos municipios que cobran por el servicio de entierro no van a sacar gran partida por ello.

“Los municipios no le van a sacar gran cosa. Te lo digo de verdad”, dijo.

La mayoría de los pueblos que cobran por el servicio, como San Sebastián, Aguada y Moca, tienen una tarifa de $100. El municipio de Aguadilla cuenta con el cargo mayor, que es de $400 por enterramiento.

A juicio de este sepulturero, $100 es muy poco y $400 es mucho. Estipuló que, en su caso, el cargo por entierro ronda entre los $150 y $200.

En cuanto al encanto cultural del sepulturero, Pérez Suárez comentó que ve muy positiva la respuesta que tienen los caborrojeños cuando lo ven en las calles de su pueblo.

Indicó que a muchas personas les da curiosidad por su trabajo y lo detienen para hacerle preguntas relacionadas a anécdotas o cuántos muertos ha sacado de la tierra.

Reveló que la pregunta que más le hacen es si ha visto “zombies”.

“Yo, realmente, no he visto nada”, dijo riendo.